Cazador de met¨¢foras rompedoras
Daniel Ruiz publica dos arriesgadas novelas sobre la marginalidad y el rock
"La calle tambi¨¦n est¨¢ llena de canciones, toda ella es una enorme canci¨®n, deliciosa y aberrante, deforme y excesiva, un tremendo sampleado de susurros y gritos y risas y llantos y otras canciones, en cada callej¨®n se esconde una melod¨ªa, en cada portal hay un acorde". Pero aunque las melod¨ªas sobrevuelen las aceras, para cazarlas hace falta un o¨ªdo presto y la capacidad de hacerse invisible. Meterse en las tripas de las bandas callejeras y los quinquis, los bares de la noche, y hacerlo con estilo, un estilo po¨¦tico que desarma al lector, es de nota.
Daniel Ruiz (Sevilla, 1976) ha publicado dos obras, Perrera y La canci¨®n donde ella vive, que coinciden en las librer¨ªas pese a haberse escrito con anterioridad y en distintos a?os. Son dos dardos que describen mundos como la marginalidad y la noche con un estilo po¨¦tico, mezclado con met¨¢foras rompedoras aplicadas a la vida canalla. "No pidas buen gusto a un hotel del extrarradio, no le exijas sencillez ni paredes desnudas ni mesillas de noche sin centros de flores de pl¨¢stico, no busques recepcionistas sin bocas congeladas en sonrisas impecables, no quieras evitar ese horripilante hilo musical que contamina los pasillos plagados de du-du-a y de la-la-la, tampoco intentes sortear a los grupos de ancianos parapetados con gorras y guayaberas dispuestos a someterse a cualquier tortura disfrazada de actividad de ocio", desgrana Ruiz en La canci¨®n donde ella vive.
"Tengo un problema: soy 'supercotilla' y me pasaba horas oyendo a los quinquis"
Habla a la velocidad del rayo. Con pasi¨®n y retranca, explica c¨®mo se dirige a un lector especial, minoritario, que saborea las palabras y comparte la calle como ¨¢gora de las pandillas. "Tengo un problema: soy supercotilla y me pasaba horas escuchando desde mi balc¨®n, que daba a un callej¨®n donde todos los quinquis se paraban a beber y fumar. Me atrapaba la forma ¨¢spera de relacionarse entre ellos. Conceptos como la caricia y el beso los sustitu¨ªan por el mordisco o la bofetada. Y sab¨ªa que ah¨ª hab¨ªa una novela".
A partir de ah¨ª, Ruiz pari¨® Perrera, una radiograf¨ªa de esa generaci¨®n perdida. La trama funciona al relatar el sombr¨ªo d¨ªa a d¨ªa de adolescentes rebeldes, pero lo que hace despuntar a la novela es un estilo trepidante e inconfundible que aplica met¨¢foras de altura al chapero, a los canutos, al rock. "Para que mi estilo sea s¨®rdido, necesita urgencia. Creo que tiene que tener el sentido de la inmediatez. Mi concepto de la literatura se sustenta en dos pivotes: la rabia y la reflexi¨®n sobre la fealdad", explica.
Ruiz mezcla voces y juega a los contrastes imp¨²dicos con conversaciones que el lector, m¨¢s que leer, bebe. No hay puntos y aparte. S¨®lo se respira entre cap¨ªtulo y cap¨ªtulo. Puso su lupa sobre los adolescentes dif¨ªciles al escribirla en 2004, en la l¨ªnea de pel¨ªculas de estreno posterior como la sevillana Siete v¨ªrgenes. "Quiz¨¢ se ha publicado un poco tarde", apunta.
El joven escritor gan¨® con su primera novela, Chatarra, el I Premio del Certamen de Novela de la Universidad Polit¨¦cnica de Madrid, y luego basada en esta historia se rodar¨ªa un corto preseleccionado para los Oscar en 2007. Su segunda novela, Perrera, ha sido publicada por la editorial gaditana Dum Spiro Ediciones.
La tercera obra es La canci¨®n donde ella vive (Calambur Narrativa), en la que Mario, un pinchadiscos, cuenta la historia de su relaci¨®n de amor fatal. De fondo, suenan melod¨ªas de The Beatles, The Rolling Stones, The Who y The Beach Boys. Las referencias son musicales pero tambi¨¦n cin¨¦filas. La musa de esta historia es una mujer fatal m¨¢s cercana a Marianne Faithful y Patti Smith que a Lauren Bacall. "M¨¢s enfangada", matiza. "Pretendo que mi literatura se lea como si fueran canciones. Se bebe y se lee de un tir¨®n aunque, por supuesto, a veces la literatura necesita un par¨®n para paladearla".
El tono on¨ªrico que respiran sus novelas tiene su explicaci¨®n. Ruiz amanece y se sienta cada d¨ªa para fabular de cinco de la madrugada a ocho, cuando acude a su trabajo como periodista. "La vigilia tiene m¨¢s profundidad y una bellaquer¨ªa que no se me ocurrir¨ªa a las 12.00, ya desayunado".
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