El discreto encanto de la islamofobia
En la islamofobia, como en toda fobia, resulta dif¨ªcil determinar el grado de aversi¨®n admisible, esto es, aquel en que las actitudes hostiles al islam dejan de ser expresi¨®n de la libertad de pensamiento o cr¨ªtica leg¨ªtima para convertirse en agresiones contra los musulmanes motivadas por estereotipos negativos: el islam es monol¨ªtico, impermeable al tiempo, la geograf¨ªa o las culturas, inferior y antit¨¦tico a Occidente, sexista, irracional y violento.
Si bien la fobia al islam ha pautado la historia de Europa (ya dec¨ªa Covarrubias de Mahoma: "Nunca hubiera nacido en el mundo"), y una islamofobia del buen amo caracteriz¨® la Era del Imperio (Hobsbawm) cuyo imaginario destrip¨® Edward Said, la nueva islamofobia no es el resultado de la actualizaci¨®n del viejo conflicto cosmol¨®gico entre el Occidente cristiano y el Oriente isl¨¢mico, ni manifestaci¨®n postmoderna de un end¨¦mico racismo popular, sino producto propio de la secularizaci¨®n del pensamiento occidental (Geisser).
Con barniz ilustrado se han puesto al d¨ªa los viejos prejuicios de las guerras entre cristianos y musulmanes
La islamofobia del siglo XXI es ante todo un fen¨®meno intelectual de tipo medi¨¢tico, en el que escritores, soci¨®logos, profesores, periodistas o pol¨ªticos reivindican el derecho a liderar un combate universal y mesi¨¢nico para erradicar todas las formas de oscurantismo del planeta, a cuya cabeza sit¨²an el islam. En Espa?a, adem¨¢s, halla un refuerzo en el mito de la Reconquista (el aznarista "nosotros ya les echamos hace siglos"), que ha servido para amputar el islam del pasado colectivo y de la identidad nacional. Este estado de cosas se manifiesta en una suerte de prontuario ideol¨®gico, por todas partes difundido y a todas horas utilizado, de nuevos ricos reci¨¦n admitidos en el cogollo de la europeidad, que ajustan cuentas con un pasado no tan lejano de misa, orinal y emigraci¨®n.
La promoci¨®n de una islamofobia tenue, de buen tono, que por supuesto cuenta con no ser detectada y que en ocasiones es inconsciente, ha proliferado en expresiones intelectuales de diverso signo a ra¨ªz del 11-S y del 11-M. Seg¨²n filiaciones y tendencias, cada cual explota unos u otros prejuicios arraigados en el inconsciente colectivo, los aggiorna para uso de la moderna opini¨®n p¨²blica y, dado el caso, los allega a instituciones y gestores pol¨ªticos.
1. Las derechas y las izquierdas. Entre los intelectuales propensos a discurrir sobre el islam, se produce con frecuencia un curioso encuentro de los valores liberales y los principios progresistas. El principal dislate que les une es la amalgama de cultura y religi¨®n, que a la postre niega al mundo musulm¨¢n la posibilidad de secularizaci¨®n caracter¨ªstica de nuestro mundo, de Occidente.
En la intelectualidad de izquierdas, es notorio su humanismo de sal¨®n, para el que el islam es un modelo inmutable y conflictivo que atenta contra lo pol¨ªticamente correcto -el laicismo, la so
cialdemocracia, los derechosde las minor¨ªas, la igualdad entre sexos-. Esta pulsi¨®n islam¨®foba se quiere combatiente del islam retr¨®grado e integrista en nombre de la libertad y los derechos humanos.
Lo sintom¨¢tico es que al pronunciarse sobre cuestiones de actualidad sociopol¨ªtica converge con el cat¨¢logo islam¨®fobo de la derecha: las renuentes posibilidades de democracia en los pa¨ªses de tradici¨®n isl¨¢mica; la confesionalidad de los enfrentamientos civiles en Irak o L¨ªbano; la idiosincrasia chi¨ª del totalitarismo iran¨ª; la repulsi¨®n ante el uso libre del hiyab en Europa. Por su parte, la izquierda que no cae en ello incurre en discriminaci¨®n positiva, pero lo hace, por desgracia, de una manera na¨ªf, en lugar de hacerlo program¨¢ticamente.
En las cavernas de la islamofobia declarada, la extrema derecha no ha dudado, tras el 11-M, en vincular el islam a una gobernaci¨®n de la conspiraci¨®n, en un delirio en el que convergen el fantasma del moro y el del rojo (?reminiscencias de la conspiraci¨®n judeomas¨®nica?).
2. Los neonacionalistas. El neonacionalista espa?ol (sea de Madrid, Bilbao o Barcelona) asocia su miedo al islam a la aculturaci¨®n y a la globalizaci¨®n misma, y busca un chivo expiatorio en el inmigrante magreb¨ª, al que juzga un intruso indeseable. Conviven en su psique el peligro interno (el moro dom¨¦stico) y el externo (los moros). En su neoespa?olismo, ve en el islam un nuevo caballo de Troya para la unidad de Espa?a, el surgimiento de otra identidad "perif¨¦rica" m¨¢s, la de los musulmanes espa?oles de segunda generaci¨®n.
3. Los amigos (torpes) del islam. Hay sectores del mundo de la educaci¨®n y la comunicaci¨®n que, ciertamente, no pretenden dar una imagen negativa del islam. Es m¨¢s, empieza a ser frecuente que sus profesionales lo conozcan de primera mano, y que se lo hagan saber a sus interlocutores. Su trabajo se funda en la l¨®gica del "yo estuve all¨ª, yo habl¨¦ con ellos". Aun as¨ª, tienden a sobredimensionar la condici¨®n musulmana, dibujando un marco confesional n¨ªtido pero estrecho. En cierto modo, parece que instaran a los musulmanes a ser musulmanes de manual, a que, por fuerza, sepan pronunciarse sobre los desmanes de Bin Laden, o que no sea posible que incumplan el Ramad¨¢n. Eso cuando no se pinta directamente un islam tranquilo (cool, soft, in) opuesto a un islam terrorista.
4. Los expertos securitarios. Un grupo que los medios de comunicaci¨®n y las instituciones han promocionado de manera decidida es el de los expertos en seguridad. Suelen ser investigadores universitarios o period¨ªsticos sin estudios isl¨¢micos. Su dedicaci¨®n se centra en la "amenaza isl¨¢mica", entendida como terrorismo internacional o como penetraci¨®n del yihadismo en el cuerpo social. Para ello, reconstruyen un mundo singular, el de la vida de los terroristas yihadistas, ajeno al del resto de los musulmanes, cuyo estilo de vida se ve, directa o indirectamente, subsumido en ¨¦ste.
5. El musulm¨¢n esclarecido. Como rasgo de ¨¦poca que es, la islamofobia nos toma por veh¨ªculo. Es el caso de los musulmanes que, sin representatividad comunitaria, triunfan en los medios como interlocutores: su principal objetivo es la b¨²squeda de visibilidad. Si bien no crean nuevas formas de islamofobia, legitiman algunas de las existentes mediante su opini¨®n autorizada de musulmanes esclarecidos. Su palabra tiende a presentarse como una fetua desacralizada sobre los temas m¨¢s dispares, desde el islam y el sindicalismo al aniconismo. A ellos se suman, de tanto en tanto, promesas del mundo del arte cuyas "provocaciones" art¨ªsticas son recibidas con alborozo como fruto de la libertad que Occidente les ha brindado.
6. Nuestra culpa. La descripci¨®n de los comportamientos intelectuales islam¨®fobos admite, ha de reconocerse, matices y pausa. Pero si algo destaca en esta nueva islamofobia son las consecuencias de su gusto por la erudici¨®n isl¨¢mica. La apoyatura en datos y autoridades se instrumentaliza para sustituir lo real por lo deseado. El nuevo islam¨®fobo es alguien capaz de citar el Cor¨¢n, aunque en realidad no sepa lo que cita. Y, al igual que la negrofilia o el indigenismo fueron denostados en su d¨ªa por las fuerzas vivas, explicar y denunciar el perverso funcionamiento de la maquinaria islam¨®foba acarrea hoy la acusaci¨®n de filoislamismo, o lo que viene a ser igual, de apolog¨ªa del terrorismo, el fundamentalismo y las infames dictaduras que atenazan al mundo isl¨¢mico. As¨ª, en apariencia, la islamofobia (siempre que no se la llame por su verdadero nombre) constituye un indicio de la "salud" de nuestra libertad de pensamiento y, llegado el caso, de nuestra misma modernidad.
Luz G¨®mez Garc¨ªa es profesora de Estudios ?rabes e Isl¨¢micos de la Universidad Aut¨®noma de Madrid y autora de Diccionario de islam e islamismo (Espasa, 2009).
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