Indomable Del Potro
El argentino arrolla a Nadal, que nunca se hab¨ªa apuntado menos juegos en un 'grande'
Cuando Rafael Nadal se encuentra ante el abismo, con el primer set pr¨¢cticamente perdido (5-2), una canci¨®n atruena el estadio: I believe in miracles (Creo en los milagros). El n¨²mero dos, ya con la melena revuelta, ya con la faja que le protege los abdominales transparentada a trav¨¦s de su camiseta empapada, quiere creer, pero tiene enfrente a un tenista de una pieza. Ese es Juan Mart¨ªn del Potro, 20 a?os, 1,98 metros, trazo duro, ambici¨®n extrema y firma para un dato que lo resume todo: Nadal s¨®lo se apunt¨® tres juegos (triple 6-2), su m¨ªnimo hist¨®rico en un partido de un torneo de Grand Slam.
Todo empieza con el saque de Nadal, mediatizado por sus dolores y muy frenado, en consecuencia, en la elecci¨®n del ¨¢ngulo -"si sirvo hacia fuera, el abdominal me mata"- y cuando sacaba contra el viento: alt¨ªsimo porcentaje de primeros (78%), pero a velocidad moderada, con la simple intenci¨®n de poner la bola en juego; riesgo m¨¢ximo en los segundos saques (cuatro dobles faltas); y siempre la amenaza de Del Potro y de su derecha, fant¨¢stica, bestial y dolorosa.
"El abdominal me ha matado, pero estando perfecto quiz¨¢s tampoco habr¨ªa ganado"
No es s¨®lo eso el argentino. No es s¨®lo Del Potro un resto, una derecha, un saque tremendo y una interesante cobertura de pista, gracias a su envergadura, largos brazos como perros de presa. Eso lo tienen otros gigantes. Eso ya lo ha visto Nadal en otras promesas. Lo que tiene Del Potro es un juego de fondo tan s¨®lido y tan pesado en la fuerza de la pelota como para tutear a Nadal en el control de los errores no forzados (27 del espa?ol por 28 suyos) y luego acabar por derribarle. Fue un peso pesado contra un rival inferior en el pesaje.
Esto es lo que vieron Jack Nicholson, Zidane y Charlize Theron desde la grada. A Nadal tirando duro y fuerte. A Nadal abri¨¦ndose camino en casi todos los juegos de servicio de Del Potro, ofreci¨¦ndose cinco oportunidades de break y tirando bolas bajas y reveses cortados para doblar el espinazo del gigante. Esto es lo que vio Nadal en esas cinco pelotas: a un tenista con un saque tremendo guardado para ese momento; a un jugador capaz de retarle de derecha a derecha; inteligente para contrarrestar su machaque del rev¨¦s rival con drives invertidos; a uno que s¨®lo domin¨® en uno de los cinco puntos, el primero, y que disfrut¨® como antes lo hicieron otros.
Donde estuvo Del Potro antes estuvieron Berdych, Tsonga o Soderling, todos tenistas por encima del 1,90, todos vacunados contra el picado alto de la derecha de Nadal, contra su famoso golpe liftado, que al resto le supone una monta?a (inc¨®modo el golpe por encima del hombro; todo el partido en el aire, saltando) y a ellos, una posibilidad. Llega la bola, y donde todos se defienden, ellos, tan altos, pegan mordiendo y gritando, a la carga. Como Del Potro. "?ste es el gran momento de mi vida", dijo el argentino, que disputar¨¢ su primera final grande contra el vencedor del Roger Federer-Novak Djokovic.
Con la derrota, Nadal explic¨® que sufre una "peque?a rotura" en el abdominal. "Del Potro ha ganado porque ha sido mejor que yo", reconoci¨®. "El abdominal me ha estado matando, pero estando perfecto quiz¨¢s tampoco hubiera ganado". El espa?ol, que se har¨¢ pruebas m¨¦dicas y se tratar¨¢ la lesi¨®n mientras apoya a sus compa?eros en Murcia, tuvo el m¨¦rito de llegar a semifinales tras dos meses y medio lesionado. Una cosa falta a¨²n: no ha ganado a uno de los seis mejores. Ahora, debe sumar un nombre a su lista de peligros a tener en cuenta: Delpo ya le ha vencido tres veces seguidas.
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