Europa: ?algo m¨¢s que una gran Suiza?
En otros tiempos, y qu¨¦ malos tiempos fueron, el mundo temblaba cuando hablaba Alemania. Ahora casi ni se entera. Por ejemplo, si s¨®lo me hubiera informado por la televisi¨®n y los peri¨®dicos estadounidenses de las ¨²ltimas semanas, quiz¨¢ ni me habr¨ªa enterado de que el pa¨ªs m¨¢s importante de Europa celebraba elecciones. Y de Gordon Brown y el congreso de su partido, que ofrece un reluciente folleto de cruceros para una nave que se hunde, ni noticia.
Esto no es s¨®lo un reflejo de c¨®mo han cambiado las prioridades de Estados Unidos (una elecci¨®n en Afganist¨¢n importa m¨¢s que una en Alemania o en Reino Unido) y del declive general de la informaci¨®n internacional, aunque tambi¨¦n es eso. Si estuviera en China, India o Brasil, tendr¨ªa una experiencia similar. Las payasadas de Silvio Berlusconi y el pr¨ªncipe Enrique s¨ª entran, pero la pol¨ªtica europea seria, no. Europa no es ni lo suficientemente peligrosa para llamar la atenci¨®n (los nazis actuales est¨¢n en Wazirist¨¢n) ni lo suficientemente din¨¢mica e influyente para atraerla, como ocurre con China. Europa es simp¨¢tica, aburrida e irrelevante.
Que Europa sea aburrida tiene sus ventajas. Recu¨¦rdese lo que ocurri¨® en la anterior gran crisis
Para Europa, lo que decida Irlanda tiene m¨¢s peso que las elecciones alemanas
En muchos sentidos, ¨¦sa es una gran victoria. La ¨²ltima vez que Europa tuvo una crisis financiera y econ¨®mica tan grave, con una tasa tan alta de desempleo, Alemania no opt¨® por ser simp¨¢tica y aburrida. En esta ocasi¨®n, el centro ha conseguido mantenerse en el poder. Los peque?os partidos de izquierda han obtenido buenos resultados, igual que el Partido Liberal, que es verdaderamente liberal desde el punto de vista social y econ¨®mico, pero no ha habido una gran escisi¨®n hacia la derecha. La pol¨ªtica de "echar la culpa a los extranjeros" no ha logrado nada. Angela Merkel ha confirmado que es una de las figuras pol¨ªticas m¨¢s extraordinarias de Europa. Extraordinaria, entre otras cosas, por su brillante manera de fingir que es normal y corriente: habla con claridad, no tiene pretensiones, es sensata, nuestra vecina "Angie".
En coalici¨®n con los liberales, tendr¨¢ la oportunidad de proponer algunos recortes fiscales, prolongar la vida de las centrales nucleares y quiz¨¢ liberalizar un poco m¨¢s el mercado de trabajo. Pero ni los partidarios del mercado libre deben hacerse demasiadas ilusiones, ni los socialdem¨®cratas tener demasiado miedo. El segundo mandato de Merkel no va a ser muy diferente del primero. Durante ese primer mandato gobern¨® desde el centro, porque era algo necesario en una gran coalici¨®n con los socialdem¨®cratas, pero tambi¨¦n por propia voluntad. Las elecciones las ha ganado a base de situarse en el centro. Su lema de campa?a fue simplemente "die Mitte", el centro. Y en el centro va a permanecer. El complicado sistema de controles y equilibrios de Alemania dificulta los cambios r¨¢pidos y dr¨¢sticos (Merkel cuenta con una estrecha mayor¨ªa en la C¨¢mara alta, pero puede perderla el a?o que viene).
Los rumores de la muerte de la socialdemocracia son muy exagerados. La mayor¨ªa de los pa¨ªses europeos tiene hoy una mezcla de liberalismo econ¨®mico y socialdemocracia. En Reino Unido, Tony Blair venci¨® adoptando muchos elementos del thatcherismo; si David Cameron gana el a?o pr¨®ximo, ser¨¢ gracias a adoptar muchos elementos del blairismo. Las elecciones brit¨¢nicas tambi¨¦n se librar¨¢n en el centro. El verdadero reto para este centris-mo europeo llegar¨¢ si no consigue generar suficiente crecimiento y, sobre todo, empleo. En todas partes est¨¢ aumentando el voto a los partidos peque?os, como los Verdes y die Linke en Alemania. Pero, por ahora, el centro resiste.
Con Merkel, y muy probablemente el liberal Guido Westerwelle como ministro de Exteriores, la pol¨ªtica exterior alemana tampoco cambiar¨¢ mucho. Alemania seguir¨¢ siendo el socio m¨¢s pr¨®ximo de Rusia en Europa (en este sentido, por cierto, la Rep¨²blica Federal ha cumplido la promesa que hizo Helmut Kohl a Mija¨ªl Gorbachov hace 20 a?os: una cooperaci¨®n econ¨®mica de largo alcance a cambio de que los rusos aceptaran la unificaci¨®n alemana). Tratar¨¢ de ser buen amigo de Estados Unidos y, al mismo tiempo, mantener a las tropas alemanas a salvo en Afganist¨¢n y seguir haciendo negocios con Ir¨¢n hasta donde se lo permita la decencia. Es decir, Alemania no ser¨¢ ni una gran ayuda ni un gran obst¨¢culo para que el presidente Barack Obama logre sus objetivos de pol¨ªtica exterior.
Los detalles se resolver¨¢n en un mes de negociaciones para formar la coalici¨®n. "Cuando vengan los dirigentes mundiales a Berl¨ªn el 9 de noviembre, me gustar¨ªa recibirles con un nuevo gobierno", dice Merkel. El 9 de noviembre: ?la ca¨ªda del muro! Y de pronto recordamos las esperanzas y los miedos de aquel momento. ?Alemania en el coraz¨®n de una Europa unida, un modelo para el mundo! O, en los espejismos de los conservadores brit¨¢nicos y polacos, ?Alemania como Cuarto Reich! Y lo que tenemos es... el reloj de cuco (para adaptar la famosa frase de Orson Welles en El tercer hombre). Alemania como la gran Suiza.
Y no s¨®lo Alemania. Toda Europa es hoy una gran Suiza. Tiene cantones grandes y peque?os, que defienden ferozmente, cada uno, sus tradiciones y su autogobierno. Est¨¢n el cant¨®n de Eslovenia y el cant¨®n de Francia, el cant¨®n de Reino Unido y el cant¨®n de Luxemburgo. Algunos son m¨¢s importantes que otros, pero ninguno es ni la mitad de importante de lo que era ni de lo que algunos -especialmente Francia y Reino Unido- creen todav¨ªa que son. Esta gran Suiza garantiza un alto grado de seguridad, prosperidad, libertad y bienestar social para la mayor¨ªa (aunque no todos) de sus ciudadanos y parte (aunque no la mayor¨ªa) de sus habitantes. Para sus ciudadanos, es uno de los mejores lugares del mundo en los que vivir. En pol¨ªtica exterior, se preocupa por asuntos tan importantes como... la libertad para Roman Polanski. Un tema sobre el que los ministros de Exteriores franc¨¦s y polaco se han sentido obligados a escribir a Hillary Clinton. Quiz¨¢ podr¨ªan escribir a continuaci¨®n sobre el queso, el vino o los bolsos de piel.
Est¨¢ muy bien eso de ser Suiza. En serio (salvo que uno sea Roman Polanski, en estos momentos; pero ¨¦se es otro asunto). La pregunta es: ?estamos los europeos dispuestos a conformarnos con eso? ?Es lo que queremos ser en el siglo XXI? Sospecho que, en el fondo, muchos europeos dir¨¢n que s¨ª. O, para ser tal vez m¨¢s precisos: no estar¨¢n dispuestos a votar y pagar para hacer lo que ser¨ªa necesario si queremos ser algo m¨¢s que eso. Es decir, la respuesta se deber¨¢ a la inercia, y no a una decisi¨®n expl¨ªcita.
Lo malo es que, a largo plazo, al decidir no ser m¨¢s que una gran Suiza, iremos perdiendo las condiciones que hacen posible ser una gran Suiza. Porque el sentido de tener una pol¨ªtica exterior europea no es el poder en s¨ª, sino la capacidad de proteger y propugnar intereses que comparten cada vez m¨¢s todos los pa¨ªses europeos y corren peligro en un mundo de gigantes no europeos.
Alemania es importante a la hora de tomar esa decisi¨®n. Reino Unido es importante a la hora de tomar esa decisi¨®n (y seguramente se encaminar¨¢ en la direcci¨®n equivocada con los conservadores). Pero el pa¨ªs m¨¢s importante, esta semana, es Irlanda. Porque Irlanda ha vuelto a votar el viernes 2 de octubre sobre el Tratado de Lisboa. Para conseguir una voz europea que tenga m¨¢s fuerza en el mundo, necesitamos que los irlandeses voten s¨ª.
Desde el punto de vista democr¨¢tico, fue delicado no aceptar el no de la primera vez. Pero, desde el punto de vista democr¨¢tico, tambi¨¦n es delicado que los peri¨®dicos brit¨¢nicos propiedad de Rupert Murdoch hayan desempe?ado un papel tan decisivo en el debate irland¨¦s. Los irlandeses deben decidir por su cuenta; tienen que hacerlo por sus propios motivos; y no deben sufrir amenazas de que vaya a haber graves consecuencias si toman la decisi¨®n "mala". Ahora bien, para el futuro de Europa, puede que la decisi¨®n de Irlanda sea incluso m¨¢s importante que la de Alemania.
Timothy Garton Ash es catedr¨¢tico de Estudios Europeos y ocupa la c¨¢tedra Isaiah Berlin en St. Antony's College, Oxford, y es profesor titular de la Hoover Institution, Stanford. Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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