Crisis de pel¨ªcula
Si el problema de este pa¨ªs fuera tan solo la crisis financiero-inmobiliaria, la cosa ser¨ªa grave, pero tendr¨ªa soluci¨®n. Todas las crisis la tienen. Es verdad que ¨¦stas duran m¨¢s o menos dependiendo del grado de acierto que consigan gobiernos y autoridades monetarias por las medidas adoptadas. Pero, siendo sinceros, el retraso temporal que puede atribuirse en exclusiva a la incompetencia de aqu¨¦llos, aunque siempre significativo y doloroso, no va m¨¢s all¨¢ de unos cuantos meses.
En realidad, el mecanismo est¨¢ndar de las llamadas crisis coyunturales es m¨¢s simple (y m¨¢s aut¨®nomo) de lo que se cree. La producci¨®n y el empleo inician su ca¨ªda en cuanto la demanda se retrae; y ¨¦sta vuelve a caer a continuaci¨®n porque la producci¨®n y el empleo se reducen. Y as¨ª, sucesivamente; hasta que, en cierto momento, imposible de determinar a priori, la demanda ya no puede caer m¨¢s y el ciclo se invierte. Lo ¨²nico que sabemos es que el tiempo transcurrido hasta alcanzar el punto de inflexi¨®n depender¨¢ en ¨²ltima instancia de las expectativas que familias y empresas tengan sobre la evoluci¨®n futura de los acontecimientos. Raz¨®n por la cual, tan malo es que el Gobierno muestre un excesivo optimismo (percibido por todos como infundado), como que la oposici¨®n exagere su pesimismo por razones exclusivamente electorales. Precisamente, para lo que sirven los grandes pactos nacionales en ¨¦pocas de crisis es para propiciar el cambio de expectativas. Y es precisamente su inexistencia lo que m¨¢s est¨¢ retrasando la salida de aqu¨¦lla, tanto en Espa?a como en la Comunidad Valenciana.
Dicho lo cual, a m¨ª la crisis que m¨¢s me preocupa no es ¨¦sta, sino otra m¨¢s profunda: la que est¨¢ emergiendo a la superficie frente a la ceguera general que muestran gobiernos, sindicatos y organizaciones empresariales, quienes a¨²n siguen sin reaccionar ante los genuinos problemas estructurales que nuestra econom¨ªa acumula desde hace ya m¨¢s de una d¨¦cada. Y es ahora, justamente, cuando deber¨ªan aprovechar para definir las correspondientes estrategias.
La confusi¨®n es de tal magnitud, que ni siquiera ahora, en medio de la debacle, los gobiernos tienen la valent¨ªa de soltar el inmenso lastre acumulado durante a?os en multitud de dispendios improductivos (si no los conocen, les puedo enviar la lista) y poder as¨ª mantener, entre otras cosas, el gasto en I+D+i; como tampoco las patronales parecen aceptar que el problema est¨¢ en el valor de los productos que salen por la puerta delantera de las empresas (y no solo en el coste de quienes los producen); ni, en fin, los sindicatos se muestran muy dispuestos a contribuir con esfuerzo a la definici¨®n de una verdadera estrategia que permita afrontar, con algunas garant¨ªas de ¨¦xito, los importantes retos que la econom¨ªa global plantea a nuestras empresas.
Resumiendo, que esto, en lugar de una crisis como tantas otras, se va pareciendo cada vez m¨¢s a una pel¨ªcula americana de serie B. Pero esta vez con guionistas sin experiencia y con actores bastante mediocres. O sea, espa?ola. As¨ª nos va.
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