Sobrevivir en gallego
"Ahora se puede decir que vivimos en un pa¨ªs libre, en el que se puede hablar gallego o castellano", sentenci¨® hace unos d¨ªas, como ejemplo de las bienaventuranzas de la victoria de Feij¨®o, el presidente de la Diputaci¨®n y del PP de Pontevedra, Rafael Louz¨¢n. Lo dijo en el castillo de Soutomaior, en el acto de despedida del veraneante ilustre que los conservadores hacen ahora a Rajoy como hac¨ªan antes a Fraga, hasta que se qued¨®. A Louz¨¢n se le podr¨¢ discutir cualquier cosa, excepto que conoce de sobra en qu¨¦ mundo vive, as¨ª que lo que dijo hay que atribu¨ªrselo a un exceso de esa pasi¨®n tan gallega, rayana en la idolatr¨ªa, de satisfacer al veraneante. Porque Louz¨¢n sabe perfectamente que el derecho a elegir idioma se conquist¨® con la derogaci¨®n del r¨¦gimen franquista, no con la del gobierno bipartito. Y tambi¨¦n que una cosa es tener el derecho y otra ejercerlo.
Los gallegohablantes son los realmente biling¨¹es y cambian m¨¢s de registro para evitar conflictos
Para aquellos que no tengan ese conocimiento, indiscutible y retr¨¢ctil, que tiene Louz¨¢n, o no sean de aqu¨ª y puedan aprovechar que esto est¨¢ en castellano, perm¨ªtanme que les esboce un mapa. Monoling¨¹es en gallego en sentido estricto son ya ¨²nicamente, adem¨¢s de algunos bares de copas compostelanos, las peque?as poblaciones rurales. All¨ª, un castellanoparlante se puede desenvolver perfectamente, como se demuestra cuando vienen los parientes emigrados. Quiz¨¢s a las personas de m¨¢s edad de esos territorios socioling¨¹¨ªsticos les cueste o les sea imposible cambiar de registro idiom¨¢tico, pero no a los m¨¢s j¨®venes, pese a esos seres m¨ªticos -los pobres ni?os que s¨®lo saben hablar gallego- en cuya existencia creen los gallegof¨®bicos compasivos. Monoling¨¹es en castellano son -en algunos casos incluso a su pesar- en los ¨¢mbitos urbanos, gran parte de las clases medias, la totalidad de las altas y la mayor¨ªa de los j¨®venes de cualquier clase social. Irrumpir en gallego en algunos de esos ambientes va de lo impropio a lo extravagante y, en casos extremos, a lo temerario. Y desde luego, quien lo hace es porque es un paleto o es nacionalista. Por ignorancia o por provocar, vamos.
"?Usted habla gallego porque quiere o porque se lo imponen?", le pregunt¨® en fecha tan remota como el pasado lunes un taxista a un amigo m¨ªo, un artista muy conocido. Cuando el cliente le contest¨® que lo hac¨ªa voluntariamente, el ch¨®fer concluy¨®: "Entonces es galleguista". Usar el idioma propio de Galicia es ideol¨®gico. Usar el otro, no. Ser sorprendido habl¨¢ndole por la calle en gallego a un ni?o peque?o suscita en algunos viandantes miradas tan reprobatorias como si, en lugar de emplear la lengua de sus ancestros, se le fuese azotando con una vara. En una actividad extraescolar he visto como un padre se dirig¨ªa a sus hijas cambiando de idioma seg¨²n el volumen (en bajo en gallego, en alto en castellano). La situaci¨®n es tan de libro que, como no pod¨ªa ser de otra forma, afecta m¨¢s a las mujeres.
Territorios biling¨¹es, en los que predomina el gallego, pero hay un dominio funcional de ambas lenguas y a nadie extra?a el registro idiom¨¢tico del interlocutor ni saca conclusiones por el que tenga, son los dem¨¢s. Y como la Amazon¨ªa, est¨¢n en fase menguante. Cada vez m¨¢s, sea en las ciudades o en las villas, en cualquier escala social, la lengua vehicular, la que se usa en el primer contacto con un desconocido, es el castellano. Si los dos interlocutores descubren que son gallegohablantes, se suelen pasar a su idioma, en algunos casos incluso con cierta complicidad. O no. Lo normal es que una dependienta atienda en espa?ol, por mucho que se la interpele en gallego y ella haya estado hablando con una compa?era en la misma lengua. En una ¨¦poca en la que frecuent¨¦ hospitales, no dejaba de sorprenderme -relativamente- c¨®mo la presencia de un ¨²nico castellanohablante en una habitaci¨®n de cuatro cambiaba el registro de los otros tres. Lo mismo pasaba, claro, ante la presencia del personal m¨¦dico. En resumen, los gallegohablantes tienen m¨¢s facilidad para cambiar de registro -son los realmente biling¨¹es- y tienen que hacerlo mucho m¨¢s para evitar situaciones de conflicto.
Pese a que seguramente constituya una sorpresa para aquellos que viven en un mundo impermeable al vern¨¢culo, la mayor¨ªa de la poblaci¨®n es gallegohablante, como aseguran las estad¨ªsticas. As¨ª que este panorama de acoso y descr¨¦dito de la mayor¨ªa por la minor¨ªa s¨®lo se explica porque ese te¨®rico equilibrio oficial no es tal. "Aqu¨ª vivimos todos con un biling¨¹ismo y una cohabitaci¨®n razonablemente bien, sabiendo que iba ganando el castellano y en retroceso el gallego", dijo Pachi V¨¢zquez en este peri¨®dico, de forma tan expresiva como sem¨¢nticamente ambigua (el "razonablemente bien" ?es complemento circunstancial de la primera frase, de la segunda, o de ambas?). O como aclar¨® Gloria Lago en otro, los militantes del castellano soportaban la legislaci¨®n te¨®ricamente equilibradora en la ense?anza porque no se aplicaba, hasta que se intent¨® hacerlo. Es decir, el derecho est¨¢ ah¨ª, y lo que ha hecho Feij¨®o ha sido recordar de nuevo que pretender ejercerlo puede tener consecuencias.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.