Pesadilla en California
Un sue?o dorado junto al mar" es como Arnold Schwarzenegger defini¨® California cuando tom¨® posesi¨®n como gobernador del Estado hace seis a?os. Cuando uno sale de San Francisco por la carretera 280, subiendo por las boscosas monta?as de Santa Cruz hasta la costa del Pac¨ªfico, con halcones de cola roja que vuelan sobre un cielo azul perfecto, sigue pareciendo un sue?o. Sin embargo, por debajo, est¨¢ esta pesadilla.
El Estado que antes presum¨ªa de tener las mejores escuelas, universidades y redes de autopistas p¨²blicas de Estados Unidos se encuentra ahora con que son de las peores. Su sanidad figura en el puesto m¨¢s bajo de los 50 Estados en una clasificaci¨®n elaborada por Commonwealth Fund, un respetado think-tank; sus c¨¢rceles est¨¢n desbordadas; el derroche de energ¨ªa con el que satisface sus necesidades de agua se lleva nada menos que un 19% de la hoy car¨ªsima electricidad del Estado; tiene seis de las 10 ciudades m¨¢s contaminadas de Estados Unidos; sus finanzas p¨²blicas son un desastre. A?o tras a?o, sus legisladores se muestran incapaces de acordar un presupuesto. Sus d¨¦ficits hacen que Italia parezca un modelo de prudencia fiscal. Y este verano, gener¨® incr¨¦dulos titulares en todo el mundo cuando el Estado empez¨® a emitir pagar¨¦s. El Gobierno de uno de los territorios m¨¢s ricos de la tierra, que alberga Hollywood y Silicon Valley, un crisol de innovaci¨®n y la octava econom¨ªa del mundo, estaba en bancarrota.
Los problemas del Estado gobernado por Schwarzenegger, una versi¨®n extrema de los de EE UU
Este Estado es como una bicicleta con los frenos siempre apretados
?C¨®mo se ha metido California en este l¨ªo? Algunos analistas dicen: "?Demasiada democracia!". En la exc¨¦ntrica versi¨®n californiana de la democracia directa, hay todo tipo de gasto p¨²blico extravagante que se hace bajo mandato de las llamadas iniciativas, propuestas por cualquiera capaz de reunir suficientes firmas y aprobadas por mayor¨ªa simple de quienes se molestan en ir a votarlas, mientras que las posibilidades recaudatorias del Estado se ven restringidas por ese mismo m¨¦todo. El ejemplo m¨¢s famoso fue la Proposici¨®n 13, aprobada en 1978, que limit¨® de manera dr¨¢stica los impuestos sobre los bienes inmuebles e hizo de California el ¨²nico Estado de la Uni¨®n que requiere una mayor¨ªa de dos tercios en la legislatura no s¨®lo para aprobar un presupuesto, sino para aumentar los impuestos.
El alcance de este "presupuesto a trav¨¦s de las urnas" es tan amplio que los legisladores calculan que no controlan m¨¢s que entre el 7% y el 17% del gasto del Estado. Troy Senik, autor de un nuevo libro sobre los problemas del Estado dorado, dice que los californianos han vivido con la fantas¨ªa de que pod¨ªan pagar impuestos como libertarios y ser subvencionados como socialistas.
Pero no es justo echar toda la culpa al gobierno del pueblo por el pueblo. California demuestra c¨®mo se pueden pervertir esosexperimentos de democracia directa, y que el camino hacia el infierno est¨¢ empedrado de buenas intenciones. Porque este marco de iniciativas y referendos lo establecieron quienes se denominaban a s¨ª mismos progresistas a principios del siglo XX para reducir el poder de los empresarios del ferrocarril y dar el poder a la gente corriente. Cien a?os despu¨¦s, son los grupos de intereses especiales de hoy, m¨¢s variados -no s¨®lo multimillonarios y empresas, sino tambi¨¦n los poderosos sindicatos de funcionarios p¨²blicos, sobre todo los que representan a los maestros y los guardias de prisiones- quienes se aprovechan del sistema en beneficio propio o para promover sus man¨ªas. Contratan a gente para recoger firmas sobre la iniciativa que quieren sacar adelante y utilizan la fuerza de la publicidad para ganar votos.
El aspecto supuestamente representativo de la democracia de California tampoco funciona bien. Los distritos electorales se han manipulado de tal forma que la mayor¨ªa de los votantes, la mayor parte del tiempo, no tiene elecci¨®n. En 2004, por ejemplo, hab¨ªa que elegir 153 esca?os estatales o federales: ninguno cambi¨® de partido. Como consecuencia, la verdadera competencia pol¨ªtica se produce en las primarias dem¨®cratas y republicanas, y crea pol¨ªticos cuyo futuro depende de que sepan hacer el juego a los extremos ideol¨®gicos de sus propios partidos. No es extra?o que sea imposible conseguir la mayor¨ªa de dos tercios, con votos de los dos partidos, que se necesita para aprobar un presupuesto.
Las iniciativas tambi¨¦n han enmendado y cambiado la Constituci¨®n de California, de la que ahora se dice que es la tercera m¨¢s larga del mundo, s¨®lo superada por las de India y Alabama. Si la tradici¨®n constitucional de Estados Unidos se caracteriza por el sistema de controles y equilibrios, California tiene una mara?a de controles y equilibrios digna de Alicia en el pa¨ªs de las maravillas. Asimismo, ha creado una pesadilla burocr¨¢tica de m¨²ltiples organismos y competencias que se superponen y se contradicen. California ha sido el Estado en el que nunca desaparece un organismo, y un aut¨¦ntico sue?o dorado para los lobbies, los grupos de intereses especiales. Hasta que se acab¨® el oro, claro est¨¢.
Tal vez el mayor problema de California es la superabundancia de recursos naturales y humanos de la que disfruta, la suerte que ha tenido con los inmensos contratos que la II Guerra Mundial y la Guerra Fr¨ªa llevaron a sus industrias, la fortuna de la llegada de innovadores brillantes, din¨¢micos empresarios y trabajadores industriosos procedentes de la Alemania de Hitler, la lluviosa Gran Breta?a, Vietnam, India, China, M¨¦xico y todos los dem¨¢s pa¨ªses, que se fueron a vivir all¨ª atra¨ªdos por sus innumerables delicias y oportunidades. Un lugar m¨¢s pobre no habr¨ªa podido mantener un sistema tan est¨²pido durante tanto tiempo.
Imag¨ªnense una bicicleta con los frenos permanentemente apretados, unas marchas que dificultan en lugar de facilitar la subida por una cuesta y la rueda delantera constantemente torcida; y que cada vez que se lleva al taller, sale peor. S¨®lo un gigante podr¨ªa hacer que una bicicleta as¨ª siguiera andando. Es lo que ha hecho California durante m¨¢s de 30 a?os. Ahora ni siquiera esta sociedad, la m¨¢s din¨¢mica de todas, puede mantener la bicicleta loca en la carretera. Necesita repararla como es debido o, mejor a¨²n, fabricar una bicicleta nueva.
Los californianos est¨¢n moviliz¨¢ndose para hacer precisamente eso. Un grupo llamado California Forward [Adelante California] propone reparaciones poco a poco; otro, pese a llamarse Repair California [Arreglemos California], pretende construir una nueva bicicleta. En las pr¨®ximas dos semanas, est¨¢ previsto que Repair California anuncie la redacci¨®n propuesta para dos iniciativas: una para cambiar la Constituci¨®n del Estado con el fin de permitir que el pueblo convoque una convenci¨®n constituyente, y otra para que el pueblo convoque dicha convenci¨®n. Seg¨²n sus sondeos, el 71% de los californianos apoya la idea. Cuando el Fiscal General apruebe el texto, tendr¨¢n hasta el pr¨®ximo mes de abril para obtener 1,6 millones de firmas, cosa que pretenden hacer mediante una organizaci¨®n de voluntarios al estilo de la de Obama. Si todo se desarrolla con arreglo al plan, la gente aprobar¨ªa las propuestas coincidiendo con las pr¨®ximas elecciones para gobernador, en noviembre de 2010, la convenci¨®n se celebrar¨ªa en 2011 y el pueblo de California aprobar¨ªa una nueva bicicleta reluciente, la nueva Constituci¨®n, en noviembre de 2012; que, por si no se hab¨ªan dado cuenta, es cuando el presidente Barack Obama se presentar¨¢ a la reelecci¨®n.
Y ¨¦ste es el contexto en el que se enmarca todo esto. El fil¨®sofo Isaiah Berlin gustaba de citar un dicho que afirma que "los jud¨ªos son como todos los dem¨¢s, s¨®lo que m¨¢s". Pues bien, los californianos son como todos los dem¨¢s estadounidenses, s¨®lo que m¨¢s. Por supuesto, algunas de las dificultades espec¨ªficas de California son ¨²nicas, y los dem¨¢s Estados, en general, est¨¢n mejor administrados. Pero, en muchos aspectos, la enfermedad del Estado dorado es una versi¨®n extrema e hipertrofiada de los problemas pol¨ªticos y econ¨®micos de todo Estados Unidos a principios del siglo XXI. La estructura de fondo es la misma: una acumulaci¨®n de cargas estructurales a lo largo de muchas d¨¦cadas -en sanidad, por ejemplo- que el pa¨ªs, antes, pod¨ªa soportar gracias a una mezcla de dinamismo econ¨®mico y las ventajas de su lugar hegem¨®nico en el sistema internacional, pero con las que ya no puede; y una multiplicaci¨®n de los controles y equilibrios que hace terriblemente dif¨ªcil aplicar cualquier reforma. Los reformistas lo tienen muy complicado, pero cualquiera que crea que el mundo necesita un Estados Unidos abierto y din¨¢mico debe confiar en que tengan ¨¦xito.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
Timothy Garton Ash, catedr¨¢tico de Estudios Europeos, ocupa la c¨¢tedra Isaiah Berlin en St. Antony's College, Oxford, y es profesor titular de la Hoover Institution, Stanford.
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