Sexo, muerte y fantas¨ªa
Largo se ha debatido sobre el rol de los cantautores como poetas. Si llevan la l¨ªrica contempor¨¢nea al gran p¨²blico. Si las letras rock pueden alcanzar la categor¨ªa de poes¨ªa. En el caso del australiano Nick Cave, no hay dudas. En sus m¨¢s de tres d¨¦cadas en el panorama musical con formaciones como The Birthday Party, The Bad Seeds o Grinderman ha sido autor de 14 ¨¢lbumes, construyendo un universo po¨¦tico de fugitivos, diluvios, pistolas, asesinos enamorados y dioses vengativos. A la vez ha publicado una recopilaci¨®n de sus letras. Ha escrito narrativa y firmado guiones cinematogr¨¢ficos. Ahora, publica su segunda novela: La muerte de Bunny Munro (Global Rhythm).
Como avisa el t¨ªtulo, la novela cuenta la historia de un tipo condenado desde el primer p¨¢rrafo. Bunny Munro es un vendedor de cosm¨¦ticos a domicilio, que tras la muerte de su mujer se lanza con su hijo a la carretera. Durante su delirante viaje intentar¨¢ seducir y desplumar a sus clientas.
"Tengo dos hijos de 9 a?os, como Bunny hijo. Es una edad preciosa, en la que quieren a su padre incondicionalmente"
"Avril Lavigne es objeto de una obsesi¨®n demente y me preocupa que lo considere una intrusi¨®n. Espero que me perdone"
"Todo lo que escribo est¨¢ visto tras un prisma de violencia" dice Cave, serio. "Incluso si hago una canci¨®n sobre una pareja en una pradera llena de flores, est¨¢ visto desde la perspectiva de una consciente ausencia de violencia. Somos criaturas violentas. Siempre ha sido as¨ª y siempre lo ser¨¢. No estamos nunca lejos de la agresi¨®n". La muerte de Bunny Munro, pese a los destellos de humor y su inherente tristeza, no es una excepci¨®n: "El personaje es violento y mis¨®gino", corrobora.
La cita tiene lugar en la oficina de Cave, en las inmediaciones de la ciudad costera de Brighton, al sureste de Inglaterra. Se trata del s¨®tano del edificio donde vive con su mujer, Susie Bick, y dos de sus cuatro hijos. All¨ª se encierra cada d¨ªa a trabajar, siguiendo un estricto horario de oficinista. Y el entorno, al contrario de lo que se pueda imaginar, es perfectamente manso. En el pasillo hay cajas de cart¨®n rebosantes de porcelana antigua. En la habitaci¨®n, decorada con papel pintado, hay un piano, dibujos infantiles, compactos de Bob Dylan, DVD de la serie televisiva The Wire. Desde las ventanas se ve el mar. Cave, de 51 a?os, reflexiona antes de contestar, es p¨¢lido y de figura severamente alargada. Sentado en su escritorio de madera sorbe una taza de t¨¦ con leche y juega con un cigarro liado. Lleva la camisa abierta, que deja ver un caprichoso colgante de oro y piedras verdes, a juego con los gemelos.
S¨®lo contados detalles punzan la domesticidad: los inquietantes cuadros de gatos de Louis Wain, un artista que termin¨® sus d¨ªas en una instituci¨®n mental. Alguna pel¨ªcula de Lars von Trier. Y los cambios de tono de Cave, que a ratos es solemne o irreverente.
Cave ha publicado La muerte de Bunny Munro veinte a?os despu¨¦s de Y el asno vio un ¨¢ngel, su debut narrativo. "En este tiempo, gracias a los guiones, he aprendido a sostener la escritura y mantener una idea coherente. Mi segunda novela no parece escrita por un compositor de canciones con un poder de concentraci¨®n limitado. Y el asno vio un ¨¢ngel s¨ª lo parece. Algunos cap¨ªtulos son muy buenos, pero como conjunto tiene problemas".
Mientras preparaba la edici¨®n revisada de su primera novela, sus editores le propusieron escribir otra. Entonces se acord¨® de un gui¨®n que le hab¨ªa encargado su amigo el director de cine John Hillcoat, con el que ya hab¨ªa colaborado en el western australiano La proposici¨®n. No recaudaron suficiente dinero para rodar la pel¨ªcula y el gui¨®n se qued¨® en un caj¨®n: "Quer¨ªamos hacer algo de calidad, no una de esas malas pel¨ªculas inglesas", apunta soltando una carcajada. El gui¨®n constituy¨® el esqueleto de la novela.
El v¨ªa crucis de Bunny Munro discurre entre hostales de mala muerte, barras de bar y viviendas sociales. Un paisaje diferente al que Cave cre¨® para Y el asno vio un ¨¢ngel, que transcurr¨ªa en un imaginario pueblo del sur de Estados Unidos, un valle envenenado por la hipocres¨ªa, la crueldad y el fanatismo religioso. Esta vez, Cave s¨®lo tuvo que mirar por la ventana para encontrarse con personajes tragic¨®micos, vulgares y excepcionales como Bunny Munro.
"Por Brighton ves mucha gente maravillosamente exc¨¦ntrica y s¨®rdida. Hay un fen¨®meno subterr¨¢neo de estos vendedores, que beben mucho e intentan acostarse con sus clientas. Y aunque no se note en la novela, me gusta este lugar. Su playa, su arquitectura. Se habla de su gloria desva¨ªda pero a m¨ª todav¨ªa me parece muy hermoso".
Cave describe su infancia como "maravillosa". Creci¨® en la libertad en el campo australiano, con un padre profesor de literatura de la escuela local, una madre bibliotecaria y tres hermanos: "A los 12 a?os sal¨ªamos borrachos a cazar conejos. Era algo normal en Australia: que los chicos salieran de caza. Ahora se me rompe el coraz¨®n pensando en los animales que dispar¨¦".
Cuando ten¨ªa 19 a?os, su padre falleci¨® en un accidente de tr¨¢fico. A partir de entonces Cave asegura que ha intentado llenar su vac¨ªo escribiendo: "No lo hago conscientemente pero este evento se filtra en toda mi obra; tambi¨¦n en este libro".
Cave es padre de cuatro hijos. Ha expresado su arrepentimiento por no haber estado presente en los primeros a?os de uno de ellos. Hoy mantiene con todos una buena relaci¨®n. La reflexi¨®n sobre su rol como padre y como hijo enciende los contados resplandores entre la miseria de la novela. El hijo de Bunny Munro sigue a su padre hasta su convulso final. No importa que no le preste atenci¨®n, caiga en el rid¨ªculo, no tenga escr¨²pulos, que tome decisiones de consecuencias desastrosas. "Tengo dos hijos gemelos de 9 a?os, la misma edad que Bunny hijo. Es una edad preciosa, en la que quieren a su padre incondicionalmente. Esa situaci¨®n cambia. A los 11 o 12 a?os empiezan a verte de diferente manera", confiesa.
Cave bebe de "estilistas de la prosa" como Nabokov o John Updike. Pero en la crudeza, las resacas y la obsesi¨®n por el sexo del personaje que ha creado Cave resuenan las historias de Bukowski. Y precisamente uno de sus libros reposa en la biblioteca de Cave.
"Esto no deber¨ªa estar aqu¨ª", responde lanzando el libro al otro lado de la habitaci¨®n. "Le considero un poeta de mierda. Cada vez que voy de gira, los chicos (del p¨²blico) se acercan despu¨¦s del concierto y me regalan libros de Bukowski. Vuelvo a casa con una maleta llena", contin¨²a. "Soy partidario de la separaci¨®n del poeta y su obra. En cambio, ¨¦l llena las p¨¢ginas de sus cosas. Encuentro irritante la manera en la que quiere convertir su pobre existencia en algo heroico. Y es horripilantemente sentimental".
Con rabieta contra Charles Bukowski Cave quiere demostrar que su concepci¨®n del arte se aleja de lo confesional. Un intento de disuadir a los que hurgan en sus versos m¨¢s cr¨ªpticos para sacar conclusiones. "Compongo canciones narrativas. Escribo historias de personajes y me resulta dif¨ªcil hacer algo diferente. De esta manera, puedo separarme de mi escritura, verlo desde fuera. He pasado periodos en los que compuse canciones muy personales -como las del ¨¢lbum The Boatman's call- y me siento inc¨®modo con ellas. Revelan demasiado sobre m¨ª y no son inclusivas con otros m¨²sicos de la banda. Esto no quiero decir que no sean obras personales, s¨®lo que la cara ¨ªntima est¨¢ oculta".
Cave escribi¨® La muerte de Bunny Munro en apenas seis semanas, durante las horas muertas de la gira con The Bad Seeds. Tecleando de noche o de madrugada en habitaciones de hotel, en el autob¨²s, en aeropuertos o taxis.
Y el asno vio el ¨¢ngel le llev¨® tres a?os. Viv¨ªa en Berl¨ªn y a pesar de su adicci¨®n a la hero¨ªna y sus penurias econ¨®micas, trabajaba sin tregua: "Me sentaba en el escritorio d¨ªa y noche. Dorm¨ªa en el sof¨¢ y al d¨ªa siguiente empezaba de nuevo. Ahora lo tengo bajo control. Para m¨ª siempre ha sido dif¨ªcil mantener el trabajo bajo control y trabajar un n¨²mero razonable de horas cada d¨ªa".
El lenguaje -febril, rico, arcaico- es una prioridad para Cave. La flexibilidad anglosajona le anima a acu?ar t¨¦rminos propios. En sus cuadernos apunta arca¨ªsmos, t¨¦rminos esot¨¦ricos y palabras que llaman su atenci¨®n. Trabaja con un tesauro: "Siempre habr¨¢ una palabra m¨¢s acertada". Su fascinaci¨®n por el lenguaje es sobre todo patente en Y el asno vio el ¨¢ngel, donde reproduce la voz de un joven mudo, que cree tener l¨ªnea directa con dios. "El personaje no hablaba y no utilizaba el lenguaje de manera pr¨¢ctica. ?sa fue mi excusa para utilizar un lenguaje particularmente dif¨ªcil, para permitirme cualquier cosa". En su segunda novela se propuso controlar su cornucopia ling¨¹¨ªstica. "Mi editor me ayud¨® porque me suelo entusiasmar demasiado (en la primera versi¨®n de su novela de debut no cont¨® con un editor)".
Cave busca que la lectura de La muerte de Bunny Munro se acometa de manera tan directa como se escribi¨®: "Es una novela de aeropuerto y se lee de una sentada", comenta medio en broma. Pero para el artista, el lenguaje es algo m¨¢s que un divertimento: "Es nuestra manera de comunicarnos con dios", dice mirando al suelo. "Mis creencias cambian continuamente; sin embargo, creo que como humanos tenemos que plantearnos la cuesti¨®n de su existencia. Podemos hacerlo mediante el lenguaje. La cuesti¨®n sobre la existencia de dios me es irrelevante. Es el intento por comprender lo que me parece m¨¢s interesante. Lo ¨²ltimo que deseo es que haya pruebas de que dios no exista. Todo ser¨ªa muy aburrido".
Cave se ve esencialmente como un m¨²sico. Considera que su trabajo est¨¢ enraizado en la tradici¨®n del folk y del blues. "Siempre vuelvo a John Lee Hooker, Skip James o Howlin Wolf. De ah¨ª sale gran parte de mi inspiraci¨®n".
En 1998 imparti¨® una lecci¨®n sobre las canciones de amor en la Academia de Poes¨ªa de Viena. En ella, aseguraba que una buena canci¨®n de amor debe tener una "tristeza inexplicable que alberga en el coraz¨®n de ciertas obras de arte". Es fundamental que albergue la saudade o el duende que describe Lorca: "Amo la poes¨ªa de Lorca y veo el duende como indefinible. No tenemos una palabra en ingl¨¦s para ello. No es melancol¨ªa, o desolaci¨®n, es algo que se puede moldear de diversas maneras", aventura.
Puede que imparta lecciones en la materia, pero a Cave componer canciones le da m¨¢s quebraderos de cabeza que la narrativa. "Escribir canciones me es m¨¢s dif¨ªcil. Es incierto. No sabes si vale hasta que la cantas en el disco. He escrito versos malos que son bellos de escuchar, y al contrario. He escrito letras buenas que han resultado malas canciones. Es algo abstracto que provoca ansiedad. Con una novela es diferente, sabes que has escrito una buena frase y punto. Ejerces tu control".
Bunny Munro busca tenaz y persistentemente el sexo mec¨¢nico, fabricado con retales de pel¨ªculas porno, lo que le va enfilando hacia el precipicio. "Parece interesado en el sexo, pero no lo est¨¢", aclara Cave. "Est¨¢ huyendo. Ese tipo de gente escapa ¨¦picamente del amor y la intimidad".
En las fantas¨ªas de Bunny se cuelan rostros de la cultura popular: cantantes como Kylie Minogue y Avril Lavigne, modelos como Kate Moss. "Bunny no tiene imaginaci¨®n sexual", afirma Cave. "S¨®lo piensa en la vagina. Y en un buen d¨ªa puede imaginarse la vagina de una celebridad de segunda. Est¨¢ inmerso en el mundo real y en toda la basura que absorbemos".
En la ¨²ltima p¨¢gina del libro el autor pide disculpas a Minogue -con la que colabor¨® musicalmente en el pasado- y a Lavigne: "De parte de mi personaje", puntualiza, para que no se crea que ha dado escape a las fantas¨ªas que le hierven en la cabeza.
"Para m¨ª siempre hubo una maravillosa tensi¨®n en lo que Kylie hace. Es clara e inocente, pero en alguna de sus canciones hay un plano oscuro que la mayor parte de la gente no capta". En el libro, Cave describe una de las canciones de Minogue como "una oda a la sodom¨ªa": "No hace falta un gran salto de la imaginaci¨®n para realizar esa conexi¨®n", justifica. "S¨®lo puse en palabras lo que todo el mundo pensaba".
?Y por qu¨¦ incluy¨® a la lolita punk Avril Lavigne en la odisea de Bunny? "Es guapa, me gusta su canci¨®n Skater boy, su ¨¦xito fue transitorio y era alguien que me apetec¨ªa describir. En el libro es objeto de una obsesi¨®n demente y me preocupa que lo considere una intrusi¨®n. Espero que me perdone. Si ella escribiera un libro sobre mi pene no me molestar¨ªa".
En las ¨²ltimas p¨¢ginas del libro, Cave parece dejar una puerta abierta a la redenci¨®n de Bunny. El artista, en un principio, lo niega: "No quer¨ªa contar una t¨ªpica historia de redenci¨®n: en la que el personaje se comporta mal, pero se arrepiente y finalmente es redimido. Bunny no busca el perd¨®n. Muere r¨¢pido y eso es el final. Su peque?o lapso buscando redenci¨®n, antes de morir, es in¨²til. En un escenario deliberadamente hortera, similar al de un plat¨® de televisi¨®n. No creo que los humanos tengamos que enfrentarnos a nuestros pecados. Y la vida no culmina limpiamente. No estamos junto a nuestros seres queridos para decirles lo que les queremos". De repente, Cave duda: "De alguna manera, Bunny Munro s¨ª se redime. Tiene el amor de su hijo. ?sa es su salvaci¨®n".
La muerte de Bunny Munro. Nick Cave. Traducci¨®n de Miguel Izquierdo. Global Rhythm. Barcelona, 2009. 240 p¨¢ginas. 22 euros. En catal¨¢n: La mort d'en Bunny Munro. Traducci¨®n de David Fern¨¢ndez. Empuries. Barcelona, 2009. 272 p¨¢ginas. 18 euros. Nick Cave ofrecer¨¢ una velada de lectura, m¨²sica y conversaci¨®n el 24 de octubre en Barcelona, en el Casino L'Alian?a del Poble Nou.
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