Para¨ªsos para el fraude
Conviene valorar en su justa medida el papel que han jugado los para¨ªsos fiscales en la eclosi¨®n de la crisis financiera actual y, por lo tanto, en la recesi¨®n econ¨®mica mundial. El grueso del crash se explica por la desregulaci¨®n financiera que permiti¨® adoptar decisiones arriesgadas o simplemente insolventes en Wall Street y en buena parte de la banca internacional, cuyos directivos, ide¨®logos y economistas de cabecera se ofuscaron con la idea de que sofisticaci¨®n financiera, con independencia de las garant¨ªas reales, es sin¨®nimo de solidez. Tambi¨¦n est¨¢ claro el papel en esta crisis de los incentivos salariales o bonus como est¨ªmulos perversos al riesgo desmedido. Pero los para¨ªsos fiscales, consentidos o ignorados desde pa¨ªses como Estados Unidos, Reino Unido, Alemania o Francia, eran, por decirlo as¨ª, el ¨²ltimo refugio de buena parte del dinero traficado o escamoteado en la crisis. Los casos de los fondos de Bear Sterns o los dineros de Madoff desviados hacia Luxemburgo as¨ª lo demuestran. Los para¨ªsos fiscales son, en s¨ª mismos, un est¨ªmulo poderoso a las corruptelas de todo tipo.
La primera cuesti¨®n a la que debe responderse es si existe verdadera y persistente voluntad pol¨ªtica de desactivar los para¨ªsos fiscales. La respuesta es dudosa. Es verdad que la OCDE y las autoridades europeas se han decidido por fin a presionar para que desaparezca el secreto de las cuentas bancarias en las islas del Canal, M¨®naco, Luxemburgo o Liechtenstein, y tantos otros centros financieros off shore: Pero la experiencia demuestra que este tipo de presi¨®n suele ser coyuntural. Ahora que los d¨¦ficits p¨²blicos aprietan, sube varias atm¨®sferas y el secreto bancario se discute con grandes aspavientos en el G-20 de Pittsburgh. Pero cuando termine la recesi¨®n y las finanzas p¨²blicas tiendan a estabilizarse en d¨¦ficits razonables lo m¨¢s probable es que los para¨ªsos fiscales desaparezcan discretamente del primer plano de la preocupaci¨®n p¨²blica y que vuelvan a operar pl¨¢cidamente como lugar de acogida de los capitales escamoteados al fisco.
A esta pol¨ªtica dubitativa corresponden l¨®gicamente decisiones legislativas rebosantes de buenas intenciones pero incompletas. Las dur¨ªsimas proclamas contra la opacidad financiera en las cumbres de Londres o Washington y las listas negras y grises de pa¨ªses con secreto bancario incompatible con la democracia fiscal se han convertido, en la pr¨¢ctica, en acuerdos y componendas que permiten a un pa¨ªs eludir el estigma de para¨ªso fiscal firmando acuerdos de colaboraci¨®n e informaci¨®n con otros 12 pa¨ªses. Cualquier sistema bancario off shore puede cumplir f¨¢cilmente ese requisito y mantener al tiempo una oferta de secreto financiero con una gran cantidad de capitales procedentes de otros pa¨ªses.
En t¨¦rminos de posibilismo pol¨ªtico, es cierto que la legislaci¨®n contra el secreto bancario internacional ha mejorado; puede defenderse que la intervenci¨®n de la OCDE incluyendo en listas negras a pa¨ªses de legislaci¨®n connivente con el fraude fiscal es un avance objetico. Pero no es suficiente. Se echan de menos sanciones ejemplares y un compromiso firme de todos los pa¨ªses con fiscalidad democr¨¢tica para asfixiar los refugios de la pirater¨ªa tributaria.
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