La Italia de Il Cavaliere
De Joseph de Maistre es el dicho de que "cada pueblo tiene el Gobierno que se merece". En los a?os de la dictadura cada vez que lo o¨ªa, sobre todo en labios de extranjeros, sent¨ªa una enorme verg¨¹enza. El espect¨¢culo inaudito que ofrece hoy Silvio Berlusconi provoca el mismo sentimiento en no pocos italianos, persuadidos tambi¨¦n de que s¨®lo se explica como producto de una singular historia. Despu¨¦s de que quebrara el sistema de partidos que durante casi medio siglo articularon la democracia cristiana y el partido comunista, la ¨²ltima etapa ha culminado en el desmoronamiento de la democracia parlamentaria.
El rasgo vertebrador de toda la historia de Italia desde la ca¨ªda del Imperio Romano a la reunificaci¨®n de 1861 -que se completa en 1918 tras la confrontaci¨®n b¨¦lica con Austria en la I Guerra Mundial- es la incapacidad de fraguar un Estado que abarque toda la Pen¨ªnsula, al partirla en dos mitades los Estados pontificios, tesis de Maquiavelo que ha terminado por resultar evidente.
Los italianos se han enfrentado durante siglos a un Estado que s¨®lo sienten de modo negativo
La din¨¢mica pol¨ªtica de la Italia del norte con sus rep¨²blicas y se?or¨ªos enfrentados, dispuestos incluso a acudir a la intervenci¨®n externa para impedir que uno de ellos los pudiera integrar -pol¨ªtica que cont¨® siempre con el apoyo de la Iglesia- nada tiene que ver con la Italia del sur -el Reino de N¨¢poles, a partir de 1816, Reino de las Dos Sicilias-, unificada por la dominaci¨®n extranjera. La verdadera haza?a ha sido que una Italia sin Estado mantuviese durante siglos la conciencia de constituir una naci¨®n.
A ello se suma la debilidad constitutiva del Estado que nace en el Risorgimento. Impuesto por el reino de Piamonte, casi se consider¨® una nueva dominaci¨®n extranjera. La unificaci¨®n se hizo de espaldas a la mayor parte de la poblaci¨®n, entonces campesina, para poner en marcha un Estado unitario, tan contrario a la dispersi¨®n pol¨ªtica que hab¨ªa caracterizado al norte de Italia. El ¨²nico apoyo fue el de una d¨¦bil clase media, con la oposici¨®n visceral de la Iglesia que rechazaba instituciones pol¨ªticas "modernistas" y extranjerizantes, como la Monarqu¨ªa constitucional y el sistema parlamentario.
Si, al amparar la expulsi¨®n de jud¨ªos y moriscos, la Iglesia espa?ola contribuy¨® a una muy temprana unificaci¨®n nacional, aunque luego la Contrarreforma ocasionase un estancamiento social, y sobre todo cient¨ªfico y cultural, en Italia, produciendo estos mismos efectos, impidi¨® durante siglos la unificaci¨®n, manteniendo hasta hoy una influencia sobre la sociedad que en Espa?a se ha perdido en estos ¨²ltimos lustros.
El que Berlusconi haya sido votado por una buena parte de sus conciudadanos no se entiende sin tener muy en cuenta que durante siglos han resistido enfrentados a un Estado, que ¨²nicamente se hac¨ªa sentir de manera negativa en la recaudaci¨®n de impuestos y el servicio militar.
El italiano ha sido un mal soldado, pero un bandido valiente, dispuesto a sobrevivir fuera de la ley, gozando por ello del respeto y consideraci¨®n de sus vecinos. Ac¨¦rrimo individualista, s¨®lo se ha sentido vinculado a la familia y a la localidad en la que ha nacido. Viajero por cuenta propia -de Marco Polo a Crist¨®bal Col¨®n-, emigrante exitoso, o aventurero cosmopolita, como Giacomo Casanova, que, sin respetar norma alguna, supo atraerse la simpat¨ªa de las mujeres y de los hombres, de los ricos y de los pobres, de los pr¨ªncipes y de sus criados.
En un mundo globalizado, en el que el Estado ha perdido muchas de sus competencias, su crisis arrastra la del Gobierno representativo, cada vez m¨¢s pura ficci¨®n. Al Parlamento lo ha sustituido el poder de unos partidos que, al ir apart¨¢ndose de sus ya exiguas bases, y sobre todo de sus electores, dejan a la sociedad abandonada a sus expensas.
El fen¨®meno Berlusconi se comprende mejor desde el proceso de disoluci¨®n del Estado, que en Italia ha llegado antes que en los pa¨ªses europeos en los que hab¨ªa arraigado con m¨¢s fuerza, pero al final, con matices distintos en cada pa¨ªs, todos parecen recorrer el mismo camino. La peculiar historia de Italia en donde el Estado, salvo durante el fascismo, apenas hab¨ªa hecho acto de presencia, tal vez explique que el poder lo ocupe un aventurero, hecho a s¨ª mismo, con pretensiones donjuanescas.
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