H¨¦roes de cantimplora en el Mulhac¨¦n

Uno de los mayores atractivos de la sierra de Granada es el Mulhac¨¦n. Un nombre que nos es familiar. Desde el colegio sabemos que es el pico m¨¢s alto de la Pen¨ªnsula (3.482 metros). Hasta octubre (o hasta que las condiciones clim¨¢ticas lo permitan) se puede comprobar in situ lo que se repet¨ªa en clase y experimentar que es m¨¢s f¨¢cil aprenderse de memoria su altura que rematarla, aunque sin duda no tan estimulante.

El viajero que visite la Alpujarra granadina podr¨¢ disfrutar de una lecci¨®n de medio ambiente y alejamiento, pues el servicio de interpretaci¨®n ambiental de la Zona de Altas Cumbres de Sierra Nevada abre la puerta a las particularidades m¨¢s significativas del parque nacional de Sierra Nevada, proporcionando un paseo por la historia, la flora y la fauna de la parte m¨¢s alta del macizo. Una excursi¨®n para todas las edades, a realizar en grupo, en familia, en pareja... o solo.

Para coronar el Mulhac¨¦n lo primero es llegar a Capileira. Desde all¨ª, antes de empezar la subida en serio, un microb¨²s acompa?a al viajero hasta el Mirador de Trev¨¦lez. Es conveniente reservar y consultar horarios, pues, dada la fragilidad del terreno, los viajes y las plazas escasean. El trayecto viene amenizado por un juego de preguntas y respuestas a cargo de un gu¨ªa experto en datos. Una vez en el mirador (tambi¨¦n llamado Alto del Chorrillo) empieza la aventura. Es hora de demostrar que usted est¨¢ en plena forma y que sus piernas todav¨ªa pueden con todo. S¨®lo le esperan tres horas de subida y dos de bajada. Seg¨²n como se mire, el Mulhac¨¦n queda cerca. Por eso hay quien anuncia convencido: "Esto est¨¢ chupado".

Durante el recorrido surgen perfectas vistas del barranco de Poqueira, del r¨ªo chico de Trev¨¦lez y, por supuesto, de las cumbres de Sierra Nevada. Destaca el perfil recortado del Veleta, pico de 3.393 metros, y otros como la Alcazaba (3.366 metros), el Cerro de los Machos (3.329 metros) o el Puntal de la Caldera (3.225 metros). El viajero descubrir¨¢ especies end¨¦micas de flora: la estrella de las nieves, ran¨²nculos y otras plantas, como genciana, manzanilla o zahare?a (mano de santo, dicen, para los dolores de est¨®mago).

En cuanto a la fauna, de improviso irrumpen numerosas cabras montesas, que observan incr¨¦dulas el agotamiento del h¨¦roe con cantimplora, una mariposa azul, peque?a y delicada (ni?a de sierra nevada); aves como el roquero, la collalba y alg¨²n ¨¢guila real atenta por si alguien desfallece o pierde la mochila. As¨ª se despliega uno de los espacios naturales andaluces de mayor inter¨¦s, reserva de la biosfera desde 1986, dentro del proyecto del Hombre y la Biosfera (MAB) de la Unesco.

El paisaje tambi¨¦n muestra c¨®mo los alpujarre?os siguen empleando ancestrales t¨¦cnicas de utilizaci¨®n del suelo y de sus recursos naturales. La mejor representaci¨®n es el sistema de acequias, que nacen en esta vertiente de la sierra para luego expandirse por toda la Alpujarra.

A punto de llegar

Otra excursi¨®n posible dentro del mismo itinerario, menos contundente que la subida al Mulhac¨¦n, es la que lleva a Siete Lagunas (dos horas y media de ida y lo mismo de vuelta), a la derecha del Mulhac¨¦n. Para ello conviene tener a mano un mapa y encontrar el desv¨ªo adecuado. Seguir un camino de piedras hasta encontrar un valle en el que el viajero encontrar¨¢ siete peque?os estanques en los que ba?arse si es valiente o poner a refrescar el vino de la comida si es pragm¨¢tico.

Todav¨ªa en pleno verano quedan neveros. Maquillan el paisaje y ejercen de frigor¨ªfico. De vuelta a la ascensi¨®n al pico, despu¨¦s de dos horas de camino, el Mulhac¨¦n parece a tiro de piedra. Pero a¨²n queda. ?nimo, otro peque?o esfuerzo y ahora s¨ª, como todo en la vida, tambi¨¦n llega la cumbre del Mulhac¨¦n. Un espacio concurrido, lleno de resoplidos y sonrisas. En la cima, el que comentaba "Esto est¨¢ chupado" apura el agua y busca la piedra m¨¢s ancha en la que estirarse. Est¨¢ fundido y apenas tiene fuerzas para abrir la fiambrera. Su amigo le tapa con un maillot amarillo a lo Contador y le hace fotos con el m¨®vil como si retratara a una mascota para quedarse con un souvenir de la excursi¨®n. All¨ª, a 3.482 metros de altura, el viento no desmerece lo m¨¢s m¨ªnimo una panor¨¢mica extraordinaria.

De vuelta a Capileira despu¨¦s del descenso, si quedan fuerzas, vale la pena perderse por sus calles. Es el m¨¢s alto de los tres pueblos blancos del barranco de Poqueira. Junto con Bubi¨®n y Pampaneira, conforma un tri¨¢ngulo que da ejemplo de c¨®mo la arquitectura aut¨®ctona se adapta al medio, en el que inciden las casas de piedra con techos planos -terraos- y pasillos comunicantes llamados tinaos.

Desde aqu¨ª se ve el Mulhac¨¦n a lo lejos y con un poco de imaginaci¨®n se escucha el fluir del agua que mediante las acequias riega y llena de brillo un paisaje provisto de una idiosincrasia ¨²nica. Las acequias son el sello de identidad de este luminoso territorio que combina lo rudimentario y lo tur¨ªstico y que no deja de ser lo que Gerald Brenan denominaba una patria chica. Tan peque?a, pero tan grande.

? Use Lahoz es autor de Los Baldrich (Alfaguara, 2009).