Aferrados al fugaz encanto de Obama
El pasado 16 de septiembre, Barack Obama pronunci¨® una de esas frases emblem¨¢ticas y ya t¨ªpicas en su seductora elocuencia: "Queremos esos Juegos". Fue en un acto celebrado en la Casa Blanca de apoyo a la ciudad que le encumbr¨® pol¨ªticamente. En medio de la complicada agenda del mandatario m¨¢s poderoso del mundo, esas palabras en su boca valieron su peso en oro ol¨ªmpico. Se un¨ªan a sus mensajes y v¨ªdeos dirigidos a los miembros del COI pidi¨¦ndoles el voto para Chicago. La urbe de los vientos confirm¨® que detr¨¢s ten¨ªa a su vecino m¨¢s ilustre. Eso, en un pa¨ªs como Estados Unidos, donde no hay paraguas estatales al estilo europeo, empez¨® a ser un hito.
Hoy, cuando sea un hecho la presencia por primera vez en la historia de un presidente de Estados Unidos en una elecci¨®n de sede ol¨ªmpica, el ambiente a la espera del resultado no podr¨¢ ser m¨¢s optimista. En la Daley Plaza, muy cerca del lago Michigan, santo y se?a de la candidatura, est¨¢ preparada una enorme fiesta. El optimismo relativo ha pasado a ser real y el apoyo de su m¨¢ximo jefe ha dado alas a la ilusi¨®n de los que creen firmemente en Chicago. Be part of it (S¨¦ parte de esto) es su forma de compartir.
Pero ante la bonita esperanza que tienen muchos de ganar tambi¨¦n est¨¢n las sombras no menos reales de los que incluso quieren perder. El apoyo que puede verse en casi mill¨®n y medio de votos en la p¨¢gina web de la candidatura contrasta con un buen n¨²mero de organizaciones ciudadanas que recelan de los Juegos. Y no es extra?o. El negocio puede ser rentable para unos pocos, pero ruinoso para otros muchos. Hasta se ha descubierto ya a un empresario listo, que se sali¨® del comit¨¦ organizador y ha hecho negocio con terrenos que valdr¨ªan millones de d¨®lares como escenarios en caso de triunfo de la ciudad.
El COI avis¨® duramente en el informe de la comisi¨®n de evaluaci¨®n del peligro de una organizaci¨®n privada en tiempos de crisis. La Casa Blanca no pagar¨ªa un descalabro econ¨®mico y muchos ciudadanos temen ser los sufridores con sus impuestos. Y al COI, tras el fiasco de Atlanta 96 y con la humillaci¨®n nunca olvidada de Salt Lake City (aunque los mormones y Utah s¨ª triunfaron), le da miedo.
El peligro de la derrota subsiste. El que no haya ido Michael Jordan, el gran icono atl¨¦tico, puede ser sintom¨¢tico. Y que el primer mandatario vaya s¨®lo cinco horas (mucho menos que Tony Blair en Singapur para el triunfo de Londres) tambi¨¦n les va a dejar a muchos miembros la idea de que lo hace s¨®lo por un engorroso tr¨¢mite, mucho m¨¢s que otros.
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