La Gran Depresi¨®n del 29 vista por un ni?o
No puede decirse que los medios informativos hayan sido obscuros o lac¨®nicos en sus investigaciones, profec¨ªas o juicios de valor sobre la actual crisis financiera, aun cuando a mi juicio no han faltado innecesarias Casandras pregonando apocal¨ªpticas amenazas sobre este tema.
Esta facundia informativa aumenta cuando alg¨²n medio pretende buscar similitudes entre la crisis de 1929 y la que nos flagela en estos momentos. Bien es verdad que la distancia temporal entre estas dos crisis se acerca a los 80 a?os y no resulta f¨¢cil encontrar a alguien que haya vivido con un m¨ªnimo de raciocinio estas dos fechas, quiz¨¢s s¨®lo personajes de larga vida literaria, como el centenario Francisco Ayala.
Los fot¨®grafos crearon un mundo de im¨¢genes inolvidables de aquel gran desastre
Humildemente hago constar que quien perge?a estas l¨ªneas naci¨® en el a?o 1917 y que cuando se produjo el hist¨®rico martes negro en la Bolsa norteamericana yo hab¨ªa cumplido los 12 a?os y ten¨ªa cierta familiaridad con la prensa, de la cual le¨ªa no s¨®lo las tiras c¨®micas, lo que hubiera sido l¨®gico, dada mi edad. Mi progenitor, un socialista fervoroso, tra¨ªa a casa todos los d¨ªas El Sol y La Voz, que se convert¨ªan en met¨¢fora de aquella informaci¨®n progresista. Como la prensa diaria de aquellos a?os utilizaba poco la imagen y el huecograbado, tambi¨¦n compr¨¢bamos revistas como Estampa o Blanco y negro.
Aunque se dice que cuando hablamos de nuestra infancia no hacemos historia sino poes¨ªa, aquel tiempo, con sus tragedias y sus im¨¢genes del paro, la estrechez y el hambre, no estaba por deliquios literarios, sino m¨¢s bien por una historia pura y dura. Y fueron los fot¨®grafos los que asumieron el papel de crear un mundo de im¨¢genes inolvidables de aquel gran desastre.
Varias de estas im¨¢genes las recuerdo con toda nitidez: en una, un caballero muy bien vestido, ocultando su rostro con una careta, vend¨ªa manzanas de un gran caj¨®n; en otra, colas inacabables de parados hambrientos esperaban, escudilla en mano, comer algo de los humeantes calderos instalados en las calles.
Es posible que los fot¨®grafos de las grandes revistas abusaran un poco de las im¨¢genes de hombres desastrados y de mujeres mal vestidas y con gre?as hu¨¦rfanas de peine, al estilo de Dorothea Lange, cuya obra sobre la Gran Depresi¨®n pudimos admirar hace poco en Madrid. Sin embargo, la fotograf¨ªa m¨¢s impactante que archiv¨® mi mente infantil mostraba la imagen cl¨¢sica de una larga fila de hambrientos ante el caldero de sopa. El fot¨®grafo (cuyo nombre desgraciadamente he olvidado) evidenciaba el mensaje pol¨ªtico con el fondo de la imagen: una tapia, donde aparec¨ªan unos sonrientes americanos vestidos con elegancia y el eslogan: The american way of life. Como yo no sab¨ªa ingl¨¦s, tuvo que ser mi padre quien me explicara la injusticia de aquellos dos mundos superpuestos.
Los tres a?os siguientes los pas¨® mi familia en Las Palmas de Gran Canaria, en aquel entonces, una ciudad peque?a y tranquila. Nuestro s¨®lido r¨¦gimen alimenticio basado en el gofio, los pl¨¢tanos y el pescado no sufri¨® ninguna alteraci¨®n en su precio. No obstante, puedo recordar n¨ªtidamente c¨®mo sufrimos las consecuencias de la crisis cuando en el a?o 1931 o 1932 se abri¨® en Las Palmas una sucursal del Banco de Catalu?a. Este representante de las finanzas catalanas fracas¨® a los dos a?os; sencillamente, quebr¨® y se llev¨® 25.000 pesetas del negocio familiar, dejando sin sus ahorros a otras muchas familias de la isla.
Recog¨ª entonces muchas impresiones de la gran crisis de 1929, pero, como es natural y siendo un ni?o esta realidad estaba muy lejos de mi compresi¨®n.
S¨®lo unos a?os despu¨¦s, ya adulto f¨ªsica y mentalmente, pude tener acceso a la abundante bibliograf¨ªa sobre las causas de aquel crack y de los posibles remedios.
En 1930 apareci¨® un librito muy claro y revelador del polit¨®logo y economista franc¨¦s Bertrand de Jouvenel: La crise du capitalisme americain era su t¨ªtulo. Con un estudio de la Gran Depresi¨®n de 1929, a la vez profundo pero tambi¨¦n divertido, Jouvenel crea, a modo de par¨¢bola, un supuesto personaje norteamericano, Jones, de clase media, y explica sus avatares econ¨®micos y financieros a lo largo de la d¨¦cada de los veinte.
No podr¨ªa decir si aquellas fotograf¨ªas cambiaron mi vida (recordando el subt¨ªtulo de Gerry Badger sobre la genialidad de la fotograf¨ªa), pero desde luego su recuerdo ha revivido 80 a?os despu¨¦s.
Ricardo Lezcano, escritor, ha sido inspector financiero y tributario.
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