Maestra de la entrega
La noticia de la desaparici¨®n de Alicia de Larrocha nos ha dejado el coraz¨®n encogido a quienes hemos seguido de ella cada paso, cada nota y cada gesto. Era una pianista que no se prodigaba en los salones. Lo que le interesaba de verdad era la m¨²sica y su trabajo sin m¨¢s. Esa devoci¨®n, esa entrega, como ejemplo, no ha podido ser mejor para alguien que quisiera seguir su estela.
Ella ha sido referencia internacional del piano espa?ol en el mundo. En cualquier parte la recib¨ªan con muestras de cari?o pero no se dejaba impresionar, y sab¨ªa que su ¨²nico camino era ¨¦se, el de la entrega sin condiciones, sin vacaciones ni fines de semana. ?nica y admirable, su interpretaci¨®n de la m¨²sica de Alb¨¦niz caus¨® y causa todav¨ªa -gracias a sus grabaciones- una impresi¨®n sin l¨ªmites que crece a¨²n cuanto m¨¢s se adentra uno en dicha obra.
Es posible que aquel genial compositor, tan exuberante y generoso como fue Isaac Alb¨¦niz, al que estuvo ligada a lo largo de toda su vida y de quien casualmente celebramos el centenario por su muerte, agotara y apurara las fuerzas de una pianista que siendo menuda (ella bromeaba siempre sobre ese tema) tuvo las fuerzas de acometer una obra tan monumental como Iberia sin parecer que se esforzaba demasiado, con ese sonido tan redondo y una limpieza incre¨ªble a la hora de tocar esas p¨¢ginas que requieren al menos cuatro manos. Necesit¨® para ello mucha inteligencia y cabeza fr¨ªa, pero tambi¨¦n un coraz¨®n caliente.
En un pianista, como en cualquier artista, es importante ser reconocible por algunas caracter¨ªsticas. Unos por virtuosismo y su libertad en los tempos como Horowitz, otros en su recreaci¨®n de los sonidos como Gieseking, otros por su brillantez y genialidad como Rubinstein. Cada gran artista recrea su propio microcosmos. El de Alicia de Larrocha fue construido a base de un pianismo muy expresivo pero siempre equilibrado con un arte especial para traducir muy fielmente la partitura.
No por ello se resist¨ªa su expresi¨®n, siempre mantuvo una impecable claridad e hizo muy pocas concesiones. La cursiler¨ªa y la exageraci¨®n no iban con ella. En Iberia, cuando deb¨ªa hacer un taconeado en pasajes como El Puerto aplicaba un ritmo gracioso, muy particular y reconocible. Cuando era necesario el arrojo, en Triana o en Corpus Christi en Sevilla, por ejemplo, lo acomet¨ªa con la fuerza necesaria y nunca dando un paso m¨¢s. Esas han sido algunas de sus virtudes.
Tambi¨¦n haber sido capaz de mantener el equilibrio tan ajustado le ha permitido poseer esa limpieza, control y dominio de la situaci¨®n en todo momento. En Goyescas supo sacar como nadie ese pianismo de Granados que tan bien conjugaba un romanticismo universal con lo espa?ol. Sonido delicado, contenido y despu¨¦s arrobado. Su versi¨®n de La maja y el ruise?or es antol¨®gica como su andante en El amor y la Muerte. As¨ª me ha ense?ado que cada interpretaci¨®n debe ser meditada, elaborada y despu¨¦s de mucho trabajo, recreada.
Babelia
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