Un d¨ªa en la vida de Ivan Vasiliev
No es pertinente usar la palabra parad¨®jico para hablar de la g¨¦nesis del ballet Espartaco, pues todo en la obra es consecuente, desde la ideolog¨ªa hasta la monumentalidad; desde su propia senda filol¨®gica hasta la est¨¦tica. Pi¨¦nsese en la escultora Ekaterina Janson-Maniser, hoy muy revalorizada, fue producto de su tiempo, y esta coreograf¨ªa tambi¨¦n, a sus premisas formales responde con el esencial din¨¢mico del dibujo, unas l¨ªneas potentes que deben ser claras y percibidas n¨ªtidamente en la ejecuci¨®n, donde el salto deviene contrapunto en todas sus variantes posibles.
Janson-Maniser model¨® cientos de esculturas de ballet (una Frigia, entre otras) y en ellas hay un ¨¦nfasis heroico, de un realismo en s¨ªntesis. Y eso queda tambi¨¦n en este ballet, donde ha cristalizado una progresi¨®n aunada del argumental danzado, hasta el punto de que consideremos hoy Espartaco como una obra que perdurar¨¢. Algo parecido sucedi¨® en el siglo XIX con El lago de los cisnes: su estreno se olvid¨®, tuvo otra versi¨®n intermedia y fue a la tercera cuando cuaj¨®, mediante severa modificaci¨®n tanto de libreto como de partitura. Tambi¨¦n para que perdure tiene que haber bailarines como Ivan Vasiliev (Promorskii, Ucrania, 1989), que se inserta con liquidez, pujanza y solvencia en un sitial, casi parnaso de elite interpretativa. La Frigia de Nina Kaptsova (Rostov, 1978) gan¨® peso en el tercer acto, mientras el Craso de Alexander Volkov (Mosc¨², 1979) fue siempre desp¨®tico. La Aegina de Ekaterina Shipulina (Pern, 1979) simplemente perfecta en concepto y l¨ªnea, soberbia en los solos y en el adagio del segundo acto, su momento culminante.
Ballet Bolshoi de Mosc¨²
Espartaco. Coreograf¨ªa: Yuri Grigorovich; escenograf¨ªa y vestuario Simon Virsaladze. Direcci¨®n musical: Pavel Sorokin.
Teatro Real. 5 de septiembre.
Hay alusiones concretas en Espartaco a la tradici¨®n coreogr¨¢fica a la que pertenece el propio Yuri Grigorovich, y pueden citarse la bacanal en relaci¨®n con Noche de Walpurgis de Lavrovski (1941) y que a su vez se filtra en la versi¨®n de Balanchine del Faust en la ?pera de Par¨ªs (1975). Espartaco puede analizarse en varias vertientes, desde su riqueza tem¨¢tica -que aporta la m¨²sica- a la exploraci¨®n formal del solo, que encuentra en el inicial de Aegina, con el subsiguiente adagio con Craso, un magistral secuenciado cor¨¦utico.
La compa?¨ªa moscovita ha cambiado y su baile tambi¨¦n, siempre dentro de los presupuestos de su estilo y maneras. El hecho es que bailan con un terminado muy definido que, sin llegar al perfeccionismo esteticista del Marinskii permite hablar de una escuela renovada. Y esta producci¨®n est¨¢ conservada con esmero (ha cumplido 40 a?os), la textura esc¨¦nica de Virzaladse llega hasta el pavimento textil sobre el que se baila.
Fue una noche de gran ballet y un d¨ªa memorable en la vida de Ivan Vasiliev. De los que no se olvidan y deben figurar en los anales del teatro.
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