Jacobinismo
Con relativa habilidad, Fernando Savater me atribuye unas declaraciones que, sacadas de contexto, me confieren poderes pr¨¢cticamente sobrenaturales. No tengo capacidad de predecir si una sentencia del TC que tocara el r¨¦gimen ling¨¹¨ªstico de Catalu?a producir¨ªa o no "un alud de gente que exigiera en los tribunales educaci¨®n en castellano para sus hijos". Hoy d¨ªa se puede solicitar educaci¨®n personalizada en castellano, en Catalu?a, y la demanda no llega al uno por mil.
Ciertamente, Savater intuy¨® que yo hab¨ªa afirmado (y lo afirm¨¦, pero no tengo constancia que nadie lo publicara) que el TC no cuenta con la legitimidad necesaria (atenci¨®n: no confundir legitimidad con legalidad, por favor) para dictar ning¨²n tipo de sentencia contra lo que la sociedad catalana ha refrendado en las urnas.
Mi partido vot¨® no al actual Estatuto de Catalu?a despu¨¦s del raspado al que lo sometieron en la capital del Reino, pero la gente vot¨® favorablemente la propuesta final. Por tanto, la voluntad expresada en las urnas, desde mi modesto punto de vista, es lo ¨²nico que cuenta, y el TC -esta especie de tribunal de excepci¨®n que se inventaron en Espa?a para custodiar el jacobinismo estatal- no tiene ninguna legitimidad para introducir ning¨²n tipo de modificaci¨®n.
Los derechos se expresan en positivo: desconocer la lengua propia y oficial de Catalu?a por parte de un ciudadano de nuestro pa¨ªs no es un derecho sino una desgracia. Quienes plantean la desgracia como derecho son clasistas que desean que existan en Catalu?a ciudadanos de primera: los que dominen todos los instrumentos ling¨¹¨ªsticos necesarios para participar plenamente en nuestra sociedad; y ciudadanos de segunda: los que carezcan del dominio de alguno de dichos instrumentos. Bernat Joan, secretario de Pol¨ªtica Ling¨¹¨ªstica de la Generalitat de Catalu?a.
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