Grigorescu
Casualmente cuando se van a cumplir 20 a?os de la muerte de Nicolae y Elena Ceaucescu, tras aquel juicio sumar¨ªsimo que tan chocante result¨® en la televisi¨®n, podemos ver en la galer¨ªa ?ngels de Barcelona, el v¨ªdeo Conversaci¨®n con Ceaucescu (1978), la obra m¨¢s significativa de Ion Grigorescu, el m¨¢s reconocido artista rumano de hoy y un personaje formidable. Por supuesto, en vida del dictador, Grigorescu s¨®lo proyectaba ese v¨ªdeo en su casa, para un reducid¨ªsimo grupo de amigos de absoluta confianza. Realizado con recursos t¨¦cnicos precarios que contribuyen a su aura de urgencia y clandestinidad, de impresionante testimonio de una era b¨¢rbara, el v¨ªdeo muestra a Grigorescu sentado junto a Ceaucescu (encarnado por ¨¦l mismo, con una m¨¢scara recortada de uno de los ubicuos p¨®sters del conducator), sobre un fondo negro, mientras se deslizan, sobreimpresos, el mon¨®logo del artista y el discurso del tirano. As¨ª pues, no se da tal conversaci¨®n. Cuatro a?os m¨¢s tarde de rodar esta pieza, Grigorescu, que con sus dibujos, fotograf¨ªas y v¨ªdeos se separaba de los discursos folcl¨®ricos, poetizantes o idealizadores de la realidad a los que de grado o por la fuerza se ve¨ªan reducidos sus colegas, e incurr¨ªa en un arte pol¨ªtico, sutilmente cr¨ªtico -aunque blindado por una literalidad inocua que quiz¨¢ lo hac¨ªa m¨¢s corrosivo-, agot¨® la paciencia del r¨¦gimen. Una campa?a de prensa le redujo al ostracismo en 1982. Ya no volver¨ªa a exponer hasta la ca¨ªda del socialismo.
Acaba de celebrarse la primera retrospectiva de su obra, en Varsovia, y en primavera se celebra otra en Viena. El otro d¨ªa habl¨¦ con ¨¦l, cerca de la galer¨ªa, en un caf¨¦ de la calle del pintor Fortuny. Habla en un tono muy bajo, probablemente es un hombre introvertido y muy reflexivo; que es inteligente es cosa obvia en su arte. No se da importancia. Me cont¨® que durante los ¨²ltimos siete a?os en que tuvo vetada la actividad p¨²blica busc¨® el amparo de unos amigos que se dedicaban a la restauraci¨®n de frescos en las iglesias de los pueblos. Le expres¨¦ mis condolencias, pero respondi¨®: "No, no, fue muy provechoso. As¨ª encontr¨¦ un trabajo, un salario, y un mundo otro, de gente sincera y sencilla, que cuidaba a los pobres, a los enfermos, alrededor de aquellas iglesias de los pueblos y de la periferia de Bucarest...".
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