El D¨ªa sin Postre
El pueblo espa?ol suele ser alegre, sentimental, pillo, festivo y tonto. El pueblo espa?ol se traga cualquier cosa, lo cree todo y encima piensa que le dan ejemplo.
Sobre todo cada vez que hay crisis. Un servidor de ustedes ya tiene pocas reservas de todo, pero tiene memoria. Y as¨ª recuerda haber o¨ªdo comentar, por la gente que lo vivi¨®, que con la crisis internacional del a?o 1929 el Estado tuvo que apretar las tuercas, como hoy, y por ello consider¨® que ten¨ªa que dar alg¨²n ejemplo de sobriedad. Y as¨ª la familia real instaur¨® el D¨ªa sin Postre.
Es decir, la familia no terminaba comidas y cenas con pastelillos de monja, mazapanes selectos ni helados levantinos. Las terminaba con nada. Supongo que hab¨ªa que ser bastante ingenuo para creer que semejante ahorro salvar¨ªa la econom¨ªa nacional, pero el buen pueblo espa?ol lo crey¨® y se compadeci¨® de los Reyes. Dicen que hubo imitadores y que tambi¨¦n dejaron de tomar postre los duques de Alba.
El pueblo tambi¨¦n se conmovi¨® con la Rep¨²blica, es decir, el r¨¦gimen contrario. Como la pobre Rep¨²blica ya naci¨® en crisis, se consider¨® que ning¨²n alto cargo deb¨ªa tener coche oficial y por ello se inici¨® la campa?a de "ministros en tranv¨ªa". Y encima fue verdad. A los ministros raramente se les pagaba el taxi, no hac¨ªan veraneos ostentosos como los de ahora, sino m¨¢s bien veraneos de botijo. Largo Caballero era un ejemplo con su modest¨ªsima casita de El Escorial, y el presidente Maci¨¤ vivi¨® en casa de su hermana hasta que le convencieron de que una persona como ¨¦l, a falta de residencia oficial, hab¨ªa de dormir al menos en el Ritz. Los altos cargos, adem¨¢s, presum¨ªan de tener poco dinero. El periodista Josep Maria Llad¨°, a quien creo firmemente, me cont¨® una vez que el presidente Companys le hab¨ªa pedido prestados cinco duros.
Por supuesto, el pueblo espa?ol se conmov¨ªa, lo comentaba en las esquinas y aceptaba las penurias.
Si el pueblo espa?ol de entonces era f¨¢cil de contentar, me temo que el de hoy en d¨ªa lo sigue siendo, y yo el primero. Estoy dispuesto a creerlo todo ante la pr¨®xima subida de impuestos, pero es que el Gobierno actual no me da motivos. Y mira que es f¨¢cil: me conmuevo hasta si suprimen una merendola. Pero es que nada, nada, nada. Gobernantes, hagan al menos algo: que los capitostes conduzcan una vez su propio coche oficial y as¨ª inventaremos el D¨ªa sin Ch¨®fer.
A ver si al menos puedo creer en algo.
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