Brown defiende el Nuevo Laborismo en el peor momento de su mandato
El primer ministro brit¨¢nico reivindica el papel del Estado en la sociedad
Gordon Brown eligi¨® ayer la sobriedad y la micropol¨ªtica como medicina para intentar levantar la moral de combate del laborismo. Est¨¢ por ver, sin embargo, que alcanzara su objetivo. El impopular primer ministro brit¨¢nico, que parece abocado a una clara derrota en las elecciones generales de la pr¨®xima primavera si es que consigue llegar a ellas, renunci¨® a las florituras en el que ten¨ªa que haber sido "el discurso de su vida" y se decant¨® por presentar la plataforma en la que los laboristas quieren encuadrar esa batalla electoral.
Es decir, defensa del legado del Nuevo Laborismo tras m¨¢s de 12 a?os en el Gobierno, glorificaci¨®n de su comportamiento durante la crisis financiera en contraste con la falta de propuestas del Partido Conservador, c¨¢nticos a los viejos valores de la izquierda brit¨¢nica encabezados por el sistema nacional de salud y la perenne defensa "de los que menos tienen" frente a los poderosos, denuncia rozando el manique¨ªsmo de la vieja ideolog¨ªa tory que se esconde tras el barniz centrista de su actual direcci¨®n.
Al balance de fin de reinado se a?adi¨® una macedonia de peque?as propuestas
Todo su discurso en el congreso anual laborista desprendi¨® un aroma de defensa del papel del Estado en la sociedad que contrasta con el giro hacia la libertad individual que conformaba el centrismo pol¨ªtico del Nuevo Laborismo. ?Porque Brown est¨¢ m¨¢s en l¨ªnea con las viejas tradiciones laboristas que Tony Blair? ?O porque la crisis financiera ha vuelto a poner de moda valores sociales que hab¨ªan sido enterrados por 25 a?os de liberalismo econ¨®mico?
Esas posiciones de mayor calado ideol¨®gico o de balance de fin de reinado estuvieron acompa?adas de una macedonia de peque?as propuestas para la vida cotidiana, desde la mejora de las prestaciones de la Seguridad Social a los enfermos de c¨¢ncer a medidas de castigo a los padres que no hagan lo bastante para enderezar a los hijos descarriados, restricciones a la venta de alcohol en los barrios con m¨¢s des¨®rdenes atribuibles a la botella o m¨¢s ayudas para los ancianos para que puedan seguir viviendo en su casa con dignidad.
No faltaron compromisos potencialmente pol¨¦micos, como el de colocar en una red de residencias p¨²blicas a las madres adolescentes que dependan de las ayudas del contribuyente "no s¨®lo para que tengan un techo bajo el que cobijarse sino para que puedan empezar una nueva vida en la que aprendan sus responsabilidades y c¨®mo criar adecuadamente a sus hijos".
Otras rayaron en la demagogia, como sus c¨¢nticos a las fuerzas armadas que combaten en Afganist¨¢n y su declaraci¨®n de que "siempre tendr¨¢n el equipamiento que necesitan", cuando son conocidas las discrepancias entre el Gobierno y la c¨²pula militar.
Otras parecieron un brindis al sol, como su declaraci¨®n de que el Partido Laborista propondr¨¢ en su programa electoral la convocatoria de un refer¨¦ndum para introducir el sistema del llamado voto alternativo en las elecciones generales, una reforma por la que la segunda preferencia expresada por los votantes en la papeleta es clave cuando un candidato no alcanza el 50% de los votos. ?Por qu¨¦ los laboristas se plantean ahora una reforma electoral que han aparcado desde que llegaron al Gobierno en 1997?
Pero, por encima del detalle de sus propuestas pol¨ªticas, Gordon Brown no pareci¨® despejar las dudas que existen sobre su capacidad para llegar a las elecciones como cabeza de cartel y, sobre todo, para ganar esos comicios. Su discurso fue honrado en las formas: en ning¨²n momento intent¨® parecer lo que no es. Hace no tantos a?os, en el apogeo de sus batallas personales contra Tony Blair, se visti¨® de viejo laborista y consigui¨® encender pasiones entre las bases del partido. Ayer fue el Gordon Brown que m¨¢s conoce el p¨²blico: cuidadoso con los detalles pero falto de pasi¨®n.
La misma falta de pasi¨®n que demostr¨® el p¨²blico a pesar de su esperada gran ovaci¨®n final. O la que mostraron los organizadores con un escenario de sobriedad espartana, dominado por el rojo laborista y una enorme bandera brit¨¢nica en la pantalla gigante. O la que delat¨® el recurso a Sarah Brown, la esposa del primer ministro, por segundo a?o consecutivo: aunque articulada y elegante, sus hermosas palabras ya no tuvieron el impacto del a?o pasado porque esta vez fue m¨¢s un recurso que una sorpresa.

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