Planeta verbena
Mil quinientos m¨²sicos se ganan la vida en 250 orquestas
No suelen editar discos, ni son portada, ni participan en el FIB, pero sus giras son m¨¢s intensas que las de los Stones. Son las orquestas, que en esta ¨¦poca viven en la carretera y llenan todo tipo de escenarios. Lim¨®n es una de ellas, y la noche del s¨¢bado toca Curtis. A pesar de que su l¨ªder, Manoele, la define como "una agrupaci¨®n modesta", pisar¨¢ este mes no menos de dos docenas de escenarios, y su media, de 15 de junio a principios de septiembre, es de 80 conciertos. Lim¨®n es un grupo, porque no tiene metales, lo que no deja de ser una ventaja: as¨ª se salvan de amenizar lo que en el irreverente argot del gremio llaman el safari, la procesi¨®n alrededor de la iglesia. Tampoco hacen sesiones verm¨². Aun as¨ª, son ocho m¨²sicos.
Los ocho, salvo que el lugar de actuaci¨®n le pille cerca de casa a alguno, comienzan la jornada sobre las siete de la tarde en Cuntis, sede del conjunto. Lim¨®n es un grupo nacido alrededor del cantante. Manoele (Manuel V¨¢zquez Fern¨¢ndez) tiene 31 a?os, pero empez¨® a los ocho, cuando en las hogueras de San Juan de su aldea se arranc¨® a cantar Yo tengo una mujer tremenda, de Paolo Salvatore, delante de gente de orquestas. "Todav¨ªa me acuerdo de cuando los m¨²sicos nos repart¨ªamos para comer en las casas de los vecinos. El m¨¢s disputado era el animador, porque pod¨ªa cantar en la sobremesa", recuerda. Lo es para todo el mundo, excepto para la Seguridad Social. "Llevo 23 a?os trabajando y s¨®lo he cotizado cuatro", calcula.
No es el ¨²nico. Rozando la treintena, los Lim¨®n llevan la mitad de su vida en la m¨²sica. Los que tocan en primera l¨ªnea, los m¨¢s antiguos, son el guitarra Ram¨®n Raindo y el bajo Miguel Castro. Ram¨®n, de familia marinera, se incorpor¨® a los 17 procedente de una rondalla. A Miguel, de 25 a?os, ya le hicieron una oferta a los 15 cuando estaba en una escuela de m¨²sica. "Pero a ninguno nos dan un cr¨¦dito en un banco cuando presentamos la n¨®mina", comenta Ram¨®n sin asomo de queja. Quiz¨¢ por ello la que fue cofundadora y voz femenina en la banda, Conchi, lo ha dejado. En ruta o en los descansos, a la luz de una linterna, se sac¨® en la UNED la licenciatura de Pedagog¨ªa y la diplomatura en Educaci¨®n Preescolar. Prepara oposiciones.
Para suplirla, Lim¨®n incorpor¨® a otro solista, Cristian, y a dos voces femeninas, Mayka y Arantxa. Todos, incluidos Iv¨¢n el bater¨ªa y Pablo el teclista, llegan al lugar de actuaci¨®n sobre las ocho. A esas horas, el equipo de montaje ha acabado su trabajo. El equipo son Manolo Matalobos y dos chavales menudos, que en hora y media convierten el remolque de 38 toneladas en un escenario. "Lo malo son los prados, donde se hunden los pivotes de fijaci¨®n", analiza Manolo, que antes formaba parte del grupo de teatro Os Quinquill¨¢ns y ahora, el resto del a?o, es ch¨®fer de transporte escolar.
Son las once de la noche. En la plaza hay ni?os persigui¨¦ndose, grupos de adolescentes y parejas de edad. El tel¨®n va descubriendo a Manoele, que toca con la travesera una pieza del primer Carlos N¨²?ez y hace de flautista de Hamelin para congregar al p¨²blico. "?Boas noites, Curro!", saluda, mientras la banda desgrana una de Santana. Es la primera de medio centenar de piezas que interpretar¨¢n en dos pases de 90 minutos cada uno. En el repertorio hay popurr¨ªs de standards de los setenta y referencias gallegas, pero predomina la copla y la ensalada r¨ªtmica suramericana. A las doce y media finalizan el primer pase, cantando a cappella entre la gente Quisiera ser, del D¨²o Din¨¢mico.
"Lo de cantar a cappella lo hac¨ªamos m¨¢s antes. Tienes que hacer que la gente baile, no que se fije en ti", dice Manoele. Una declaraci¨®n que pondr¨ªa los pelos como escarpias a cualquiera con ¨ªnfulas art¨ªsticas. Y ellos las tienen. Ram¨®n tiene un tr¨ªo de m¨²sica tradicional argentina. A Miguel le va el jazz. Hace tres a?os, el bater¨ªa era Jos¨¦ Rocha, que toc¨® en el primer disco de Heredeiros da Crus. Manoele tiene una existencia paralela como cantautor y ha editado tres discos en solitario, el ¨²ltimo dedicado a la poeta Mar¨ªa Mari?o. En una ¨¦poca intent¨® aproximar ambos mundos, pero admite con una sonrisa triste: "Al principio so?¨¢bamos mucho, pero nos dimos cuenta de que la verbena es la verbena".
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