Rep¨®quer de damas (del jazz)
Ecl¨¦cticas y comerciales, una nueva generaci¨®n de cantantes reclama su lugar en la historia
Las grandes damas siempre han cantado conscientes del mestizaje. Estas nuevas, m¨¢s pendientes de los mercados, m¨¢s preparadas para crear productos que tienen como objetivo proporcionar serenidad y placer a los compradores maduros de clases medias, puede que resulten m¨¢s fr¨ªas. Pero no por eso m¨¢s alejadas del talento.
Unas crecieron y aprendieron entre las iglesias y los clubes, las actuales no desprecian la calle y el bullicio, lo exploran, pero se han formado m¨¢s a fondo en los conservatorios. Aun as¨ª, no es lo mismo el toque de sofisticaci¨®n que envuelve a Diana Krall que el compromiso con la m¨²sica callejera de Peyroux. Tiene poco que ver el ambiente musical en el que creci¨® Norah Jones, hija del maestro indio del sitar Ravi Shankar, con otros m¨¢s acad¨¦micos, por los que m¨¢s o menos han pasado casi todas. Como tambi¨¦n han integrado los coros gospel de sus iglesias, caso de la propia Jones o Lizz Wright, donde aprendieron que cantar era una pura y liberadora expresi¨®n de las alegr¨ªas y las penas del alma.
Bridgewater: "Ya tenemos nuestra tradici¨®n, ya somos m¨²sica con historia"
Krall: "Cuando oigo a Sinatra me planteo todo lo que nos queda por aprender"
Dee Dee Bridgewater, maestra de las voces (cantante underground en los setenta y una verdadera estrella en Francia hoy), se explica: "Ya tenemos nuestra tradici¨®n, ya somos una m¨²sica con historia. Nuestros m¨²sicos afroamericanos son los Mozart y los Beethoven de Estados Unidos", comenta esta cantante nacida en Memphis, en 1950, que ha rendido sus tributos a Fitzgerald, a Horace Silver y prepara uno para Billie Holiday en igual medida que ha probado a fondo sus influencias africanas en Mal¨ª y ha revitalizado a los cl¨¢sicos de la canci¨®n francesa en el maravilloso J'ai deux amour.
Bridgewater tiene voz, car¨¢cter y discurso. Pero lo que la caracteriza es una b¨²squeda constante, propuestas arriesgadas, nuevas lecturas de los cl¨¢sicos. Cree que las nuevas generaciones femeninas del jazz vienen con ganas, pero tienen que enfrentarse a varios problemas. "Es m¨¢s dif¨ªcil explorar como se hac¨ªa en los a?os treinta, cuarenta, cincuenta, pero hay que intentar abrir nuevos caminos. Lo malo es cuando las cosas suenan a copia. El p¨²blico se merece un estilo, una personalidad", comenta.
Es complicado cuando las bases y la creatividad precedentes han sido tan fuertes. Pero las nuevas estrellas del jazz cuentan con un acervo que va m¨¢s all¨¢ del g¨¦nero, se ba?a en las profundas aguas de la cultura pop y toman el sol bajo la luminosidad hippy de Janis Joplin, Carole King o Joni Mitchell.
Aun as¨ª les resulta dif¨ªcil deshacerse de la sombra de genios como Holiday. En el caso de Peyroux, mucha gente comenta su parecido vocal. Ella tambi¨¦n lo admite: "Holiday ha sido siempre una gran influencia, quiz¨¢s demasiado fuerte", cuenta la cantante estadounidense con una sincera transparencia. En su ¨²ltimo trabajo, Bare Bones, totalmente compuesto por ella con un completo apoyo del productor Larry Klein (ex marido de Joni Mitchell y art¨ªfice del sonido de esta generaci¨®n), ha tratado de escaparse un tanto de ese parecido. Pero lo cierto es que en otros, como el fascinante Careless Love, el eco de Holiday que sonaba resultaba insoslayable.
Peyroux tiene much¨ªsimas cualidades. Atrapa, sorprende en muchas facetas. Siempre sabe hacer valer ese cosmopolitismo n¨®mada de quien naci¨® en Georgia pero creci¨® en el neoyorquino Brooklyn ("de ah¨ª soy, sobre todo", confiesa ella), y tambi¨¦n en California y Par¨ªs. De hecho fue en Francia donde comenz¨® a fascinarse con los m¨²sicos callejeros en el barrio latino en Par¨ªs. Algo que r¨¢pidamente prob¨®, guitarra en mano. "Cantar en la calle me ha ayudado mucho. Me ha hecho mucho m¨¢s espont¨¢nea. Me ha quitado miedo", asegura.
Son influencias que llegan, quedan, vuelan con ellas. Como ahora la m¨²sica brasile?a en el ¨²ltimo y muy redondo trabajo de Diana Krall. Quiet Nights, un sentido homenaje a sus ¨ªdolos Joao Gilberto, Vinicius de Moraes o Antonio Carlos Jobim. Y eso que Krall viene del fr¨ªo. De las costas canadienses de la isla de Nanaimo, lejos de Nueva Orleans, cierto, pero crecida en el seno de una familia cuya abuela era int¨¦rprete de jazz.
Krall ha querido varias veces huir de la etiqueta "cantante de jazz". Ella se considera "m¨²sico", a secas. Cree que las generalizaciones empeque?ecen y m¨¢s vale huir de ellas. Entre otras cosas, no le vienen bien a su faceta de gran pianista. Pero no reniega de la tradici¨®n. En absoluto. "Me siento heredera de algunas grandes, como Peggy Lee. Fue algo que una vez me dijeron al compararme con ella y que por supuesto tomo como un elogio", asegura. Ambas son y han sido dos rubias blancas que conquistaron un lugar consagrado a la m¨²sica negra. Como Chris Connor, Anita O'Day , Hellen Merrill o Blossom Dearie. No tan outsider resulta Krall, en todo caso, cuando ha cantado para el presidente Obama en los fastos de su nombramiento.
Sobre el presente, Diana Krall es optimista y humilde. No cree que nadie pueda superar cotas de modernidad del pasado. "Escucho a Charlie Parker, a John Coltrane y pienso: ?Dios m¨ªo! ?C¨®mo eran de modernos! En cuanto a los cantantes que nos dedicamos a esto ahora... De acuerdo, puedo contar algunos y algunas muy buenos. Pero cuando oigo atentamente a Sinatra me planteo todo lo que todav¨ªa nos queda por aprender".Quiz¨¢s no han tenido la vida agitada de Billie Holiday. Pero han buceado dignamente en la memoria de su voz rota. Puede que ninguna de ellas alcance la perfecci¨®n absoluta de Ella Fitzgerald. Y sin embargo respetan su figura como la de una diosa. Algunas pueden llegar incluso a so?ar con la versatilidad de los registros y la calidez de Sarah Vaughan. Pero se parecen m¨¢s en su sentido pr¨¢ctico a Dinah Washington y son tambi¨¦n hijas del sano eclecticismo que caracteriz¨® siempre a la inconformista Nina Simone. Lo que une a Madeleine Peyroux, Diana Krall, Lizz Wright, Norah Jones, Cassandra Wilson (m¨¢s veterana) o Esperanza Spalding (que adem¨¢s toca el contrabajo) es que acaso formen la primera generaci¨®n de grandes voces digna de llamarse as¨ª desde los cincuenta. M¨¢s comerciales, m¨¢s ecl¨¦cticas y con menos car¨¢cter que aqu¨¦llas, pero tambi¨¦n menos acomplejadas que las que las precedieron en los sesenta, setenta y ochenta, que vivieron arrinconadas por cuestiones pol¨ªticas (Abbey Lincoln), por falta de personalidad o, simplemente, por brillar como aislados destellos en la noche oscura (Sheila Jordan o Dianne Reeves).
Hoy, este tipo de m¨²sica no es el sonido de humo y metal que sol¨ªa ser el jazz en su estado puro. Pero cabe preguntarse algo. ?Cu¨¢ndo el jazz, ese arte mestizo y callejero, ese sonido del alma, el amor, la risa y el sufrimiento, ha sido algo puro? El verdadero gen de esa m¨²sica es la impureza, el origen bastardo que le da la constante frescura, la improvisaci¨®n, el variable estado de ¨¢nimo.
CINCO DISCOS PARA UNA GENERACI?N DE VOCES
De una calle de Par¨ªs
- M. Peyroux. Dreamland (1996). Fue el primer destello de una voz joven con bastantes vivencias como para poder entonar la tristeza. Despu¨¦s de esto, desaparecer¨ªa durante casi 10 a?os.
El gran ¨¦xito
- Norah Jones. Hija del Ravi Shankar, la cantante barri¨® con su primer disco, Come away with me (2002): 20 millones de copias y 8 premios Grammy. Despu¨¦s, nada volvi¨® a ser lo mismo en un Starbucks.
La nueva Ella
- Lizz Wright. Salt (2003) confirm¨® el talento, entre el folk y el jazz, de esta voz ¨²nica. Su padre era predicador y su madre cantaba gospel. Ecos de Nina Simone y Sarah Vaughan.
La voz del piano
- Diana Krall. La cara (y la voz) m¨¢s reconocible del grupo. Pianista canadiense, Quiet nights (2009) es solo la ¨²ltima demostraci¨®n del talento vers¨¢til y comercial de la mujer de Elvis Costello.
Futuro brillante
- Esperanza Spalding. A sus 23 a?os es lo que su nombre (y el de su ¨²ltimo ¨¢lbum, de 2008) indica. La cantante y bajista, dotada de un ins¨®lito talento instrumental, es una s¨®lida apuesta de futuro.
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