Cicatrices religiosas
La noticia de que una modelo de Malaisia ha sido condenada a recibir seis azotes por haber sido sorprendida bebiendo una cerveza en un club nocturno puede parecer una an¨¦cdota. En un mundo desbordado de cr¨ªmenes cometidos en nombre de cualquier sigla, de cualquier fanatismo, sea religioso o pol¨ªtico, que justifica arrebatar la vida o volar las piernas con una bomba a un vecino que no piense como ellos, los azotes parecen una historia menor.
El caso es que el l¨¢tigo, como instrumento de castigo, tiene una amplia tradici¨®n en nuestra cultura. Esclavos, prisioneros y marineros rebeldes lo han padecido en sus carnes. La vara flexible, un instrumento de tortura en manos expertas, tambi¨¦n tiene su tradici¨®n en la ense?anza y permanece, discretamente, entre la parafernalia del llamado "vicio ingl¨¦s", que no tiene que ver con la anglofilia sino con el sadomasoquismo. Los pa¨ªses m¨¢s desarrollados han hecho de la erradicaci¨®n del castigo f¨ªsico, de la tortura, de la pena de muerte, una bandera irrenunciable. Tal vez por ello la base militar norteamericana de Guant¨¢namo, como centro de detenci¨®n y tortura, se haya convertido en un s¨ªmbolo de horror y verg¨¹enza.
Por eso es m¨¢s que probable que la difusi¨®n internacional de la condena de la modelo de Malaisia, Kartika Sari Dewi Shukarno, de 32 a?os, impuesta por un tribunal isl¨¢mico, haya obligado a aplazar el castigo, al menos, hasta que pase el Ramad¨¢n. Es razonable pensar que la pol¨¦mica habr¨¢ hecho mella en el Gobierno de Malaisia, donde los musulmanes son una minor¨ªa importante, un 40%, pero el Estado no es confesional. Otros pa¨ªses, como Ir¨¢n, son menos sensibles a la opini¨®n p¨²blica internacional, y mantienen el l¨¢tigo, la lapidaci¨®n o la horca para aquellos que se atreven a infringir las normas de su autoritarismo religioso.
Todas las sociedades tienen memoria de las cicatrices que dejan los l¨¢tigos del fanatismo religioso y pol¨ªtico. Pero tal vez el peor de los fanatismos es aquel que tiene la doble condici¨®n: la violencia con la coartada de la defensa de una visi¨®n sagrada de la vida o de la historia. Los c¨®digos de la sharia, que tanto nos escandalizan, tal vez no sean tan ajenos a aquellos que entre nosotros "comprenden" la violencia, incluso el asesinato del otro, por razones tan sagradas como la defensa de su causa.
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