Valientes bajo otra bandera
Este grupo de hombres de la tercera edad algo achacosos que bromean como chiquillos mientras se dejan fotografiar en la cocina de una casita en el norte de Londres re¨²nen m¨¢s valor y coraje del que se podr¨ªa juntar en cualquier otro lugar del mundo. Fueron soldados, valientes soldados, pero eso no lo m¨¢s importante: para luchar contra el mayor de los males que la historia ha conocido no dudaron en cambiar la fidelidad a su pa¨ªs por la lealtad a los principios de la humanidad y pelearon bajo bandera ajena. Eran alemanes y se enrolaron durante la II Guerra Mundial en el Ej¨¦rcito brit¨¢nico, con todas las humillaciones, sinsabores y dudas que ello conllevaba, sabiendo adem¨¢s, que de caer en manos de sus compatriotas les esperaba una muerte segura por traici¨®n. Lo hicieron en el frente lo mejor que pudieron, que fue mucho: sus cicatrices y sus terribles historias lo prueban elocuentemente. Varios de ellos hab¨ªan sido deportados y torturados por ser jud¨ªos en Alemania, lo que no les libr¨® de sufrir injustas sospechas al vestir su nuevo uniforme y cobrar el simb¨®lico chel¨ªn del rey. Si alguna bandera, si alguna causa, si alguna persona merece que uno se cuadre y salude con respeto, ¨¦ste es el caso. En estos cinco hombres valientes buscar¨¢ in¨²tilmente alguien un resquicio de arrogancia o soberbia: no lo hay. Cuentan sus experiencias de guerra con humildad, incluso temiendo aburrir y disculp¨¢ndose de antemano por sus lagunas, sus reiteraciones y el discurrir a veces inevitablemente peregrino de sus memorias. Pero cuando al final de esta larga e intensa tarde de relatos sensacionales, vivencias terribles y existencias plenas abren generosamente su c¨ªrculo e invitan al entrevistador a retratarse con ellos, a quien firma estas l¨ªneas se le har¨¢ un nudo en la garganta, y mientras le abrazan con fuerza incorporando al intruso por un instante en la verdadera comunidad de los h¨¦roes y los valientes, entender¨¢, de una manera casi f¨ªsica, al borde de las l¨¢grimas, rebosante de admiraci¨®n y de envidia, de qu¨¦ diferente pasta pueden estar hechos los hombres.
Uno de cada siete austriacos y alemanes refugiados se alistaron en gran breta?a. eran "los enemigos m¨¢s leales al rey"
"no sent¨ªa ninguna identificaci¨®n con los u-boot. Para m¨ª no eran compatriotas. su destrucci¨®n significaba mi salvaci¨®n"
no se consideran h¨¦roes. "hicimos lo que ten¨ªamos que hacer". cambiaron su naci¨®n por la lealtad a los derechos humanos
La reuni¨®n con Willy Field, ex tanquista (y ex preso en Dachau); Colin Anson, ex miembro del comando de las fuerzas especiales; Bill Howard, ex marino de la Royal Navy; Geoffrey Perry, ex agente de la T Force para cr¨ªmenes de guerra y responsable de la captura a tiros de Lord Haw-Haw, y Harry Rossney, ex miembro de la unidad de registro de tumbas, dedicado a identificar, enterrar y honrar a los ca¨ªdos, es en el hogar de la historiadora Helen Fry, autora de un libro iluminador sobre la tan desconocida peripecia de los 10.000 alemanes y austriacos que lucharon por Gran Breta?a en la guerra contra Hitler. Unos few muy numerosos. Se calcula que uno de cada siete refugiados de esas nacionalidades se alist¨® en las Fuerzas Armadas del pa¨ªs, para el que continuaban siendo legalmente alemanes, pese a servir bajo su bandera. Se acu?¨® para ellos el cari?oso y parad¨®jico apelativo de The?King Most Loyal Enemy Aliens, los extranjeros enemigos m¨¢s leales al rey, que es como se titula el libro de Fry (Sutton, 2007), en el que se basa un extraordinario documental de National Geographic Channel (Digital +, dial 61) que se emite el martes d¨ªa 1 de septiembre a las 23.15, El ej¨¦rcito alem¨¢n de Churchill. A la reuni¨®n en casa de Fry en Temple Gardens, en Golders Green, falta, por estar de viaje, uno de los inicialmente convocados, Ken Adam (originalmente, Klaus Adam), que fue piloto en la RAF y a los mandos de uno de los potentes y devastadores Hawker Tempest Typhoon atac¨® a las fuerzas acorazadas alemanas en Falaise y, lo que debi¨® darle m¨¢s satisfacci¨®n, destruy¨® un cuartel general de la Gestapo. Es una pena no poder contar con ¨¦l (?con lo que nos gustan los aviadores!), uno de los escas¨ªsimos alemanes que sirvieron en la aviaci¨®n de combate aliada. Adam, adem¨¢s, tiene una interesante vida posmilitar: se meti¨® en la industria cinematogr¨¢fica y se encarg¨® del dise?o de producci¨®n de varios filmes de James Bond; adem¨¢s es sir. Por suerte, unos d¨ªas despu¨¦s le pillar¨¦ por tel¨¦fono.
Al llegar a casa de Fry, que ha preparado t¨¦ y s¨¢ndwiches para la ocasi¨®n -as¨ª que el encuentro tiene algo de festiva merienda campestre-, los invitados ya est¨¢n dispuestos. Se encuentran en el saloncito, que muestra las huellas de los revoltosos gemelos de Fry. Deciden que lo mejor es hablar con ellos de uno en uno y le toca en suerte empezar a Howard. Los dem¨¢s le desean buena suerte entre bromas y se van a la cocina a ver si encuentran algo mejor que t¨¦ (parece que s¨ª, porque al poco se oyen grandes risas). Nos instalamos en un tresillo baqueteado. Bill Howard naci¨® como Horst Adolf Hezberg -y cabe imaginar lo que le deb¨ªa disgustar luego lo de Adolf- en 1919 en Berl¨ªn. Huy¨® del pa¨ªs a Gran Breta?a en 1938 despu¨¦s de haber sido puesto bajo vigilancia por la Gestapo. Es un hombre t¨ªmido, pero muy agradable, que luce un traje azul oscuro con una min¨²scula insignia de los veteranos de la Navy en la solapa. "Siendo jud¨ªo decid¨ª unirme a las fuerzas armadas brit¨¢nicas", recuerda. "Sab¨ªa que si ganaba Hitler est¨¢bamos perdidos". Conoc¨ªan la existencia de los campos, "pero no imagin¨¢bamos la dimensi¨®n completa de lo que all¨ª ocurr¨ªa". Como todos los otros leales enemies aliens, a Howard no se le dej¨® ingresar directamente en principio en el ej¨¦rcito, sino en el no combatiente Pioneer Corps. Se les entrenaba para trabajos auxiliares sin armas. Y a menudo se les trataba muy rudamente y como simple mano de obra. "Me enviaron a Francia en 1940, y cuando los alemanes rompieron el frente nos dijeron, entonces s¨ª, que hab¨ªa llegado el tiempo de luchar y nos dieron viejos rifles y unas cuantas balas para enfrentarnos a los panzers". Al igual que ir¨¢n manifestando luego todos sus compa?eros, Howard no ten¨ªa ning¨²n problema en enfrentarse a sus compatriotas a tiros: "Ellos me habr¨ªan matado sin duda". Tras vivir la retirada de Dunkerque, Howard volvi¨® a ser separado del servicio activo hasta 1943, cuando logr¨® entrar en la Royal Navy, un destino -como la RAF- muy restrictivo con quien no fuera brit¨¢nico. Sirvi¨® en varios buques, interceptando mensajes en alem¨¢n. Su trabajo era secreto. Le encanta contar la an¨¦cdota del capit¨¢n del crucero HMS Bellona, que cuando se enter¨® por el propio Howard de que ten¨ªa un alem¨¢n a bordo mascull¨® agitando la cabeza: "Espero que el Almirantazgo sepa lo que est¨¢ haciendo". Lo sab¨ªa: nuestro hombre no s¨®lo particip¨® activamente en la caza del Tirpitz y en la escolta de convoyes, sino que posiblemente salv¨® a su propio barco al captar voces que permitieron averiguar la presencia de un submarino al acecho y atacarlo. "?Bien hecho!", le dijo entonces el mismo oficial. ?Qu¨¦ pensaba de los U-Boot? "Los odiaba, no sent¨ªa ninguna identificaci¨®n con sus tripulantes, ni tampoco compasi¨®n; no eran compatriotas. Eran el enemigo. Su destrucci¨®n significaba mi salvaci¨®n". Del asunto peligroso de los convoyes camino de Kola Bay, en Rusia, con los mercantes ardiendo como teas en el mar gris plagado de tiburones de acero, dice con modestia que era "muy fr¨ªo y aburrido". Howard ha regresado en ocasiones a Berl¨ªn para visitar a la familia de su madre, jud¨ªa, que sobrevivi¨® al Holocausto. "Pero no me siento alem¨¢n en absoluto".
Willy Field (Willy Hirschfeld, Bonn, 1920) es el m¨¢s encantador de este grupo entra?able. Fue conductor de tanques en el octavo regimiento de h¨²sares mecanizados, parte de las famosas ratas del desierto. Tiene el pelo muy blanco y habla con marcado acento alem¨¢n. "En Alemania todo fue bien hasta que llegaron los nazis. ?ramos jud¨ªos, aunque no practicantes. Luego mi padre perdi¨® el trabajo, lo perdimos todo. Las cosas fueron a peor. Recuerdo la sinagoga de Bonn ardiendo la Noche de los Cristales Rotos. Un d¨ªa la Gestapo me detuvo. A¨²n puedo o¨ªr el sonido espantoso de la puerta de la celda al cerrarse. Ten¨ªa 18 a?os y preguntaba ingenuamente: '?Qu¨¦ he hecho?'. Me deportaron en 1938 a Dachau. Es dif¨ªcil explicar lo que presenci¨¦ all¨ª. Cada d¨ªa gente que no lo soportaba se lanzaba contra las vallas electrificadas. A veces pas¨¢bamos hasta 10 horas formados para el recuento, al raso. Ten¨ªas que ir con mucho cuidado de no cometer ning¨²n error. Al final, despu¨¦s de tres meses, mis padres me localizaron. Consiguieron sacarme de ah¨ª y me enviaron a Inglaterra". Field hace una larga pausa: "S¨®lo volv¨ª a ver a mi hermana gemela". ?Los otros murieron? Parece no o¨ªr. ?Murieron? "S¨ª, en Minsk". Desde Gran Breta?a trataron de salvar a la familia, "pero ya era demasiado tarde". Trabaj¨® en granjas, en algunas le trataron mal por ser alem¨¢n. Al estallar la guerra se alist¨®. Tras Dunkerque, con la psicosis de invasi¨®n, lo enviaron junto con otros centroeuropeos a Australia, en parte por su propia seguridad, en parte por la paranoia de una quinta columna. Un viaje terrible. "Para los guardias brit¨¢nicos todos ¨¦ramos nazis, puedo entenderlo. Era duro, pero est¨¢bamos vivos. Y Hitler no pod¨ªa invadir Australia". A finales de 1941, al empezar a cambiar la marea de la guerra, los reclamaron de vuelta para pelear. "Mi ambici¨®n era conducir tanques, por est¨²pido que parezca. El entrenamiento fue muy riguroso. Obtuve mi boina negra y fui a un buen regimiento. Por entonces hab¨ªa cambiado ya la forma de vernos. Yo ya no era alem¨¢n, pero tampoco a¨²n brit¨¢nico, pese al cambio de nombre". En su tanque Cromwell Mk IV, la tripulaci¨®n como "una familia", Field vivi¨® tremendas aventuras b¨¦licas. "?C¨®mo me sent¨ªa combatiendo a los alemanes? Me sent¨ªa muy bien, feliz y?orgulloso. No era por venganza, pero estaba harto de los nazis. Recuerdo a los primeros prisioneros, me hicieron interrogarlos y les sorprend¨ªa ver a un brit¨¢nico que hablara tan bien el alem¨¢n". En 1944, camino de Nimega, un antitanque les alcanz¨® con un disparo directo. "El comandante, John Sutherland, y el artillero, Albert Parfitt, estaban muertos, trat¨¦ de sacar al radiooperador, John Gardner, y entonces recibimos un segundo impacto y el tanque se incendi¨®. ?l muri¨® y yo qued¨¦ malherido. Fui el ¨²nico superviviente". ?C¨®mo es estar bajo el fuego? "Es dif¨ªcil de explicar, no est¨¢s asustado. Me asust¨¦ m¨¢s cuando me llevaron a volver a ver nuestro tanque y vi c¨®mo hab¨ªa quedado. La infanter¨ªa los llamaba ata¨²des de acero por algo". Field tuvo otro tanque y la inmensa satisfacci¨®n de desfilar en Berl¨ªn ante Churchill y los otros l¨ªderes aliados en julio de 1945 durante la Parada de la Victoria. Dice que la visi¨®n de la capital del Reich destruida no le provoc¨® ning¨²n sentimiento. "En aquel momento pens¨¦ que se lo merec¨ªan". Acab¨® como sargento. En 1947 le concedieron la ciudadan¨ªa brit¨¢nica. En 2001 tuvo los arrestos de visitar Dachau.
GeofFrey Perry (Horst Pinschewer), de 85 a?os, entra en la habitaci¨®n con una taza en las manos y una gran sonrisa. Su voz es extra?amente suave y dulce y contrasta con su aspecto corpulento. En su juventud, durante la guerra, fue un joven atractivo, con un aire a lo Sal Mineo. Escap¨® a los 13 a?os de Berl¨ªn, en 1938, con su familia, cuando las cosas se pusieron insoportablemente mal para los jud¨ªos. Intento ver en sus ojos algo del horror que descubri¨® al entrar en el campo de Bergen-Belsen el 26 de abril de 1945, s¨®lo 11 d¨ªas despu¨¦s de la liberaci¨®n. Pero s¨®lo hay amabilidad. Tiene los pies muy hinchados. Explica su mejor historia, la captura del traidor Lord Haw-Haw (William Joyce), que le hizo c¨¦lebre. "Estaba en una unidad especial de desnazificaci¨®n. Tomamos Radio Hamburgo y le¨ªmos desde sus micr¨®fonos el primer mensaje aliado. Desde all¨ª hab¨ªa emitido s¨®lo dos d¨ªas antes Lord Haw-Haw su propaganda dictada por Goebbels". Poco despu¨¦s, recogiendo le?a, ¨¦l y un compa?ero se toparon con un tipo sospechoso. "Su voz sonaba igual que la tan conocida del traidor, y al pedirle que se identificara meti¨® la mano en el bolsillo. Eso no me hizo muy feliz. Y cuando le vi sacar un arma, dispar¨¦ la m¨ªa. ?D¨®nde? En el culo. Le atraves¨¦ ambas nalgas: con una bala hice cuatro agujeros. No era una herida mortal, pero s¨ª muy molesta". Se regodea en la iron¨ªa: "Yo, un alem¨¢n en uniforme brit¨¢nico, atrapaba al mayor traidor brit¨¢nico que trabajaba para los nazis. Una tremenda coincidencia". Perry deplora que colgaran a Lord Haw-Haw, que al final no ten¨ªa cr¨ªmenes de sangre.
Un descanso permite ir a la cocina a por un refrigerio. El fot¨®grafo aprovecha para retratar al grupo. "Es para Madame Tussaud", bromea Field. Harry Rossney (Helmuth Rosettenstein, nacido en Koenisberg en 1919) es un caso especial: chupado y con bigotito, tiene la apariencia menos marcial que pueda imaginarse. En realidad, su tarea en la guerra no fue lo que se dice tipo Haza?as b¨¦licas. Se la pas¨® haciendo cruces.
"Las hac¨ªa y ense?aba a otros a hacerlas", explica t¨ªmidamente. "Fui llamado a filas en Alemania. Por dos semanas evit¨¦ incorporarme y eso me salv¨® sin duda la vida. Tres primos m¨ªos murieron en Stalingrado". Rossney lleg¨® a Inglaterra en 1939 y desde el principio lo tuvo claro: no quer¨ªa llevar armas ni matar. "Y eso hice, serv¨ª en el ej¨¦rcito, pero no luch¨¦ ni mat¨¦ a nadie, ped¨ª entrar en una unidad no combatiente". Una de sus experiencias m¨¢s penosas fue cuando en Normand¨ªa encontr¨® una cruz con un casco alem¨¢n encima agujereado por la bala de un francotirador: al leer el nombre vio que se trataba de la tumba de uno de sus mejores amigos del colegio. Lo enrolaron en la Graves Registration Unity por su pericia como dise?ador, su conocimiento de idiomas y su buena letra. Se ocupaban de dise?ar, tallar, pintar e inscribir cruces. "Qu¨¦ te voy a decir, era un trabajo muy deprimente. Estabas rodeado de muerte continuamente. J¨®venes muertos en la flor de la vida. Recog¨ªamos a la gente y la enterr¨¢bamos con propiedad. Era una labor interminable. Siempre hac¨ªan falta cruces. Calculo que hice unas 10.000. Hab¨ªa que hacer bien aquello, cada nombre deb¨ªa quedar claro y bonito, sin acortarlo". Algo de la f¨²nebre tristeza y melancol¨ªa del trabajo de Rossney empapa la conversaci¨®n. "No soy un hombre religioso, no voy a la sinagoga, pero acept¨¦ mi destino, comprend¨ª que hac¨ªa un trabajo necesario. Me lo tom¨¦ muy en serio. Est¨¢ en mi naturaleza ser muy profesional. Las cruces que dej¨¦ tras de m¨ª eran todas adecuadas. Es lo menos que pod¨ªa hacer. ?sa fue mi guerra".
El ¨²ltimo veterano de la tarde inolvidable es el que vivi¨® una guerra m¨¢s audaz
-sobre todo si lo comparamos con Rossney-. Colin Anson (Claus Leopold Octavio Ascher), nacido en Berl¨ªn en 1922, consigui¨® entrar en los selectos Royal Marine Comandos. Se presenta, bromeando, como en un interrogatorio militar: "?Nombre y rango!". Pero luego mostrar¨¢ una p¨¦rdida repentina de memoria -lo normal cuando uno tiene una edad y lo han malherido en Sicilia en un ataque de Stukas- y se disculpar¨¢ de manera entra?able: "Lo siento, no tengo mi mejor d¨ªa". Le acompa?a su mujer, Alice, n¨¦e Gross, jud¨ªa vienesa que tambi¨¦n huy¨® de su pardo pa¨ªs y sirvi¨® en la WAAF (auxiliares femeninas de la fuerza a¨¦rea). "Al cambio de nombre, que se hac¨ªa por razones de seguridad, llegu¨¦ cuando todos los nombres corrientes estaban cogidos, y entonces me vino a la cabeza el del almirante Anson, que me pareci¨® muy brit¨¢nico". ?Por qu¨¦ se meti¨® en los comandos? "Era mi responsabilidad hacer algo, y parec¨ªa que en operaciones clandestinas pod¨ªa ayudar especialmente a ganar la guerra, admito que tambi¨¦n hab¨ªa algo atractivo en el prestigio de las unidades de ¨¦lite". En los comandos ense?aban a matar con arma blanca y hasta con las manos desnudas. "Es cierto, pero yo no mat¨¦ a nadie de esa manera. Dispar¨¦, pero no s¨¦ si le di a alguien. En realidad no recuerdo", ironiza en referencia a la ¨²ltima pel¨ªcula de Tarantino, "ninguna lecci¨®n de c¨®mo arrancar cabelleras o destripar al enemigo. Lo cierto es que prefer¨ªamos coger prisioneros. La lucha m¨¢s fuerte la viv¨ª en Yugoslavia. Nos enfrentamos a una gente poco agradable, la divisi¨®n Prinz Eugen de las Waffen SS, reclutada entre fascistas croatas y dirigida por oficiales austriacos de las SS que eran unos nazis fan¨¢ticos". Vaya, conoci¨® al aventurero sir Fitzroy MacLean? "Bitte?", se le escapa en alem¨¢n a Anson. Y al repetirle la pregunta: "S¨ª, s¨¦ a qui¨¦n se refiere, lo lanzaron en paraca¨ªdas con Tito, pero no le conoc¨ª personalmente". Bromea con la tremenda herida sufrida, que le dej¨® el cerebro al aire. "Usaron un trozo de cr¨¢neo de alguien que ya no necesitaba el suyo", se?ala, d¨¢ndose golpecitos con el pu?o en la cabeza. "Fue duro, pero gracias a ello me perd¨ª Anzio y Montecassino". Cuando se le insiste en que es curioso que alguien en su situaci¨®n -alem¨¢n de origen- decidiera servir en una rama del ej¨¦rcito en la que hab¨ªa que enfrentarse tan directamente al enemigo, casi mir¨¢ndole a los ojos, como quien dice, recalca que ¨¦l, a pesar de considerar que la barbarie nazi ten¨ªa que ser destruida -y no como algo abstracto: su padre muri¨® en Dachau-, no?ten¨ªa nada en particular contra los alemanes, s¨®lo contra los nazis. "Yo me sent¨ªa, adem¨¢s, completamente un soldado brit¨¢nico. Nunca me vi como un traidor, siempre pens¨¦ que estaba en el lado bueno. Jam¨¢s tuve la sensaci¨®n de luchar contra mi pa¨ªs o mi gente, sino contra un totalitarismo inhumano, no creo que mi posici¨®n, la de todos nosotros, fuera diferente de?la?de los espa?oles que combatieron a?Franco".
Anson considera que ni ¨¦l ni sus colegas fueron grandes h¨¦roes. "Hicimos lo que ten¨ªamos que hacer". La frase resume lo que fue la guerra de estos hombres valientes que hoy, tras conjurar su perdida juventud, entrechocan alegres sus vasos apoyados en la lavadora mientras un resplandeciente rayo de sol ilumina afuera el peque?o jard¨ªn y un mundo, gracias a ellos, indudablemente mejor.
Unos d¨ªas despu¨¦s, ya en Espa?a, consigo entablar comunicaci¨®n telef¨®nica con Ken Adam, el que faltaba del grupo. Se muestra no menos encantador que el resto de sus camaradas desde su casa de Knightsbridge. "Me encantaba volar", dice el viejo piloto con un suspiro. "Y no se puede imaginar lo que eran los Typhoon, unos aparatos extraordinarios, probablemente los aviones m¨¢s poderosos del mundo". Cuando se le pregunta por la destrucci¨®n del cuartel de la Gestapo, r¨ªe travieso, y uno cree escuchar al joven y audaz piloto de anta?o. "Fue una satisfacci¨®n, s¨ª, aunque no ve¨ªas gran cosa al ir a toda velocidad y disparar una salva de ocho cohetes; destru¨ªas un mont¨®n. Tendr¨ªa que ver lo que hac¨ªamos con los panzers, incluso los pesados tigers volaban por los aires. Pero deb¨ªas apartarte en seguida para no sufrir los efectos de tus propias explosiones". No en balde le llamaban Heinie, the tank buster. Como sus compa?eros de The King's Most Loyal Enemy Aliens, Adam tiene una simp¨¢tica tendencia natural a relativizar su actuaci¨®n en la guerra. "Ten¨ªa amigos en los Lancaster y me parec¨ªa que lo suyo, ir a bombardear y ser diana cada noche de los antia¨¦reos y cazas alemanes, s¨ª que era coraje, hasta que un d¨ªa uno me dijo que al menos ellos iban acompa?ados, toda una tripulaci¨®n, mientras que yo volaba siempre solo; eso me dio que pensar". De lo de?luchar contra sus compatriotas dice que no le produc¨ªa un sentimiento especial. "Me sent¨ªa muy afortunado de poder hacer algo, de luchar para acabar con los campos de concentraci¨®n y las c¨¢maras de gas, donde perd¨ª a mucha familia". No tuvo ning¨²n problema, recalca, por ser alem¨¢n en la RAF. "Mi escuadrilla, la 609?, era muy internacional, franceses, belgas, australianos, neozelandeses, y con un gran esp¨ªritu de cuerpo: ¨¦ramos un equipo, como de rugby o cr¨ªquet. Buenos camaradas".
Al despedirnos y cortar la comunicaci¨®n, la voz del antiguo piloto sigue flotando unos instantes en el aire, envolviendo el mediod¨ªa de verano en una maravillosa atm¨®sfera hecha de vieja nobleza de los cielos, memoria de coraje y aut¨¦ntico valor.?
Valientes bajo otra bandera
Harry Rossney
Nacido en Koenisberg en 1919 como Helmuth Rosettenstein. Nunca empu?¨® un arma. Fue un h¨¦roe diferente. Se encargaba de dise?ar cruces para las tumbas de los ca¨ªdos en combate. Dice que elabor¨® 10.000. ?sa fue su guerra.
"No soy un hombre religioso, pero acept¨¦ mi destino. Era un trabajo muy deprimente. Estabas rodeado de muerte continuamente. J¨®venes muertos en lo mejor de sus vidas"
Colin Anson
Claus Leopold Octavio Ascher naci¨® en Berl¨ªn. Tiene 87 a?os y combati¨® en los comandos de la Royal Marine. De cara al enemigo. Contra los nazis en Yugolsavia. Su padre muri¨® en el campo de trabajos forzados de Dachau.
"Nunca me sent¨ª un traidor, siempre pens¨¦ que estaba en el lado bueno. Luch¨¦ contra un totalitarismo inhumano"
Bill Howard
Este berlin¨¦s, de 90 a?os (en el centro en la foto), sirvi¨® en la Royal Navy sin remordimientos. Odiaba a sus compatriotas.
"Siendo jud¨ªo decid¨ª unirme a las fuerzas armadas brit¨¢nicas. Sab¨ªa que si ganaba Adolf Hitler est¨¢bamos perdidos"
Ken Adam
Klaus, su verdadero nombre, fue piloto de la RAF. ?l solo destruy¨® un cuartel general de la Gestapo. Tiene el t¨ªtulo de 'Sir'.
"Me sent¨ªa afortunado de poder hacer algo para acabar con los campos de concentraci¨®n y las c¨¢maras de gas, donde perd¨ª a familiares"
Willy Field
Ex tanquista. En la imagen de arriba, el del centro. A ojos de los dem¨¢s, no era alem¨¢n, pero tampoco brit¨¢nico. Fue el superviviente de una ofensiva contra su tanque en Nimega en 1944. Tambi¨¦n sali¨® con vida del campo de trabajos de Dachau.
"Me sent¨ªa feliz combatiendo a los alemanes. No era por venganza, estaba harto de los nazis
Geoffrey Perry
Ha cumplido los 85. Huy¨® de Berl¨ªn a los 13 a?os y estuvo recluido en el campo de Bergen-Belsen. All¨ª conoci¨® el horror. Cuando fue agente de la T Force para cr¨ªmenes de guerra logr¨® capturar al famoso disidente Lord Haw-Haw.
"Yo, un alem¨¢n en uniforme ingl¨¦s, atrapaba al mayor traidor brit¨¢nico entre los nazis"
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