Deseo de cambio
Salvo Rajoy, que est¨¢ en su papel, y pocos m¨¢s de su alrededor, nadie se cree en este pa¨ªs que exista un deseo de cambio. Por el contrario, nos encontramos de momento en pleno per¨ªodo de deserci¨®n. Desertamos de la profesi¨®n, del matrimonio y del divorcio, de los adolescentes y de la educaci¨®n, de los esca?os parlamentarios, hasta los virus de la gripe disminuyen ¨²ltimamente su capacidad de contagio. Como mucho pedimos ¨¢rnica, es decir, deseamos que alg¨²n t¨¦cnico o especialista, es igual que se llame Almunia o Pedro Solbes, sea economista, m¨¦dico, cura o psic¨®logo, nos alivie un poco la situaci¨®n y proporcione alguna esperanza. Pero nadie va al m¨¦dico ilusionado y con deseos de cambiar, se va con la esperanza de curarse y volver a estar como antes. No hay nada m¨¢s conservador que una persona insegura, con temor al futuro, solo desea seguir con sus rutinas y que todo siga igual, porque sospecha que cualquier cambio ser¨¢ a peor.
Por eso no es bueno seguir ahora con la propaganda del cambio, elecciones anticipadas o refundaci¨®n del capitalismo, son anuncios que no apetece comprar, m¨¢s bien suenan a amenaza. Otra cosa distinta ser¨¢ dentro de unos meses, cuando la situaci¨®n est¨¦ m¨¢s deteriorada o, con mucha suerte, un poco mejor. Entonces s¨ª, entonces ser¨¢ el momento de desear un cambio, de ilusionarnos de nuevo con un grupo de pol¨ªticos que impidan un retroceso mayor o que impulsen los indicios de mejor¨ªa. Por decirlo sin rodeos, para dejar de creer completamente en los que nos gobiernan necesitamos creer en que otros lo pueden hacer mejor y eso no ha sucedido todav¨ªa.
Para confirmar esta visi¨®n basta con observar el panorama valenciano. Es evidente un alto grado de insatisfacci¨®n, bastante desconfianza en el futuro y una actividad rutinaria con poca vitalidad. Sin embargo, no se percibe por ninguna parte deseos de cambiar nada, ni siquiera en los que gobiernan, que tambi¨¦n prefieren estar a la espera de tiempos mejores o quiz¨¢ peores. Desde luego, Benidorm no es ning¨²n cambio, m¨¢s bien parece un tema de accionistas mayoritarios en una empresa con un futuro incierto, muy incierto. De momento, la pol¨ªtica valenciana desea seguir como estaba, como si no ocurriera nada de nada.
Es como el jugador de tenis que no quiere empezar, no tiene claro lo que puede ocurrir. Parece ensimismado mirando el suelo, rebota la pelota una y otra vez, la mira y la remira hasta que la cambia por otra, golpea la raqueta contra el tal¨®n de la zapatilla. A uno le entra miedo de que pueda ciclarse as¨ª durante horas. Pero no, de pronto se despliega, arquea el cuerpo, levanta el brazo y golpea con la raqueta. Pues eso, aqu¨ª lo mismo. Dejar¨¢n de contemplar el Estatuto de Catalu?a, un martes y 13 para Obama y Zapatero, presupuestos generales, presidencia europea y, de pronto, comienza el juego.
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