Legalizar, ?menuda panacea!
Hace unos tres a?os, l'Espai Francesca Bonnemaison, una instituci¨®n catalana que trabaja a favor de la igualdad entre mujeres y hombres, me invit¨® como moderadora a una mesa sobre las nuevas ciudadan¨ªas. En cierto momento, el debate se polariz¨® en torno a la conveniencia de permitir o prohibir el uso del velo. Incluso teniendo una opini¨®n propia, resultaban comprensibles los argumentos de quienes defend¨ªan uno u otro punto de vista. Parec¨ªa que, en nombre del respeto a las diferencias culturales y a la libertad individual, el velo deb¨ªa tolerarse en lugares p¨²blicos. Y fue as¨ª hasta que una chica marroqu¨ª se levant¨® de entre el p¨²blico para declarar que permitiendo el velo dej¨¢bamos desprotegidas a aquellas que son obligadas a usarlo, y que esperaba de las espa?olas que luch¨¢ramos no s¨®lo por nuestros derechos, sino tambi¨¦n por los de aquellas que proceden de otras culturas con una mayor subordinaci¨®n femenina al var¨®n.
?Alguien cree que si se legaliza, las mafias que controlan la prostituci¨®n van a entrar en la legalidad por arte de magia?
El de esta mujer me pareci¨® el argumento definitivo. Y no s¨®lo me parece leg¨ªtimo para el velo, sino tambi¨¦n para la prostituci¨®n.
Seg¨²n informes de la Guardia Civil y de M¨¦dicos del Mundo, el 90% de las mujeres en situaci¨®n de prostituci¨®n lo est¨¢n en contra de su voluntad. Algunas, simplemente porque no tienen otra opci¨®n. Como las Jennifer y las Jow citadas en este mismo peri¨®dico, las cuales, dicen, "est¨¢n en eso por necesidad, aunque desear¨ªan otro trabajo". Otras han sido metidas a la fuerza en ese negocio por bandas, a las que actualmente les sale m¨¢s a cuenta la trata de personas que el tr¨¢fico de drogas. Estas esclavas sexuales est¨¢n vinculadas a sus captores por los m¨¢s diversos m¨¦todos coercitivos: irreales deudas astron¨®micas, amenazas de muerte, vud¨²... Y son tratadas como animales de carga: los proxenetas las venden y compran en los cruces de carreteras, les quitan los pocos papeles de que disponen, las ablandan con violaciones y palizas, las enganchan a la hero¨ªna o a la coca¨ªna para amarrarlas mejor, incluso -como ahora hemos sabido- las hormonan para que rindan m¨¢s sexualmente en sus 20 horas diarias de trabajo.
Ante una situaci¨®n como ¨¦sta, s¨®lo cabe ponerse al lado de ese atroz porcentaje de ni?as y mujeres forzadas a prostituirse y que es, justamente, el que ha hecho estallar de nuevo el debate. Porque reconocer¨¢n que si esas prostitutas no invadieran carreteras y calles causando malestar a la ciudadan¨ªa, nadie mover¨ªa un dedo.
Legalizar la prostituci¨®n, sin embargo, no es la soluci¨®n para ellas. ?O creen ustedes que las mafias que las controlan iban a entrar en la legalidad por arte de birlibirloque? Es impensable que preparasen a sus pupilas contratos de trabajo, que cotizasen por ellas a la seguridad social, que les otorgasen un horario seg¨²n convenio, que dejasen de "convencerlas" con amenazas, palizas o drogas y que renunciasen a los ping¨¹es beneficios de su negocio. Si eso ocurriera, significar¨ªa que las mafias habr¨ªan desaparecido y, con ellas, el problema. ?Siguen, entonces, pensando que legalizar es la panacea?
Pues, no; la ¨²nica soluci¨®n para atajar este problema es la que se est¨¢ empezando a poner en marcha: la reforma del C¨®digo Penal endureciendo las penas para quienes trafican con personas.
Bien es verdad que quedar¨ªa ese 10% de mujeres que, seg¨²n parece, se prostituye libremente, aunque para ellas la legalizaci¨®n no supondr¨ªa ning¨²n cambio: ya ahora pueden darse de alta como aut¨®nomas en el apartado de servicios personales y realizar facturas por masajes o sesiones de relajaci¨®n, por decir algo.
Y, finalmente, podr¨ªamos preguntarnos cu¨¢nta libertad cabe en la decisi¨®n de prostituirse. Tal vez ni una pizca. Como dec¨ªa John Stuart Mill en La esclavitud femenina: "?Qui¨¦n es capaz de decir cu¨¢ntas mujeres alimentan en silencio aspiraciones de libertad y justicia? Hay razones para creer que ser¨ªan mucho m¨¢s numerosas, si no se hiciese estudio en ense?arles a reprimir estas aspiraciones, por contrarias al papel que, en opini¨®n de los esclavistas, corresponde al decoro del sexo femenino".
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