"La ficci¨®n ocurre en el vientre"
Ella dice que no, pero a Isabel Allende le sigue doliendo su ¨²ltimo libro. Aunque sea un poco. Ese poco que justifica la tisana caliente con la que calma sus entra?as en lo que a simple vista es una agradable ma?ana de verano en Sausalito, California (Estados Unidos). La raz¨®n de su dolor tiene t¨ªtulo: La isla bajo el mar, su ¨²ltima obra. "Me enferm¨¦ del est¨®mago. Fue brutal. Estuve mal casi dos a?os y no me sab¨ªan decir de qu¨¦. Hasta que termin¨¦ de escribir el libro, y ahora estoy sana como un peral", afirma esta chilena menuda de 66 a?os. Es autora de 19 libros y ha vendido m¨¢s de 51 millones de ejemplares en 27 idiomas (adem¨¢s de esas otras ediciones piratas que sabe que existen aunque no tiene ni una copia). Pero escribir todav¨ªa duele. "La isla bajo el mar es sin duda el libro m¨¢s doloroso que he escrito nunca. Paula fue doloroso, pero en otro sentido. Tambi¨¦n fue una terapia, una redenci¨®n", afirma de la obra que dedic¨® a su hija muerta. "Pero aqu¨ª no hay redenci¨®n. La esclavitud no tiene redenci¨®n. Y sigue sin tenerla porque en la actualidad hay millones de mujeres que siguen siendo esclavas". La isla bajo el mar es Guinea, es ese lugar con el que los esclavos so?aban cuando les sacaban hasta la sangre en las colonias, ese para¨ªso donde al menos sus esp¨ªritus encontraban la paz tras la brutalidad con la que se ve¨ªan acortadas sus vidas. Tambi¨¦n es la evocaci¨®n que hace soportable la vida de Zarit¨¦, la protagonista de la ¨²ltima novela de Allende, una joven esclava del Congo que nos har¨¢ ver el Saint Domingue de 1770 a 1793, antes de ser Hait¨ª o Rep¨²blica Dominicana, y el Nueva Orleans de principios del siglo XIX. "Lo que all¨ª pas¨® en esos a?os fue para enfermar al m¨¢s sano", agrega con otro sorbo de manzanilla antes de hacerse ella misma la pregunta sobre qu¨¦ se le hab¨ªa perdido en ese momento de la historia, en esos parajes, para dedicarle dos a?os de su vida. Nada o todo. As¨ª son las novelas de Isabel Allende. Semillas que est¨¢n en ella y que un d¨ªa, no sabe c¨®mo, florecen. "No me acuerdo si fue durmiendo o reci¨¦n despertada, pero un d¨ªa tuve un sue?o muy poderoso donde vi a Zarit¨¦. As¨ª, como est¨¢ descrita en el libro, alta, segura. Y ya no la tuve que inventar", recuerda de ese momento de inspiraci¨®n del que naci¨® un personaje que en su opini¨®n no tiene nada que ver con ella.
"Un d¨ªa tuve un sue?o muy poderoso donde vi a Zarit¨¦, alta, segura. Y ya no la tuve que inventar"
"En mis libros hay una porque soy de la opini¨®n de que el mundo es m¨¢s de lo que vemos"presencia de la muerte muy fuerte
"Lo del realismo m¨¢gico era antes. No s¨¦ hacia d¨®nde evolucionamos, pero hay una generaci¨®n urbana de autores que se reencuentra"
Rascando m¨¢s hondo es f¨¢cil dar con el momento en el que la semilla de La isla bajo el mar fue plantada en el seno de la escritora chilena. Data de la investigaci¨®n que hizo para El Zorro (2005). Fue entonces cuando descubri¨® la existencia de esa Nueva Orleans de principios del XIX donde exist¨ªa una clase media negra, libre y educada, fruto de la llegada de los m¨¢s de 10.000 exilados que salieron huyendo de la revoluci¨®n de Hait¨ª, "un colectivo que inclu¨ªa a las familias blancas, sus concubinas de color y los hijos de sangre mezclada". El tema, obviamente, se qued¨® con ella. "Te hace entender todo el odio y el resentimiento racial que existe en este pa¨ªs", afirma de ese Estados Unidos al que mud¨® su residencia en 1988 y donde tiene su hogar. Y en cuanto a que Isabel Allende, sobrina del asesinado presidente de Chile Salvador Allende, nacida en Lima en 1942, que se exili¨® en 1975 a Venezuela, periodista, feminista y una de las escritoras m¨¢s populares en espa?ol de las ¨²ltimas d¨¦cadas, no se parece a Zarit¨¦, habr¨ªa mucho que hablar. Menciona la palabra libertad y sus ojos se iluminan. "Tienes raz¨®n. Me parezco a ella en esa b¨²squeda de la libertad que siempre me ha motivado. Mi obsesi¨®n desde peque?a con ser independiente, que nadie me mandara, que nadie me pagara la cuenta en el restaurante, que nadie me pregunte d¨®nde he estado", deja salir de su est¨®mago liberando lo que queda del libro en su interior.
Isabel Allende encontr¨® la libertad en sus libros. Primero en esos que ley¨® de chica, cuentos de hadas, cl¨¢sicos rusos o, por siempre, las obras completas de Shakespeare. "Las le¨ª incluso cuando no pod¨ªa entenderlas, cuando para m¨ª no eran m¨¢s que historias de amor", se deleita. Henri Troyat y su Mientras la tierra exista le hizo pensar que quer¨ªa escribir. Pero fue bastantes a?os m¨¢s tarde y cuando no sab¨ªa muy bien qu¨¦ hacer con su vida cuando encontr¨® su propia voz. "La literatura me dio esa voz que se va profundizando o afianzando con cada libro. Puedo decir con certeza que mi vida cambi¨® con La casa de los esp¨ªritus. Sin su ¨¦xito completamente milagroso nunca ser¨ªa escritora. Antes me sent¨ªa muy frustrada, atrapada en un destino mediocre. Pero La casa de los esp¨ªritus me dio la oportunidad de escribir y con cada libro encuentro un universo nuevo, un sitio donde me siento c¨®moda", afirma cual declaraci¨®n de independencia de ese momento en el que se separ¨® para siempre de la sociedad "cat¨®lica, conservadora, patriarcal y cerrada" en la que se cri¨®.
La isla bajo el mar tambi¨¦n acerca a la escritora una vez m¨¢s a ese mundo espiritual que tanto le interesa. O le intriga. Aqu¨ª es el vud¨², las loas. En La casa de los esp¨ªritus fue esa carta que se puso a escribir a su abuelo moribundo la que instig¨® el cambio. En Paula, su hija, fallecida en 1992 v¨ªctima de un ataque de porfiria. "En mis libros hay una presencia de la muerte muy fuerte porque soy de la opini¨®n de que el mundo es m¨¢s de lo que vemos. Se muere mi hija y no puedo creer que se muera todo. No hablo de religi¨®n ni de fantasmas pero, como dice mi madre, la inteligencia es ser capaz de ver las cosas detr¨¢s del espejo", intenta explicar de ese otro hilo de conexi¨®n que enlaza su obra. Libertad, espiritualidad y maternidad. ?sa es la tercera constante que se repite con Allende y a mucha honra porque, como la escritora no se cansa de repetir, sus logros no son sus libros sino el amor que comparte con los suyos. "Para m¨ª la maternidad es muy importante. Soy madre, abuela, suegra, hija y matriarca", asegura en esa oficina que comparte con su segundo marido, el abogado y ahora tambi¨¦n escritor William Gordon, rodeada de las diferentes ediciones de sus libros as¨ª como de las fotograf¨ªas de todos aquellos que significan algo en su vida.
Se trata de una oficina excesivamente ordenada, como quien dice para las visitas, aunque Allende recibe m¨¢s bien pocas. Hasta la llegada del verano la escritora se encierra en esa caseta junto a la piscina que reserva para escribir en su casa de San Rafael (Estados Unidos). Una hibernaci¨®n literaria que empieza como un reloj cada 8 de enero. "El 7 saco todo lo que tiene que ver con el libro anterior para que no me contamine y me encierro con el nuevo", dice de unas jornadas en ocasiones de hasta 12 horas desde que su perra Olivia la despierta temprano ("a las 6.30 ya estamos en pie") hasta que su esposo la llama para cenar y disfrutar juntos del atardecer y un vaso de vino. A veces ni eso. "Si Willie tiene alg¨²n programa, me dan las 12. Uno ya no tiene vida", suspira. Es un proceso met¨®dico y donde s¨®lo conviven con la escritora su ordenador, el diccionario de sin¨®nimos, el de ingl¨¦s-castellano para evitar los anglicismos propios de alguien que lleva tanto tiempo en Estados Unidos y el silencio. Con may¨²sculas. Un extra?o silencio que no acepta el sonido de una radio ni una nota de m¨²sica, pero es inmune al ruido que puedan hacer sus nietos en la piscina. ?se hasta le gusta para escribir. Tambi¨¦n invita a su retiro al resultado de toda la investigaci¨®n que ha ido recopilando sobre su futuro libro, un proceso de dos a?os que en esta ocasi¨®n incluy¨® la obra de Alejo Carpentier y la de Madison Smartt Bell, Toussaint-Louverture: A Biography. Siempre prefiere buscar sus referencias hist¨®ricas en otras novelas m¨¢s que en libros de texto o buscadores de Internet. "Una informaci¨®n m¨¢s org¨¢nica", dice. Y lo suyo sigue siendo las anotaciones y los subrayados. Nada de complicarse la vida con tecnolog¨ªas m¨¢s modernas. La domina la misma raz¨®n que la frena a la hora de escribir en ingl¨¦s. "La ficci¨®n ocurre en el vientre y si lo proceso demasiado se me pone duro", afirma, como si no supi¨¦ramos todav¨ªa que Allende escribe desde sus entra?as.
Eso no evita las cr¨ªticas. Los que la descalifican por ser demasiado popular. O esos otros que ni la llaman escritora y prefieren el t¨¦rmino de "escribidora". La autora no pierde el tiempo con esas cr¨ªticas, segura de que no pueden acabar con su marcado sentido de la independencia. "Por eso he sido tan feliz en California. Porque a nadie le importa un pepino lo que haga", se explaya, alejada de las cr¨ªticas m¨¢s sarnosas. Le alegra haber escrito de todo, "ficci¨®n, infantil, memorias; cada libro es un experimento", y sabe sus limitaciones. "Me costar¨ªa mucho escribir la historia de una se?ora de un suburbio de Chicago", reconoce. Lo suyo, admite, es m¨¢gico. Como la realidad. No confundir con un tipo de literatura. "Lo del realismo m¨¢gico era antes. Ahora no s¨¦ hacia d¨®nde estamos evolucionando, pero s¨ª s¨¦ que existe una generaci¨®n urbana de escritores que se reencuentra. La de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez no era urbana", perfila de las nuevas voces de la literatura latinoamericana influidas por lo visual y por lo inmediato.
Para Allende, los a?os de profesi¨®n no hacen el proceso m¨¢s f¨¢cil. Quiz¨¢ si siempre hiciera lo mismo. Pero cada libro tiene sus necesidades. Y hay que encontrar esa voz que a veces no aparece. Como tras la muerte de su hija, que no pudo escribir durante tres a?os. O cuando empez¨® esa otra novela, una historia que transcurr¨ªa en la Segunda Guerra Mundial y en los a?os de la resistencia espa?ola mezclada con los recuerdos de su madre. "No pude dar con el tono", se lamenta del reciente fracaso. En ese momento, todo a la papelera y a empezar de nuevo. "Si no lo boto de la computadora tendr¨¦ la tentaci¨®n de reutilizarlo y nunca queda bien". La edad tampoco facilita las cosas. "A mi edad la gente se jubila", dice con un moh¨ªn, aunque no suena muy convencida de que ¨¦se sea su futuro. De momento piensa bajar el ritmo. En lugar de un libro por a?o, uno cada dos para tener m¨¢s tiempo para su familia. Pero abandonar la literatura, nunca. "Hay algo maravilloso en el lenguaje. ?C¨®mo nos vamos a comunicar tan s¨®lo por mensajes de texto!", se rebela de un medio en el que encuentra su nirvana. Menos cuando duele. Pero eso es pasajero. "Cada novela se queda conmigo hasta el pr¨®ximo libro. Y luego, chao pescao".
La isla bajo el mar. Isabel Allende. Plaza & Jan¨¦s. Barcelona, 2009. 512 p¨¢ginas. 23,90 euros
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