De la raz¨®n incorp¨®rea a la rumba feliz
Antonio Mairena, que adem¨¢s de cantaor fue un estudioso del flamenco, desarroll¨® una teor¨ªa alrededor de lo que Federico Garc¨ªa Lorca y Manuel de Falla llamaban el duende del flamenco, que ¨¦l llam¨® "la raz¨®n incorp¨®rea". Un arte con alma, dif¨ªcil de explicar. Un arte que transmite el lamento de un pueblo de forma espont¨¢nea, en momentos ¨²nicos. Sin embargo, desde los a?os cincuenta, el flamenco no se quita de encima la imagen de la "Espa?a ca?¨ª" que ha forjado en torno a ¨¦l un mito que traspasa las portadas de los discos para ocuparlo todo: desde un cenicero que se vende como souvenir a una mu?eca que adorna una estanter¨ªa hasta un dulce de membrillo que se comercializa bajo la marca Buler¨ªas. Una relaci¨®n, la de un arte de fuertes ra¨ªces, con la cultura popular y superficial, de producci¨®n en serie y con un toque na?ve, que protagoniza el libro Kitsch y flamenco, escrito por el cr¨ªtico musical Luis Clemente, que ha acumulado material para su obra durante m¨¢s de treinta a?os. Productos baratos, hechos en serie, industriales m¨¢s que artesanales, sencillos y simples: una cultura barata para un arte de momentos ¨²nicos.
Kitsch y flamenco
Luis Clemente. Lapisl¨¢zuli, Sevilla, 2009. 140 p¨¢ginas. 18 euros.
Una relaci¨®n que arranca en los cincuenta con la producci¨®n discogr¨¢fica a una mayor escala, para crear una imagen identitaria: Spain is different. "Una imagen kitsch, la que transmiten las portadas de los discos, intencionada y controlada: bajo la alegr¨ªa del estereotipo", explica Clemente, "subyace el control del r¨¦gimen franquista, la sociedad de consumo, una mentalidad conservadora y conformista. La botella de T¨ªo Pepe que preside el kil¨®metro 0 en la Puerta del Sol, uno de los lugares guardados en la retina como epicentro, es una botella de vino fino vestida con chaquetilla flamenca y sombrero cordob¨¦s. Dise?ada en 1935 por Luis P¨¦rez Solero, es una imagen simple y directa, orgullo del dise?o patrio". En los cincuenta las salas de fiesta comienzan a sustituir a las orquestas por los discos grabados. Y la producci¨®n de discos se vuelve fren¨¦tica. Los flamencos se suman a la tendencia: el disco sirve como carta de presentaci¨®n. Pocas veces los protagonistas salen en la portada. Se vende una idea: Los gitanos de la cueva, Zambra, Noche de embrujo: una gitana que posa bailando, un cuadro flamenco en una cueva. Y muchas se repiten: Peret y sus gitanos, Fiesta gitana y Los gitanos de la cueva muestran a la misma modelo vestida de flamenca, con el mismo traje que posa al lado del mismo pozo, con leves cambios de postura o de plano. El estilo nace en los cincuenta, pero se institucionaliza en los sesenta y en los setenta se vuelve urbano. Los gitanos dejar¨¢n de salir en las cuevas para hacerlo en el suburbio y arrabal. Se crea una est¨¦tica propia, una superficie que no necesariamente se refiere a un fondo. Y en los noventa surge Camar¨®n de la Isla como estrella de lo kitsch: se venden chapas, mecheros, hasta billetes falsos con su cara. Pero la relaci¨®n entre el kitsch y el flamenco, como est¨¦tica convertida en estilo atrapa a muchos m¨²sicos que la incorporan a su imagen: grupos como Pixies, o Madonna, la utilizan en algunas portadas de discos. Espa?oles como M¨¢rtires del Comp¨¢s, Ojos de Brujo o Elbicho, incorporan una est¨¦tica que pretende decir al mundo que su mal gusto es intencionado.
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