A la espera de Europa
En v¨ªsperas de que Espa?a asuma la presidencia de turno de la Uni¨®n Europea, algunos de los contenciosos internacionales enquistados durante los ¨²ltimos a?os han empezado a moverse. La Asamblea General de Naciones Unidas no est¨¢ resultando, en esta ocasi¨®n, una reuni¨®n anual de rutina en la que el representante de cada Gobierno se sube a la tribuna de oradores, expone el cat¨¢logo de sus puntos de vista o de sus simples fantas¨ªas, se baja, y las cosas siguen m¨¢s o menos en el mismo punto. La raz¨®n de este cambio es, sobre todo, una: Estados Unidos ha empezado a ejercer bajo la Administraci¨®n dem¨®crata un nuevo liderazgo, radicalmente distinto del que intentaron los republicanos.
Obama afirm¨® que el nuevo liderazgo que quiere para EE UU implica estar a la escucha de los aliados
La pol¨ªtica exterior de Obama invita a recuperar el inter¨¦s por una dimensi¨®n de la actividad de los Estados, la diplom¨¢tica, que desde hace a?os chapoteaba entre el lenguaje de madera y la b¨²squeda de fotograf¨ªas oportunas para consumo interno. Cuando no se dedicaba, y era peor, a justificar o apoyar guerras devastadoras que se emprend¨ªan porque s¨ª y se manten¨ªan con el ¨²nico argumento de que, puesto que se hab¨ªan comenzado, conven¨ªa no perderlas. En los pasos de la diplomacia norteamericana de los ¨²ltimos tiempos se advierte, sobre todo, un meditado dise?o de las iniciativas y una ejecuci¨®n milim¨¦trica, sin concesiones al espect¨¢culo que conllevan las citas y las cumbres de alto nivel. Esto no quiere decir que el ¨¦xito est¨¦ asegurado: en el terreno internacional, cada actor es una variable independiente. Y cuanto mayor, cuanto m¨¢s poderoso es el actor, mayor es su independencia y, por tanto, mayor tambi¨¦n su capacidad para hacer fracasar los prop¨®sitos de los dem¨¢s. Pero por primera vez en mucho tiempo, la pol¨ªtica internacional, y no s¨®lo la realidad internacional, exige una discusi¨®n inteligente.
Obama no ten¨ªa f¨¢cil encontrar siquiera un m¨ªnimo margen de maniobra en la cuesti¨®n nuclear iran¨ª, atrapado como estaba por la herencia de los destrozos provocados por Bush y sus cruzadas: ni dispon¨ªa de instrumentos eficaces para acorralar al Gobierno de Teher¨¢n, ni se pod¨ªa permitir, tampoco, una dilaci¨®n excesiva del problema. La posici¨®n de Israel reclamando el monopolio nuclear en la regi¨®n como ¨²ltima garant¨ªa existencial, por una parte, y la fecha de revisi¨®n del Tratado de No Proliferaci¨®n (TNP) como ¨²ltima oportunidad para alcanzar un arreglo colectivo, por otro, permit¨ªan sobrepasar la fecha de 2010 sin intentar una soluci¨®n. Como resultado de las iniciativas de Estados Unidos, Ir¨¢n se sentar¨¢ el pr¨®ximo jueves en la mesa de Ginebra sabiendo que no puede seguir mintiendo sobre sus intenciones y que las grandes potencias, con la ¨²nica reserva de China, est¨¢n unidas en una misma determinaci¨®n. Y tampoco Israel puede creer que las cosas seguir¨¢n como antes: si la estrategia sobre el programa nuclear iran¨ª da alg¨²n resultado, tendr¨¢ que dar respuesta a la ocupaci¨®n de los territorios palestinos y a su ausencia en la lista de firmantes del TNP.
Tambi¨¦n en la pol¨ªtica hacia Afganist¨¢n se pueden intuir algunos cambios, despu¨¦s de que Obama anunciase la retirada de Irak para 2011. El presidente norteamericano ha rechazado el env¨ªo de nuevas tropas a luchar contra los talibanes, vinculando esta decisi¨®n a la formulaci¨®n de una nueva estrategia. No es una tarea sencilla, puesto que, en Afganist¨¢n, se ha producido una duplicidad de misiones militares extranjeras, una de guerra y otra de reconstrucci¨®n, que parecen condenadas a entorpecerse mutuamente. De momento, nada se sabe de la nueva estrategia que prepara Estados Unidos, pero es dif¨ªcil imaginar que la duplicidad de misiones pueda continuar como hasta ahora. Entre otras razones, porque resulta absurdo que unas tropas extranjeras se dediquen a bombardear, seg¨²n las necesidades de un conflicto abierto, mientras las otras se ocupan de reconstruir lo que ha sido bombardeado, realizando tareas propias de una paz que todav¨ªa no ha llegado.
El semestre de la presidencia espa?ola de la Uni¨®n exige del Gobierno una responsabilidad particular a la hora de establecer las prioridades. Adem¨¢s de los problemas institucionales que atraviesa el proyecto de la Europa Unida y de las medidas destinadas a paliar la crisis econ¨®mica, est¨¢n en marcha procesos internacionales en los que la Uni¨®n no puede quedar al margen. Obama afirm¨® que el nuevo liderazgo que quiere para Estados Unidos implica estar a la escucha de los aliados. Tan pernicioso ser¨ªa que los aliados, y entre ellos Europa, no tuvieran nada que decir, como que lo que dijeran estuviese completamente al margen de los principales problemas internacionales. Durante seis meses, y por lo que respecta a Europa, una parte sustancial de la responsabilidad le corresponder¨¢ a Espa?a.
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