Anverso y reverso de la memoria
Lo primero que te sorprende en Los condenados, dirigida por Isaki Lacuesta, es que, en su af¨¢n de universalizar la memoria hist¨®rica, el director no nos indique nunca el pa¨ªs en el que transcurre esa b¨²squeda de desaparecidos, aunque el acento de los actores y las referencias a lo que ocurri¨® hace 30 a?os aseguren inequ¨ªvocamente que se trata de Argentina. Se me escapan las razones, pero ya s¨¦ que la met¨¢fora, la alegor¨ªa y el simbolismo gozan de prestigiosa moda.
El rastreo de un cad¨¢ver, o de lo que quede de ¨¦l, lo lleva a cabo el hijo de un revolucionario del que nunca m¨¢s se supo, ayudado por sus juveniles amigos. Tambi¨¦n participan de ese ritual en la selva la madre, la esposa y los antiguos colegas del desaparecido. Aflorar¨¢n recuerdos inevitablemente sufrientes, sentimientos de culpa, reproches y rencores subterr¨¢neos, la sombra de la duda sobre lo que ocurri¨® con aquel hombre, las reflexiones sobre la vieja y machacada revoluci¨®n. Y como en el cuento de Borges Tema del traidor y el h¨¦roe, las apariencias enga?an. El problema es que por motivos poderosamente humanos tal vez convenga m¨¢s perpetuar la conveniente leyenda que revelar la inc¨®moda verdad.
El tema daba para mucho pero en su desarrollo no hay nervio. Tampoco transmite inquietud el volc¨¢n an¨ªmico, las contradicciones y los dolorosos secretos que envuelven a los supervivientes del horror, a perdedores que quedaron marcados a perpetuidad. Asisto en plan glacial, removi¨¦ndome en la butaca y consultando furtivamente el reloj a su forzosamente cat¨¢rtico reencuentro, a sus acusaciones, a lo que dicen y lo que callan, a su relajada convivencia y a los estallidos de violencia. La modorra s¨®lo me desaparece cuando, haciendo un experimental tour de force, Lacuesta planta la c¨¢mara durante 10 minutos en el rostro y en el mon¨®logo de una hija del desaparecido, de una mujer que quiere vivir su vida y renunciar a la eterna obsesi¨®n con el pasado que mantiene su familia. El reto que implica ese plano fijo est¨¢ magistralmente resuelto por la actriz B¨¢rbara Lennie, ofreciendo con su voz y su expresi¨®n las complejas sensaciones de ese personaje, otorg¨¢ndole veracidad, con poder hipn¨®tico. Es lo ¨²nico que me fascina en esta pel¨ªcula tan preocupada por la forma y de alma opaca.
El a?o pasado gan¨® la Concha de Oro la pel¨ªcula turca La caja de Pandora, que mostraba el vagabundeo y el desamparo de una anciana con alzh¨¦imer. En esta edici¨®n, el cine turco tambi¨¦n describe la triste historia de otro viejo en 10 to 11. Con la diferencia de que a ¨¦ste le funciona la cabeza, es pele¨®n y tenaz, van a derribar su casa, su museo, su ¨²nico refugio f¨ªsico y moral. La gran pasi¨®n de su vida y que lleg¨® a costarle el abandono de su mujer es el coleccionismo de peri¨®dicos, de cintas magnetof¨®nicas, de botellas, de recuerdos. El director Pelin Esmer cuenta aceptablemente el acorralamiento de este solitario. Pero no nos pasemos. Tampoco es Umberto D.
Para rematar la fiesta, la obligatoria cuota de cine coreano ha clausurado la Secci¨®n Oficial con Yo vine de Busan, tedioso e inane retrato de los infinitos paseos de una mujer atormentada porque entreg¨® en adopci¨®n a su beb¨¦ y pretende recuperarlo. ?Qu¨¦ pinta aqu¨ª esta pel¨ªcula? Como en otros casos, lo ignoro. Lo que est¨¢ claro es que cualquier festival como Dios y la correcci¨®n pol¨ªtica mandan tiene que programar cine coreano, iran¨ª, chino, japon¨¦s, tailand¨¦s, turco, birmano, egipcio y filipino. Pero ser¨ªa deseable que pillaran lo mejor o lo m¨¢s presentable de esas ex¨®ticas cosechas.
Babelia
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