La excelencia narrativa de Arturo Barea
En 1953, el escritor exiliado en Londres, o como ¨¦l mismo se denomin¨®: "Un refugiado antifranquista que ha encontrado un nuevo hogar en Inglaterra", Arturo Barea (1897-1957), autor de una memorable trilog¨ªa, La forja de un rebelde, que inicialmente iba a llamarse Las ra¨ªces, magn¨ªfico testimonio del Madrid del primer tercio del siglo XX, con la guerra de Marruecos y la Guerra Civil de fondo, que apareci¨® primero (1941-1944) en ingl¨¦s y despu¨¦s en Argentina en 1951 y muchos a?os despu¨¦s, en plena transici¨®n en Espa?a; ese a?o, 1953, el trasterrado le escribe un entusiasta y conciliador pr¨®logo a la edici¨®n inglesa de La colmena, un libro con problemas para editarse en Espa?a pero escrito -Camilo Jos¨¦ Cela- por alguien que hab¨ªa luchado en el campo contrario y que -a?ado yo- puso su buena memoria sobre la vida literaria al servicio del nuevo r¨¦gimen, por si hubiera necesidad. Barea con generosidad se?ala que la novela coral de Cela "describe gentes que llevan en s¨ª el estigma de la ciudad, de sus casas de madera cerradas y sus falsedades abiertas, gentes entrelazadas o ligeramente relacionadas". Esta frase, entrecomillada, pertenece al pr¨®logo recogido en Palabras recobradas. Textos in¨¦ditos, que Nigel Townson prepar¨® en 2000 para la editorial Debate, junto a una nueva edici¨®n, en un solo volumen, de La forja de un rebelde (Turner, en los a?os setenta, la edit¨® en tres tomos sueltos). Si a estos dos considerables libros se les suma una reciente edici¨®n de sus relatos en Mondadori bolsillo, lo cierto es que Barea ha vuelto, en los ¨²ltimos a?os, a tener la consideraci¨®n literaria debida.
La ra¨ªz rota
La ra¨ªz rota
Arturo Barea
Salto de P¨¢gina. Madrid, 2009
405 p¨¢ginas. 21,95 euros
Por eso la publicaci¨®n, este verano, en una editorial -modesta pero muy valiosa y, en apariencia, con intereses literarios diferentes- como Salto de P¨¢gina de La ra¨ªz rota, in¨¦dita hasta ahora en Espa?a (se public¨® en ingl¨¦s en Estados Unidos en 1951, y en 1955 en Argentina, y aqu¨ª debi¨® circular malamente de tapadillo), hay que calificarla simplemente de acontecimiento excepcional.
La ra¨ªz rota, la llegada en el oto?o de 1949 a Madrid -el Madrid de Mart¨ªn-Santos, de Cela, incluso del Benet memorialista, y no apeo a Barea del pedestal de los tres citados- de un exiliado procedente de Londres, Antol¨ªn Moreno, nada que ver con Arturo Barea -tan s¨®lo su trasunto literario, moldeado a base de documentarse, de o¨ªr testimonios de primera mano: Barea no regres¨® nunca a Madrid-, es un extraordinario relato coral, con ecos barojianos del mejor autor de La Busca, que abre en canal con un implacable bistur¨ª la podredumbre moral de un pueblo, derrotado o victorioso, que intenta sobrevivir en ese momento, en Madrid circa 1949. Es inevitable que Barea recurra a un cierto esquematismo de los protagonistas principales, la familia que dej¨®, y que cada uno de ellos, y los que circundan esas calles del centro, vecinos todos ellos del honrado pueblo de Madrid, representan arquetipos algo esquem¨¢ticos, pero eso le da efectividad para narrar la podredumbre moral que ese exiliado con pasaporte ingl¨¦s -con la ra¨ªz rota, ya no se es de ninguna parte- va percibiendo en un mundo de miserables, espiritistas, estraperlistas, prostitutas, beatas, curas, militares, falangistas, polic¨ªas, y todo ello -ese barullo, ese ir y venir, esa masa coral que tiene mucho de zarzuela: v¨¦ase el humor¨ªstico y a la vez atroz paso del viejo espiritista por una comisaria- contado con excelente mano narrativa (aparte de ciertas vacilaciones estil¨ªsticas de quien, por entonces, manejaba el ingl¨¦s), que hace preguntarse qu¨¦ demonios ha pasado con esta novela -novedad absoluta este verano- y que es, adem¨¢s, uno de los grandes relatos contempor¨¢neos sobre Madrid, y eso que Madrid siempre ha tenido quien le escriba (y bien).
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