Barack Obama agota sus esfuerzos en favor de la reforma sanitaria
El presidente quiere que exista un seguro p¨²blico en convivencia con los privados
De todos los discursos pronunciados hasta la fecha por Barack Obama (y hay algunos memorables) ninguno como el de anoche decidir¨¢ su futuro en la Casa Blanca. Con su intervenci¨®n ante el pleno del Congreso, el presidente norteamericano gast¨® su ¨²ltima bala en el trascendental debate sobre la reforma sanitaria y puso a juego su credibilidad y buena parte de sus opciones de gloria.
Obama intent¨® responder a las dudas de un p¨²blico esc¨¦ptico que confiesa, en un 65%, desconocer las reformas concretas que el presidente pretende introducir. El presidente trat¨® de poner fin a la batalla de interpretaciones y descalificaciones sobre sus verdaderas intenciones y busc¨® poner orden en el ca¨®tico debate conducido desde principios del verano en el Capitolio. Quiso, en definitiva, trazar una l¨ªnea en la arena y se?alar con claridad de qu¨¦ lado est¨¢ en esta batalla.
El Congreso discute algunas f¨®rmulas imaginativas para salvar las diferencias
?se fue su prop¨®sito. En las pr¨®ximas horas se comprobar¨¢ si lo ha conseguido, y esas horas decidir¨¢n tambi¨¦n si este intento de reforma sanitaria muere en su gestaci¨®n, como todos los anteriores, o sobrevive a la descarnada hostilidad de sus enemigos. En el duelo propagand¨ªstico de las ¨²ltimas semanas, el lobby de la industria sanitaria ha gastado cerca de 300 millones de d¨®lares.
El eje del debate est¨¢ situado en la cuesti¨®n de cu¨¢nto debe el Estado intervenir en el sistema sanitario o de si no debe de hacerlo en absoluto. En realidad, ¨¦se no es el primer problema de la sanidad en EE UU. Por un lado, el Gobierno ya est¨¢ presente a trav¨¦s de los programas de atenci¨®n a los jubilados (Medicare) y a los m¨¢s pobres (Medicaid). Por otro, el da?o principal se produce a causa de la pol¨ªtica abusiva de las aseguradoras privadas, que abandonan a sus abonados cuando ¨¦stos sufren una enfermedad grave.
Pero la realidad es que la discusi¨®n se ha centrado en la intervenci¨®n del Estado y la pretendida voluntad de Obama de "socializar la salud", como dicen los conservadores. Y, en relaci¨®n con esto, uno de los principales motivos de pol¨¦mica es el de si debe de existir un seguro p¨²blico en convivencia o competencia con las aseguradoras privadas.
Como anticiparon a la prensa sus principales asesores en esta materia, Obama aclar¨® anoche que es partidario de la inclusi¨®n de la llamada "opci¨®n p¨²blica" dentro de la reforma sanitaria, pero asegur¨¢ndose de que ¨¦sta no act¨²e en posici¨®n ventajosa frente a los privados y sin amenazar con un veto a la ley si el Congreso elabora finalmente un texto de consenso sin ese requisito. "Estoy abierto a nuevas ideas. No vamos a ser r¨ªgidos ni ideol¨®gicos con este asunto", hab¨ªa declarado el presidente a un canal de televisi¨®n poco antes de su intervenci¨®n ante el pleno del Congreso.
Un acuerdo sobre la "opci¨®n p¨²blica" resulta capital para un compromiso final sobre la ley de reforma sanitaria. Y ¨¦se es un acuerdo que tiene que conseguirse primero dentro del Partido Dem¨®crata, donde las dos facciones principales -los Blue Dogs, en la derecha, y el Caucus Progresista, en la izquierda- mantienen posiciones encontradas: mientras los primeros han dicho que no respaldar¨¢n ning¨²n proyecto que incluya un seguro p¨²blico, los segundos han advertido exactamente de lo contrario.
El discurso de Obama de anoche puede aliviar estas tensiones. Todo depender¨¢ del apoyo que encuentre en el p¨²blico. Si el presidente consigue conectar con el sentimiento de sus compatriotas, que han escuchado durante todo el mes de agosto los argumentos contrarios, el Congreso puede orientarse en su favor. Es cuesti¨®n de d¨ªas, no de meses ni de semanas. Aunque el presidente Obama se comprometi¨® a aprobar una ley de reforma antes de fin de a?o, el tiempo ha corrido m¨¢s deprisa de lo previsto y este debate s¨®lo puede ya resolverse o pudrirse.
Afortunadamente para la Casa Blanca, las cosas en el Capitolio est¨¢n m¨¢s avanzadas de lo que parece. Sigue habiendo desorden e incertidumbre -en estos momentos existen cuatro versiones de la ley aprobadas por otros cuatro diferentes comit¨¦s-, pero tambi¨¦n hay intentos a punto de fructificar en el comit¨¦ de Finanzas del Senado de elaborar un proyecto que pueda contar con el respaldo de algunos republicanos.
Para ello se est¨¢n discutiendo algunas f¨®rmulas imaginativas de salvar las diferencias sobre "la opci¨®n p¨²blica". Una de ellas es la de limitar el seguro p¨²blico al caso de los Estados en los que se haya demostrado, despu¨¦s de un cierto tiempo, que los seguros privados no han sido capaces de dar cobertura a todos los ciudadanos.
Tampoco sobre el asunto de la cobertura universal existe consenso. Los conservadores se resisten a la idea de obligar a asegurarse, con multas o sanciones fiscales, a los ciudadanos que actualmente no lo est¨¢n por voluntad propia. Un buen porcentaje de los alrededor de 47 millones de norteamericanos sin cobertura sanitaria son j¨®venes o trabajadores aut¨®nomos que no quieren tenerla.
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