?C¨®mo iba a ser el segundo 11-S?
En el verano de 2006 la polic¨ªa brit¨¢nica abort¨® una operaci¨®n para hacer estallar simult¨¢neamente m¨¢s de media docena de aviones en vuelos trasatl¨¢nticos. Las limitaciones al transporte de l¨ªquidos proceden de ah¨ª
Desde luego, casi tanto o m¨¢s catastr¨®fico que en 2001. Sin embargo, los hechos son ignorados por muchos, pese a su importancia o a que como consecuencia de ellos se introdujeron restricciones a los l¨ªquidos y las sustancias gelatinosas que los pasajeros de l¨ªneas a¨¦reas pueden llevar consigo en las cabinas de los aviones. El caso es que ese segundo 11-S estaba previsto para finales de agosto o inicios de septiembre de 2006. El plan consist¨ªa en hacer estallar al menos siete aviones de dos compa?¨ªas estadounidenses y una canadiense que, tras despegar desde el aeropuerto londinense de Heathrow en un intervalo de dos horas y media, se dirigieran hacia sus respectivos destinos al otro lado del Atl¨¢ntico. M¨¢s concretamente, Chicago, Nueva York, San Francisco, Washington, Montreal y Toronto.
Los potenciales terroristas suicidas eran islamistas brit¨¢nicos con conexiones en Pakist¨¢n
La polic¨ªa y los servicios de inteligencia han evitado numerosos atentados desde septiembre de 2001
En cada una de las aeronaves embarcar¨ªa como m¨ªnimo un terrorista suicida, aunque pudieron ser hasta 18 los reclutados para llevar a cabo esa operaci¨®n y quiz¨¢ otras. Para no despertar sospechas en los controles de seguridad, los implicados en esa serie de atentados frustrados pensaban meter en sus equipajes de mano preservativos y revistas pornogr¨¢ficas. Pero ocultar¨ªan entre sus pertenencias explosivos l¨ªquidos disimulados en botellas de bebidas refrescantes. El prop¨®sito era detonarlos cuando las aeronaves se encontraran en ruta transoce¨¢nica o sobrevolando territorio norteamericano.
Sea como fuere, si la polic¨ªa brit¨¢nica no hubiera logrado impedir esa serie coordinada de atentados, los mismos bien podr¨ªan haber ocasionado entre un m¨ªnimo de 1.500 y quiz¨¢ hasta 10.000 muertos, lo que equivaldr¨ªa a multiplicar por tres la letalidad del 11-S. Ahora bien, esta ¨²ltima estimaci¨®n est¨¢ basada en el supuesto de que los estallidos se hubiesen producido mientras las aeronaves estuvieran aproxim¨¢ndose a alguna de aquellas aludidas metr¨®polis, tan densamente pobladas. Huelga, creo, a?adir comentario alguno acerca del impacto que para la econom¨ªa internacional o el convulso escenario de la pol¨ªtica mundial cabe imaginar que habr¨ªan tenido actos de terrorismo como los descritos, de salirse los terroristas con la suya.
Pero, afortunadamente, durante la noche del 9 de agosto de 2006 los servicios antiterroristas del Reino Unido detuvieron en Londres y sus alrededores a m¨¢s de 20 individuos, respecto de los cuales exist¨ªan indicios sobre su implicaci¨®n en el plan terrorista urdido ese verano. Doce de ellos fueron finalmente acusados de delitos relacionados con el intento de perpetrar los mencionados atentados. Existe la preocupaci¨®n de que hasta cinco otros aparentemente dispuestos a convertirse en terroristas suicidas no hayan sido identificados ni por tanto detenidos.
El lunes de la pasada semana, 7 de septiembre, un jurado de Londres declar¨® a tres de esos acusados culpables de querer destruir con bombas siete aviones y a un cuarto m¨¢s de conspiraci¨®n para matar a miles de personas, un crimen por el cual los anteriores hab¨ªan sido igualmente condenados en abril de 2008, siempre en relaci¨®n con los mismos hechos. Entre ellos se encuentran los dos principales cabecillas de la trama local de terroristas, Abdulla Ahmed Ali y Assad Sarwar. Hasta el momento han sido absueltos otros dos imputados m¨¢s, mientras que el resto de los procesados est¨¢ a la espera de ser enjuiciado por primera vez o de nuevo, debido a que los miembros del jurado no consiguieron emitir un veredicto acerca de algunos de los cargos presentados contra ellos. Pese a que entre las pruebas aportadas se encuentran hasta seis grabaciones en v¨ªdeo, efectuadas entre finales de julio e inicios de agosto de 2006, en las que otros tantos integrantes de la c¨¦lula terrorista dan cuenta de su decisi¨®n de convertirse en lo que definen como m¨¢rtires y de atentar contra ciudadanos e intereses de pa¨ªses que calificaban de infieles. Y pese a que los terroristas dispon¨ªan ya de los componentes necesarios para fabricar unas 20 bombas cuando fueron efectuados los arrestos.
Una somera aproximaci¨®n al perfil sociodemogr¨¢fico y las experiencias de socializaci¨®n de los cuatro individuos que ya han recibido sentencias condenatorias por su concurso en la aludida confabulaci¨®n resulta reveladora. Todos son varones, con edades comprendidas entre los 22 y los 28 a?os en el momento de su detenci¨®n. Todos brit¨¢nicos de nacimiento, aunque tres descienden de inmigrantes paquistan¨ªes. Hay quien procede de una familia de clase media y quien tiene su origen en estratos de la clase trabajadora. Dos de los cuatro cursaron estudios universitarios. Al menos la mitad est¨¢n casados. Todos se consideran a s¨ª mismos devotos musulmanes y uno adem¨¢s es converso. Adquirieron su visi¨®n rigorista del credo isl¨¢mico e interiorizaron actitudes radicalizadas en contacto con el movimiento Tabligh, alg¨²n predicador extremista y la Asociaci¨®n M¨¦dica Isl¨¢mica, que enviaba suministros de apoyo a las v¨ªctimas de la intervenci¨®n estadounidense en Afganist¨¢n tras el 11-S. Las relaciones personales establecidas en el seno de esta entidad supuestamente ben¨¦fica y otras de ¨ªndole informal que se remontan a periodos de la infancia fueron fundamentales en su incorporaci¨®n a la c¨¦lula terrorista. En sus respectivos domicilios, sin exclusi¨®n, al igual que en los del resto de los acusados en el mismo procedimiento penal, se hall¨® propaganda de Al Qaeda.
?Quiere esto decir que eran miembros de una c¨¦lula independiente, constituida por musulmanes radicalizados en el seno de la sociedad brit¨¢nica y que pretend¨ªan actuar por su cuenta, ¨²nicamente inspirados por Al Qaeda? No parece que sea as¨ª. Abdulla Ahmed Ali, primus inter pares, y Assad Sarwar viajaron repetidamente a Pakist¨¢n entre 2005 y 2006. El segundo, como responsable de las bombas dentro del entramado terrorista, admiti¨® haber recibido adiestramiento para elaborar explosivos l¨ªquidos en Islamabad. Expertos contraterroristas de Scotland Yard sostienen que el entonces n¨²mero tres de Al Qaeda, el egipcio Abu Ubaidah al Masri, autoriz¨® los atentados y un agente de dicha estructura terrorista, Mohammed Gulzar, se desplaz¨® expresamente desde Sur¨¢frica para supervisar su definitiva concreci¨®n.
Pero el enlace entre la c¨¦lula londinense y Al Qaeda lo habr¨ªa proporcionado, a trav¨¦s de un grupo terrorista afiliado con esta ¨²ltima, Jaish e Mohammed, su ¨ªntimo amigo Rashid Rauf, brit¨¢nico de origen paquistan¨ª. ?ste mantuvo un contacto muy intenso, por tel¨¦fono y correo electr¨®nico, con los cabecillas locales y el supuesto agente de Al Qaeda en julio y agosto de 2006. Arrestado en Pakist¨¢n este ¨²ltimo mes, escap¨® en diciembre de 2007 y se dice que muri¨® en noviembre de 2008 en Wazirist¨¢n del Norte, a consecuencia de un ataque estadounidense con misiles, lo que no ha podido ser confirmado.
En suma, de la informaci¨®n disponible sobre los fallidos atentados del 2006 se deduce que en dicha tentativa se combinaron elementos tanto end¨®genos como ex¨®genos al Reino Unido, lo que subraya el car¨¢cter dual que puede adoptar la amenaza del terrorismo global en las sociedades occidentales. Una amenaza que emana de minor¨ªas extremistas constituidas entre musulmanes brit¨¢nicos y de terroristas afincados, en este caso, en Pakist¨¢n. Una amenaza que se proyecta m¨¢s desde Europa hacia Norteam¨¦rica que a la inversa. Asimismo, pone de manifiesto que, si bien una c¨¦lula local puede desarrollar las capacidades necesarias para perpetrar actos de terrorismo, su alcance y magnitud se acrecientan mucho cuando establece conexiones internacionales y, en particular, con Al Qaeda.
Lo ocurrido hace poco m¨¢s de tres a?os en Londres nos recuerda igualmente la fijaci¨®n que el terrorismo internacional tiene con la aviaci¨®n comercial como blanco y otros rasgos de su modus operandi preferente, como el uso de artefactos explosivos o la implicaci¨®n de suicidas en atentados concatenados. Pero ante todo hemos de traer esos episodios a la memoria porque lo que iba a ser el segundo 11-S no lo fue. Y ello invita a reflexionar sobre el papel fundamental que, para evitar que haya m¨¢s v¨ªctimas del terrorismo, desempe?an en nuestras democracias liberales la polic¨ªa y los servicios de inteligencia.
Fernando Reinares dirige el Programa de Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano y es catedr¨¢tico de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Rey Juan Carlos.
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