Vecinos y tenderos reclaman regular la prostituci¨®n
Los afectados del Raval consideran que la ordenanza c¨ªvica ha fracasado
Prohibir o regular. Luchar contra la prostituci¨®n -como en Suecia- o tratar de gestionar el que es conocido como el oficio m¨¢s viejo del mundo -como en Holanda-. Esas dos opciones dividen los ¨¢nimos en todas las ciudades y Estados que han afrontado el problema. Barcelona trata de erradicar el negocio del sexo en la calle con una ordenanza c¨ªvica que prev¨¦ multas para quien ofrezca o demande sexo en la calle. Y que se ha demostrado completamente incapaz de lograr su objetivo. En eso coinciden los vecinos del Raval, los comerciantes de la Boqueria y las trabajadoras sociales que se ocupan de ayudar a las prostitutas. La opci¨®n para todos ellos est¨¢ clara: para afrontar los problemas de convivencia que supone la prostituci¨®n, hay que regular las condiciones y los lugares en los que se ejerce.
"Es absurdo multar a las chicas de la calle", denuncia la ONG ?mbit Dona
Las c¨¢maras de la Boqueria no sirven para evitar all¨ª la actividad nocturna
Los abolicionistas creen que reglar la actividad perpet¨²a la opresi¨®n femenina
Algunos pol¨ªticos, en sus despachos, a¨²n se aferran a la ordenanza y dan vueltas a la posibilidad de reformarla. A pie de calles como la de las Egipc¨ªaques, que, con su nombre, atestiguan la presencia de la prostituci¨®n en el Raval desde los or¨ªgenes de ese barrio, la preocupaci¨®n es c¨®mo hacer que esa actividad se lleve a cabo sin molestar.
"De toda la vida ha habido chicas trabajando aqu¨ª", explica Manel Ripoll. No dramatiza el fen¨®meno quien estar¨ªa m¨¢s interesado en hacerlo: Ripoll preside la Asociaci¨®n de Comerciantes de la Boqueria, aquellos que cada ma?ana han de lavar de condones usados la calle antes de abrir sus tiendas. Ripoll, cuya familia tiene un puesto en el mercado desde hace m¨¢s de un siglo, tiene clara la soluci¨®n a este problema concreto desde hace una d¨¦cada: cerrar los accesos al recinto de noche con una verja "de vidrio, no de rejas", subraya. "Eso nos facilitar¨ªa la vida a nosotros, pero el problema en las calles persistir¨ªa", concede, sin embargo, el comerciante.
?Hay que poner entonces m¨¢s polic¨ªas? Los vecinos saben que por muchos agentes que haya, no ser¨¢n suficientes, y lo mismo conceden los portavoces del propio cuerpo. ?C¨¢maras de seguridad? Ya las hay en los porches de la Boqueria, y eso no impide que ese lugar sea uno de los focos donde las prostitutas practican el sexo en la calle.
Ripoll piensa en otra soluci¨®n m¨¢s global: las viejas "casas de citas". "Las chicas que trabajaban all¨ª ten¨ªan que estar identificadas, y cada mes pasaban una revisi¨®n m¨¦dica". Nada de ordenanzas prohibicionistas, pues. "La acci¨®n del Parlamento" es lo que se requiere seg¨²n Ripoll. El ¨²ltimo amago del Departamento del Interior de promover una regularizaci¨®n de la prostituci¨®n se abort¨®, sin embargo, a inicios de 2006, cuando la socialista Montserrat Tura era la consejera.
Y hay esc¨¦pticos. "Cuando una sociedad reglamenta la prostituci¨®n, recluye a las mujeres y reconoce una actividad de violencia contra ellas que deber¨ªa erradicarse", critica Charo Carracedo, portavoz de la Plataforma por la Abolici¨®n. "Lo que hay que hacer es deslegitimar a los prostituidores", a?ade, y remata: "Es infantil pensar que los espacios autogestionados funcionar¨ªan".
Pero no s¨®lo Ripoll a?ora esos burdeles. Tambi¨¦n Maria Casas lamenta que el franquismo los cerrara y lanzase las prostitutas a la calle. "Antes hab¨ªa un pacto de respeto entre los vecinos y las chicas", rememora. Su madre ya viv¨ªa en un barrio en el que ahora Casas preside la asociaci¨®n de vecinos Taula del Raval. Cree que hay que recuperar los espacios donde ejercer la prostituci¨®n fuera de la v¨ªa p¨²blica. "Y estar¨ªa bien que esos lugares se distribuyesen por toda la ciudad", apunta, un tanto harta de que en el Raval se concentre la mayor parte de la canallesca barcelonesa. A la regulaci¨®n, que defiende tambi¨¦n la Federaci¨®n de Asociaciones de Vecinos de Barcelona, a?ade Casas otra receta: sentar en una mesa a vecinos y prostitutas.
Coincide en subrayar esta necesidad de di¨¢logo la trabajadora social Marcela Torres, de la ONG ?mbit Dona. Es la m¨¢s combativa contra una ordenanza municipal que, cree, "ha supuesto un antes y un despu¨¦s en el trabajo de las chicas. Ahora su situaci¨®n es mucho m¨¢s precaria". Torres trabaja en una entidad que atiende a las trabajadoras del sexo desde hace 10 a?os, y denuncia las clausuras de locales y las persecuciones en la calle. "Es absurdo imponer una multa a una chica que ha de trabajar en la calle para ganarse la vida", a?ade.
As¨ª que resume: "Hay pancartas pidiendo un barrio m¨¢s digno. ?M¨¢s digno para qui¨¦n?" Para las prostitutas cada vez es m¨¢s peligroso, opina, porque en lugar de regular se persigue su actividad.
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