Vuelco en un pa¨ªs de viejos
Con m¨¢s de un mill¨®n de centenarios, Jap¨®n, un pa¨ªs esc¨¦ptico, obsesionado con el trabajo y de fuertes ra¨ªces feudales, ha roto sin traumas con un Gobierno que duraba medio siglo
A 150 kil¨®metros al norte de Tokio, en una colina protegida por un bosque de bamb¨² y con un manantial de aguas termales, se encuentra el primer pueblo que construy¨® Jap¨®n s¨®lo para ancianos: Shinseika. Son nueve torres de apartamentos que albergan a 550 pensionistas y 320 empleados, adem¨¢s de varios pabellones bajos para los voluntarios que acuden a ayudarlos. Haru Fujishima, de 90 a?os y apenas 1,30 de estatura, a quien es dif¨ªcil pillar cuando coge carrerilla, es quien nos invita encantada a conocer "su nueva casa" desde que hace un cuarto de siglo dej¨® su trabajo como secretaria del gobernador de Tokio.
Ning¨²n lugar de la Tierra tiene tantos centenarios ni en ning¨²n otro pa¨ªs se vive tantos a?os como en Jap¨®n. Tal vez la clave de esta longevidad sea el escepticismo, esa desconfianza nata que ha permitido a muchos japoneses sumarse, sin que se les mueva un pelo, a la marea que ha roto con m¨¢s de medio siglo de Gobierno casi ininterrumpido del Partido Liberal Democr¨¢tico (PLD). La puerta del cambio est¨¢ abierta, pero despu¨¦s de lo que ha costado hay m¨¢s indiferencia que miedo a que entre un hurac¨¢n. "Los cambios llevan su tiempo y, aunque nos empe?emos en criticarlos, acaban siendo para mejor, s¨®lo hay que mirar la historia", sostiene Kikoyo Honda, de 107 a?os y una lucidez extraordinaria.
Siguen estando cerradas las puertas a la inmigraci¨®n. Los ancianos prefieren
Millones de j¨®venes se resisten a pagar la cuota para pensiones que el Gobierno exige desde que se cumplen los 20 a?os
Para Kikoyo, que tuvo cinco hijos, que le han dado nueve nietos, nueve bisnietos y un tataranieto, ning¨²n cambio podr¨¢ igualar al que supuso "la abolici¨®n del r¨¦gimen feudal". Y sin querer detenerse en el amargo recuerdo, comenta: "Yo fui la primera hija y esto me supeditaba a todos. Deb¨ªa sumisi¨®n tanto a mis padres como a mis hermanos menores".
Kikoyo no vot¨® en las elecciones del domingo pasado. "He preferido quedarme de observadora. La emergencia del Partido Dem¨®crata de Jap¨®n (PDJ) ha tra¨ªdo un fuerte debate. Muchos ancianos est¨¢n confundidos. Yo estoy tranquila", dice esta centenaria, que va en silla de ruedas y reparte su tiempo entre escribir poes¨ªas y hacer punto.
Por el contrario, Haru s¨ª vot¨® y, aunque no quiere decir por qui¨¦n, es f¨¢cil adivinarlo. "No es bueno que un partido gobierne indefinidamente. El triunfo de la oposici¨®n no significa que se produzca un vuelco en la sociedad", dice con un gesto c¨®mplice, dejando a un lado el prestigioso diario Mainichi, en el que estaba enfrascada. "No tengo miedo. El gran cambio lo viv¨ª el 15 de agosto de 1945, cuando recib¨ª una carta diciendo que mi marido hab¨ªa muerto en Filipinas. Apenas llev¨¢bamos un a?o de casados".
Convencida de que la actividad f¨ªsica y mental es fundamental para mantenerse en forma, Haru emprende cada mes una excursi¨®n de tres d¨ªas. Uno es para asistir en Tokio a clases de washi, el papel tradicional japon¨¦s que se realiza a mano partiendo de distintas fibras y que sirve para la fabricaci¨®n de l¨¢mparas, juguetes y especialmente para el famoso arte de figuras de papel, origami. Los otros dos los invierte en visitar a los amigos y en los trayectos de ida y vuelta, que le exigen varias horas de autob¨²s, tren de cercan¨ªas y metro.
La Organizaci¨®n Mundial de la Salud indic¨® en mayo que Jap¨®n, con 83 a?os de media, tiene la mayor esperanza de vida del mundo: 79 a?os para los hombres y 86 para las mujeres. En el archipi¨¦lago viven m¨¢s de un mill¨®n de centenarios, y de su poblaci¨®n -decreciente desde 2006, cuando con 128 millones de personas se alcanz¨® el pico-, el 22,6% es mayor de 65 a?os, seg¨²n el informe de agosto pasado del Ministerio de Comunicaciones y Asuntos Internos de Jap¨®n.
Constre?idos por la brutalidad de una naturaleza que los castiga con terremotos, tifones y tsunamis y una cultura que proh¨ªbe la expresi¨®n externa de los sentimientos, los japoneses son muy conservadores, muy ahorradores y han desarrollado el optimismo como m¨¦todo de supervivencia. "Debemos tener siempre esperanza en el futuro, sin ella no se puede vivir", afirma la soci¨®loga Kimi Hara, de 93 a?os, en la residencia de Tokio, donde habita.
Kimi se declara preocupada por el aumento del ¨ªndice de suicidios que est¨¢ desatando la crisis econ¨®mica. En 2008 hubo 32.000 japoneses que se quitaron la vida, y los primeros datos de 2009 arrojan un incremento de m¨¢s del 10% sobre las cifras r¨¦cord del a?o anterior. "El mayor problema de la sociedad japonesa es que est¨¢ demasiado preocupada por el dinero en lugar de interesarse por cuestiones m¨¢s humanas. [El l¨ªder del PDJ, Yukio] Hatoyama tendr¨¢ serias dificultades con los conglomerados industriales si pretende cumplir su programa de reparto de los beneficios", se?ala esta doctora por la Universidad estadounidense de Chicago, que considera a Barack Obama un "presidente positivo", aunque quiere que EE UU reduzca los 47.000 soldados que tiene instalados en Jap¨®n.
A excepci¨®n del periodo militarista iniciado en 1868 con la restauraci¨®n Meiji, que desat¨® una furia bestial de conquista, hasta la calamitosa derrota del Ej¨¦rcito imperial en la II Guerra Mundial, el aislamiento en que ha vivido siempre el archipi¨¦lago, defendi¨¦ndose de los invasores externos incide en que Jap¨®n siga teniendo las puertas cerradas a la inmigraci¨®n. Los extranjeros residentes en el pa¨ªs suponen menos del 2% del total de la poblaci¨®n, y buena parte de ellos son tercera o cuarta generaci¨®n de coreanos. Ni siquiera se recurre a inmigrantes para que ayuden a manejar el envejecimiento de la sociedad.
Muchos ancianos, antes que tener un inmigrante en casa, prefieren dotarse de las facilidades que ofrecen los adelantos tecnol¨®gicos y en especial la rob¨®tica. Jap¨®n no s¨®lo es el pa¨ªs que m¨¢s robots industriales usa, sino que tambi¨¦n tiene a miles de ingenieros investigando en humanoides y otros artilugios que pueden facilitar la vida de quienes necesitan asistencia para su movilidad. As¨ª, el instituto Riken de la ciudad de Nagoya acaba de presentar el RIBA (robot de asistencia corporal interactiva), que puede levantar de la cama a una persona de hasta 61 kilos de peso y colocarla en una silla de ruedas, y viceversa.
Otros muchos ingenios especializados en alerta, vigilancia y movilidad ya se comercializan y se estudia la construcci¨®n de pueblos totalmente dom¨®ticos, donde los ancianos simplemente tengan que decirle a su silla de ruedas que les lleve a la farmacia, al hospital o a la tienda.
Los j¨®venes no entienden la preocupaci¨®n que de pronto se ha instalado en las filas del poder por el envejecimiento de la sociedad. "El triunfo del PDJ me parece muy importante porque supone el fin del monopolio del PLD, pero si Hatoyama se cree que va a aumentar el ¨ªndice de natalidad pagando 2.300 euros por ni?o y a?o es que no tiene ni idea de lo que sucede", afirma Yasiko, de 36 a?os, soltera, independiente y sin ganas de tener hijos hasta que no cambie la sociedad y los varones se impliquen en la educaci¨®n de los ni?os y en las tareas de la casa.
Aunque el estallido de la burbuja inmobiliaria, a principios de los a?os noventa, acab¨® con el modelo llamado Jap¨®n, SA, es decir, con el paternalismo de las empresas que contrataban a los trabajadores de por vida y les ofrec¨ªan casa, seguridad social, escolarizaci¨®n de los hijos y otras regal¨ªas, la mayor¨ªa de los hombres siguen absorbidos por sus empresas y vuelven a casa s¨®lo para acostarse.
"El a?o pasado, cuando nos casamos, mi marido tom¨® 15 d¨ªas de vacaciones para el viaje de novios, pero este a?o ya me ha dicho que no podr¨¢ tomarse ni un d¨ªa. Muchos fines de semana tambi¨¦n tiene que ir a solucionar problemas de los barcos de su empresa y no lo compensa librando entre semana", afirma Nanako, una int¨¦rprete de espa?ol de 35 a?os.
Osame Kobayashi, funcionario jubilado del Ayuntamiento de Takasaki, una ciudad de 380.000 habitantes a 100 kil¨®metros de Tokio, invita a la enviada de EL PA?S a su casa para hablar del cambio de Gobierno. Poco a poco se suman los dem¨¢s miembros de la familia -su esposa Masako, de 75 a?os y profesora de shamisen (la guitarra japonesa de tres cuerdas), y sus dos hijas, ambas solteras-. En lo ¨²nico en que todos coinciden es en que "no habr¨¢ ning¨²n cambio dram¨¢tico en el futuro pr¨®ximo".
Osame, que vot¨® al candidato del PLD en el distrito y al PDJ en la lista cerrada por partidos, sostiene que para frenar el deterioro de Jap¨®n, Hatoyama debe ser firme en su pol¨ªtica social, tanto en mejorar las pensiones, que han disminuido considerablemente en los ¨²ltimos a?os, como en apoyar el crecimiento de la natalidad. El ¨ªndice de fertilidad de la japonesa se sit¨²a en 1,36 hijos de media, lejos de los 2,07 necesarios para mantener la poblaci¨®n.
Por el contrario, la hija mayor, Ritsuko, de 47 a?os, licenciada en arte y pintora, sostiene que Jap¨®n deber¨ªa pensar menos en el futuro y atender m¨¢s los problemas del presente. "Hay un 5,7% de desempleados, el n¨²mero m¨¢s alto desde la II Guerra Mundial. A muchos, con empleos temporales, no les llega el sueldo y yo misma no s¨¦ si podr¨¦ sobrevivir con la pintura", afirma.
Actualmente, millones de j¨®venes japoneses rechazan el pago de los 20.000 yenes mensuales (160 euros) que exige el Gobierno desde que cumplen 20 a?os como pago al sistema de pensiones, sin tener en cuenta si estudian, trabajan o est¨¢n en paro. Muchos est¨¢n convencidos de que antes o despu¨¦s el sistema quebrar¨¢ y prefieren gastarse sus magros ingresos o invertirlos en planes privados de pensiones u otro tipo de ahorro, lo que mete a¨²n m¨¢s presi¨®n al sistema.
Una de las grandes promesas electorales del l¨ªder del PDJ es simplificar el complicado sistema de pensiones y aumentar las m¨¢s bajas. La escala va desde los 30.000 hasta los 250.000 yenes mensuales. Pero con una deuda p¨²blica que a finales de 2009 superar¨¢ los siete billones de euros y duplicar¨¢ el PIB del pa¨ªs, pocos conf¨ªan en que Hatoyama pueda cumplir su ambicioso programa de apoyo social, que costar¨ªa al erario unos 7.100 millones de yenes adicionales al a?o, aunque el dirigente sostiene que los sacar¨¢ cortando los derroches de la Administraci¨®n y metiendo en cintura a los bur¨®cratas.
Ritsuko comparte con muchos j¨®venes y ecologistas la teor¨ªa de que su pa¨ªs debe volver a las esencias del respeto a la naturaleza, aunque ello suponga el estancamiento econ¨®mico y la reducci¨®n de la industrializaci¨®n y de la poblaci¨®n. Al fin y al cabo, Jap¨®n tiene una superficie de dos tercios la de Espa?a (377.837 kil¨®metros cuadrados) y casi el triple de su poblaci¨®n.
"No se trata de decadencia, sino simplemente de una correcci¨®n de los excesos habidos en las tres ¨²ltimas d¨¦cadas y de un modelo de expansi¨®n descontrolada. No necesitamos ni m¨¢s gente, ni m¨¢s industrias", dice. Seg¨²n Ritsuko, el problema de la baja natalidad no se puede aislar de los dem¨¢s condicionantes sociales: "La realidad es como una monta?a en la que todo est¨¢ integrado y cuando se mueve uno, afecta al otro".
Especialmente las japonesas est¨¢n convencidas de que hace falta un cambio profundo que parta del interior de cada individuo. "Un cambio que debe comenzar en la conquista de una voz y una opini¨®n propias", afirma Keiko Hara, de 54 a?os, soltera y directora de Shinseika. "Hablamos de democracia, pero seguimos siendo una sociedad feudal en la que nadie se atreve a expresar lo que piensa. No hay libertad individual. Yo hablo con usted porque trabaja para un peri¨®dico espa?ol, pero si se lo dijera a un periodista japon¨¦s, me llover¨ªan las cr¨ªticas de inmediato", dice.
La espontaneidad, la claridad y la fuerza de las palabras de Keiko contrastan con las pocas ganas de hablar de los agricultores que cultivan los cuidados campos de frutales que rodean Shinseika. "Yo no quiero ning¨²n cambio. A m¨ª lo ¨²nico que me importa son mis peras y la reducci¨®n de su precio en el mercado", responde hura?o Yoshimitsu Gokan, de 75 a?os, cuyas tres hijas abandonaron la tierra y vive s¨®lo con su mujer, que le ayuda en las tareas agr¨ªcolas.
El peral de Gokan es verdaderamente espectacular. Cada una de sus ramas sujeta un entramado de alambres de manera que las peras, redondas como naranjas, cuelgan todas a la misma altura. Gokan dice que faltan dos semanas para la recogida y se las van a pagar a 120 yenes el kilo. En el mercado costar¨¢n al menos cuatro veces m¨¢s. Pero si el PDJ lleva a cabo su promesa de abrir el mercado agr¨ªcola japon¨¦s, muchos dejar¨¢n de comprar unas peras tan caras, por eso los campesinos de esta zona, la mayor¨ªa ancianos, no quieren o¨ªr hablar de alternancia de poderes. -
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