"Nunca imagin¨¦ que me pasar¨ªa algo as¨ª"
Una prostituta africana explica c¨®mo intenta dejar la calle
De las doce de la noche a las cinco de la madrugada suele estar en las esquinas de la Ronda de Sant Antoni, cerca de la universidad. Mar¨ªa (nombre supuesto) ejerce la prostituci¨®n en Barcelona desde antes del verano, cuando lleg¨® a la capital catalana. Ella no est¨¢ bajo el control de ning¨²n proxeneta. Va por libre. Se toma el ejercicio de la prostituci¨®n como una manera de salir adelante de forma circunstancial.
Tiene 20 a?os, aunque su cara, su cuerpo y su expresi¨®n le rebajan la edad. Naci¨® en una familia de siete hermanos en Benin, en al ?frica subsahariana. Cuando ten¨ªa 16 sali¨® de su pa¨ªs de la mano de un t¨ªo suyo y se instal¨® en una ciudad de la Comunidad Valenciana. La tutela del familiar le dur¨® poco y acab¨® en un centro de acogida, que dej¨® al cumplir la mayor¨ªa de edad. Consigui¨® encontrar empleo, casi siempre de dependienta en comercios, que simultaneaba con cursos -de manipuladora de alimentos y de asistente de salud- y pudo regularizar su situaci¨®n en Espa?a. Hace unos meses se qued¨® sin trabajo. "Tengo una amiga, tambi¨¦n compatriota, que viv¨ªa en Barcelona y me dijo que viniera", explica. La amiga ejerc¨ªa la prostituci¨®n y ella acab¨® haciendo lo mismo: "Nunca imagin¨¦ que me pasar¨ªa algo as¨ª. Yo quiero trabajar y volver a estudiar".
Muchas prostitutas alternan la calle con la formaci¨®n para buscar trabajo
La conversaci¨®n con Mar¨ªa tiene lugar en la oficina municipal Abits, una agencia que proporciona asistencia y formaci¨®n a prostitutas. Una educadora de ese servicio habl¨® con ella una noche hace dos meses. El primer contacto entre educadores y prostitutas suele ser para facilitar condones y preguntar c¨®mo van las cosas.
Tambi¨¦n proporcionan informaci¨®n para hacer tr¨¢mites como la tarjeta sanitaria y sobre las ayudas que hay para los hijos o cursos de formaci¨®n para acceder al mercado laboral. Esto ¨²ltimo siempre que se est¨¦ en situaci¨®n regular en el pa¨ªs, lo que en la pr¨¢ctica excluye a la gran mayor¨ªa de las prostitutas que ejercen en La Rambla. Pero con estas mujeres el contacto es m¨¢s dif¨ªcil. "No quieren o, si quieren, no les dejan. Porque cuando te acercas, suena un m¨®vil y se van", explica una educadora que lo ha intentado en m¨¢s de una ocasi¨®n. Con una de esas mujeres sometida a los proxenetas no lograron quedar un d¨ªa para hacer el tr¨¢mite de la tarjeta sanitaria: "No hubo manera, siempre ten¨ªa que trabajar". El precio de la libertad (el pago de la deuda a los proxenetas que les retienen la documentaci¨®n) es de entre 30.000 y 45.000 euros.
Mar¨ªa sigui¨® adelante en la relaci¨®n con la oficina municipal y realiz¨® un curso de formaci¨®n de h¨¢bitos sanitarios, sobre todo de prevenci¨®n de enfermedades sexuales, y ahora ser¨¢ ella la que lo impartir¨¢ a otras mujeres africanas. De momento, sigue trabajando por las noches en la calle. No es la ¨²nica. Otras mujeres que participan en cursos de formaci¨®n lo hacen hasta que tienen otro trabajo. "Y si falla o se les acaba el contrato, regresan a la calle", apunta una educadora. A los programas de inserci¨®n laboral que se han organizado en los dos a?os de funcionamiento de esa agencia municipal se han apuntado 69 mujeres, lo que no quiere decir que todas abandonen la prostituci¨®n. "La mitad han conseguido un contrato de trabajo", aseguran desde la agencia. Resulta un proceso muy dif¨ªcil y complejo. Mar¨ªa se encuentra ahora en medio de ese camino. A las cinco de la madrugada se va a dormir a su casa, en Santa Coloma de Gramenet, e intenta seguir adelante con la formaci¨®n. "Quiero volver a trabajar como dependienta y seguir con los estudios", dice.
Explica que no se relaciona con las prostitutas que ejercen en La Rambla. Considera, adem¨¢s, que la forma de trabajar de ellas les provoca problemas a las otras: "Cuando un cliente les dice que les pagar¨¢ muy poco dinero -10 o 15 euros-, ellas aceptan igualmente porque despu¨¦s les quitan la cartera. Y luego la polic¨ªa nos persigue a todas, aunque no tengamos que ver". A?ade que eso tambi¨¦n les perjudica porque algunos clientes exigen el servicio por cantidades muy bajas, por debajo de los 20 euros.
Ella contacta con el cliente en la calle y para hacer el servicio utiliza una habitaci¨®n de una pensi¨®n del barrio, aunque reconoce que a veces tambi¨¦n trabaja en edificios que est¨¢n en obras. No quiere opinar sobre si la prostituci¨®n tiene que estar regulada o no, o si se debe prohibir la callejera. Las educadoras y responsables de la agencia municipal tampoco quieren entrar en el debate, aunque opinan que la regularizaci¨®n de la prostituci¨®n supondr¨¢ la "normalizaci¨®n" de algo que ha existido toda la vida.
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