Viejo coraz¨®n de Am¨¦rica
Ni somos ni tenemos su voz, pero cuando Bruce Springsteen cumpla 60 a?os, el pr¨®ximo 23 de septiembre, el coraz¨®n de Am¨¦rica habr¨¢ empezado a envejecer. "?Has visto alguna vez a un perro con una sola pata abri¨¦ndose camino calle abajo?", pregunta en su ¨²ltima canci¨®n. "Si alguna vez has visto a un perro con una sola pata, entonces me has visto a m¨ª" (The Wrestler, Working on a Dream, 2009).
La letra de esta canci¨®n de perdedores es tan disparatada que casi roc¨¦ la tentaci¨®n de masacrarla. Hay muchos perros cojos -yo tengo uno- pero aunque no s¨¦ de ninguno que a falta de tres patas camine, la canci¨®n lo hace y de qu¨¦ manera: ¨²ltimo eslab¨®n de una cadena de aciertos, cierra los cr¨¦ditos de El Luchador, de Darien Aronofky (2008), anudando el est¨®mago de los espectadores sobrecogidos por el regreso infinito de Randy The Ram -El ariete- Robinson, viejo luchador profesional id¨¦ntico al mejor Mickey Rourke, s¨®lo que m¨¢s mayor.
A sus 60 a?os, Bruce Springsteen sigue encarnando el optimismo envidiable del sue?o americano
Springsteen parece haber nacido para correr en defensa de las personas corrientes, cuyos sue?os se desvanecen invariablemente al cabo de la adolescencia. Canta y vuelve a cantar historias de trabajadores blancos, escolarizados lo justo y que habitan los Estados casi en ruinas del oxidado Medio Oeste. D¨¦cada tras d¨¦cada, en sus baladas aparecen mujeres desesperanzadas (Thunder Road), chavales casados a trompicones (The River), ciudades que se vienen abajo (My Hometown, Youngstown, My City of Ruins). Pero siempre, absolutamente siempre, estalla entre ellas un rock comercial excelente, interpretado con rudeza y un magnetismo que conjura a tres generaciones de aficionados en centenares de estadios (Badlands, Prove it All Night, Radio Nowhere).
Alma de cantautor felizmente vendida al diablo del ¨¦xito, Bruce Springsteen domina el oficio de detenerse al borde del abismo insufrible, tedioso o -a¨²n peor- dulz¨®n del ap¨®logo. Uno va a un concierto para divertirse, no a que le ri?an. A?adan la habilidad de haber sabido rodearse de todo aquello que un hombre blanco no conseguir¨¢ ser jam¨¢s: una mujer, Patti Scialfa, que es la suya, o la sombra c¨¢lida y gigantesca de Clarence Clemons. El que, finalmente, su banda se caiga a pedazos ya casi no importa.
Renacido al ¨¦xito en esta d¨¦cada con un disco compuesto en respuesta al atentado a las Torres Gemelas de Nueva York en 2001 (The Rising, 2002), Bruce Springsteen hizo ver a sus compatriotas que la mayor parte de las v¨ªctimas hab¨ªan sido trabajadores, el coraz¨®n de Am¨¦rica, no ejecutivos ni profesionales de Manhattan. Siguieron otros cuatro buenos discos y una gira tras otra. Hasta hoy.
Sin embargo, demogr¨¢fica y culturalmente, el mundo que canta Springsteen lleva a?os despidi¨¦ndose: hoy ni el pa¨ªs ni su presidente, ni el Partido Dem¨®crata en el poder giran en torno al cintur¨®n industrial del Medio Oeste -el Ohio de Youngstown y sus acerer¨ªas arruinadas-, aunque para la victoria de Obama fue crucial su condici¨®n de senador por Illinois. De nuevo, el ¨ªndice de paro roza el 10%, como hace un cuarto de siglo, cuando Bruce Springsteen estaba en su apogeo. Pero sus canciones de j¨®venes blancos reci¨¦n salidos de una escuela cat¨®lica y arrojados a las l¨ªneas de montaje de los Grand Torino de Clint Eastwood pertenecen al pasado. Por cada cuatro escolares adolescentes blancos ya hay uno hispano, y muchos j¨®venes profesionales de la d¨¦cada actual saben m¨¢s de Steven van Zandt por su papel en Los Soprano, una serie de televisi¨®n, que por su contribuci¨®n crucial al mejor Springsteen y a su E Street Band.
Pero resistan ustedes tambi¨¦n a la tentaci¨®n de enterrar a la vieja Am¨¦rica. Obama prevalecer¨¢ si acierta a soldarla con la nueva, pues el ¨¦xito del ¨²ltimo intento recrea, m¨¢gico, el inter¨¦s por los logros anteriores. Los norteamericanos conservan una genuina capacidad de reinventarse a s¨ª mismos, de encarar nuevos retos m¨¢s all¨¢ de las fronteras de la edad. En el sue?o americano sigue habiendo un optimismo envidiable y que, en buena medida, est¨¢ integrado por la s¨®lida creencia de que a uno s¨®lo le retira obligatoriamente la biolog¨ªa, de que siempre se puede volver a empezar. Si usted sabe hacer algo y est¨¢ dispuesto a esforzarse por conseguirlo, no se preocupe, le dejar¨¢n intentarlo.
Springsteen encarna ese viejo coraz¨®n de Am¨¦rica hasta en su ¨²ltimo disco (Working on a Dream): si trabaj¨¢is de verdad para que vuestro sue?o cobre vida, no os preocup¨¦is; aunque todos digan que los problemas est¨¢n ah¨ª para quedarse, no os preocup¨¦is, saldr¨¦is adelante. Sigue siendo el amo.
Pablo Salvador Coderch es catedr¨¢tico de Derecho Civil de la Universitat Pompeu Fabra.
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