Negreira El Empecinado
Que el Ayuntamiento de A Coru?a haya aprobado, transcurridos 32 a?os de convivencia democr¨¢tica y 34 desde el fallecimiento del dictador, la retirada de los t¨ªtulos honor¨ªficos concedidos en su d¨ªa a Franco, el cambio de nombre de 22 calles que honraban a siniestros personajes que se alzaron en armas contra la democracia o poner t¨¦rmino a la insoportable presencia de la estatua de Mill¨¢n Astray en una plaza de la ciudad, no parece una decisi¨®n precisamente radical. Sen tempo non era. Sin embargo, el Partido Popular de A Coru?a liderado por Carlos Negreira, al que bien se podr¨ªa apodar El Empecinado, se ha negado a secundar la propuesta del Gobierno municipal coru?¨¦s. Como tantas otras veces, la derecha ha recurrido a pueriles excusas para evitar el distanciamiento y la condena inequ¨ªvoca del franquismo.
A diferencia de la derecha democr¨¢tica europea, el PP se resiste a condenar el franquismo
Seg¨²n parece, el PP sigue fiel a la idea de que Espa?a es diferente. Mientras las derechas democr¨¢ticas europeas han condenado sin reservas los reg¨ªmenes fascistas y autoritarios que gobernaron sus pa¨ªses en el pasado, el Partido Popular sigue mostrando una contumaz resistencia a condenar abiertamente el r¨¦gimen de Franco y a reconocer a sus v¨ªctimas. Tal posici¨®n la sostiene tanto en las instituciones nacionales, como ha ocurrido el lunes en el Ayuntamiento de A Coru?a, como en las internacionales. Especialmente grave fue su oposici¨®n, en sinton¨ªa con la extrema derecha europea, a la resoluci¨®n aprobada por el Parlamento Europeo en la que, como ya hab¨ªa hecho por unanimidad el Consejo de Europa, se condenaba sin reservas la dictadura franquista y se rend¨ªa homenaje a los combatientes por la democracia en Espa?a.
Como acertadamente recuerdan las citadas instituciones europeas, el conocimiento de la historia, adem¨¢s de jugar un importante papel en la formaci¨®n c¨ªvica y moral de las nuevas generaciones, es una condici¨®n indispensable evitar que se repitan los errores del pasado. As¨ª pues, no se trata, como sostiene en numerosas ocasiones el PP, de reabrir antiguas heridas ni de remover viejos rescoldos bajo los cuales puede haber todav¨ªa fuego, sino de cumplir con una exigencia de primer orden para configurar el futuro democr¨¢tico de nuestro pa¨ªs. Sobre todo cuando un sector extremista de la derecha, empe?ado en un peligroso ejercicio de revisionismo hist¨®rico, edita y difunde profusamente determinados libelos en los cuales se presenta a la dictadura como un simple r¨¦gimen paternalista y se imputa a los republicanos -especialmente a la izquierda- la responsabilidad de la terrible tragedia que asol¨® a Espa?a a finales de los a?os 30 del pasado siglo.
En vez de proporcionar cobertura pol¨ªtica a ese sector, el PP deber¨ªa tomar ejemplo de la derecha francesa que ha condenado el Gobierno colaboracionista de Vichy y, desde luego, de la alemana que asumi¨® el concepto de patriotismo constitucional propuesto por Habermas, con el fin de dotar a Alemania de una nueva identidad democr¨¢tica antit¨¦tica del patriotismo nazi, cuyas consecuencias para Alemania y la humanidad son bien conocidas.
No resulta suficiente afirmar, como hace el PP, que no se siente heredero del franquismo y que su historia como partido pol¨ªtico comienza en 1978 con la Constituci¨®n que garantiza la libertad de todos. Es preciso que comprendan que ese proclamado patriotismo constitucional es incompatible con aquel otro patriotismo, el de la vieja tradici¨®n del nacional catolicismo excluyente y liberticida.
Y eso es precisamente lo que el PP no deja claro con actitudes como las sostenidas en el pleno del Ayuntamiento de A Coru?a y con las reiteradas negativas a condenar sin paliativos el franquismo. Mientras siga prisionero de sectores pol¨ªticos y medi¨¢ticos de la extrema derecha, no debe extra?arse de que una mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa lo perciba como el heredero nost¨¢lgico de un r¨¦gimen detestable.
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