El s¨ªndrome de Bartleby
Estos d¨ªas no me quito de la cabeza al bueno de Bartleby. Ya saben, aquel escribiente de figura "p¨¢lidamente pulcra, lamentablemente respetable" y de aspecto tan "singularmente sosegado" que describi¨® Herman Melville. El copista eficiente de una firma de Wall Street que un buen d¨ªa empieza a responder a cada requerimiento "preferir¨ªa no hacerlo" hasta que con total serenidad, progresivamente, acaba por preferir no hacer nada en ninguna circunstancia.
Me hizo pensar en el triste escribiente de Melville, el bueno de Rajoy. Respondiendo impasible a la bola de nieve que se le acerca amenazante, el presidente del Partido Popular considera que "vamos bien, estamos con ganas y un cierto sentido de la indiferencia". Es ese sentido de la indiferencia el que es digno de atenci¨®n cuando la sospecha de corrupci¨®n generalizada en el partido pasa a ser una certeza en un sumario de 17.000 folios con pruebas que afectan a los gobiernos del PP en Valencia, Madrid, Castilla y Le¨®n, diversos ayuntamientos e incluso el Ejecutivo de Aznar.
Se est¨¢ instalando en la sociedad una sospecha universal sobre los m¨¦todos de financiaci¨®n de los partidos pol¨ªticos
Rajoy parece preferir morir aplastado a enfrentarse al problema, convencido de que los electores tambi¨¦n prefieren no hacerlo y renuncian a est¨¢ndares de exigencia democr¨¢tica propios de pa¨ªses civilizados.
No es s¨®lo Rajoy quien ¨²ltimamente me hace pensar en Bartleby. El m¨¦todo del "preferir¨ªa no hacerlo" est¨¢ inquietantemente instalado en la pol¨ªtica espa?ola y tambi¨¦n en la catalana.
Uno de esos temas en que los pol¨ªticos espa?oles prefieren no entrar es la financiaci¨®n transparente de los partidos pol¨ªticos. El caso G¨¹rtel presenta indicios de financiaci¨®n irregular y el caso del Palau de la M¨²sica se mueve, de momento, en el enriquecimiento de Millet y compa?¨ªa, pero con algunas sospechas razonables sobre su cercan¨ªa a algunos partidos pol¨ªticos.
Por m¨¢s que los dirigentes de CiU insistan en presentar como natural el pago desde el Palau de una deuda a un partido en ruina electoral y econ¨®mica, y el trasvase de sumas importantes a una de sus fundaciones, se instala en la sociedad una sospecha universal sobre los m¨¦todos de financiaci¨®n de campa?as excesivas. Tampoco ayudan los informes poco ¨²tiles encargados desde el Gobierno con absoluto desprecio del respeto escrupuloso que se deber¨ªa demostrar con el dinero p¨²blico. Informes que pueden confundirse con m¨¦todos de pago de tapadillo a asesores m¨¢s o menos ¨²tiles o m¨¢s o menos cercanos.
Aparte de cualquier juicio sobre la naturaleza humana y su tendencia al mangoneo, la financiaci¨®n de los partidos pol¨ªticos no est¨¢ resuelta, a juzgar por los esc¨¢ndalos en curso y por la opini¨®n que se instala entre los ciudadanos de la limpieza de la pol¨ªtica.
Por el material incautado, las ofertas de ex trabajadores cercanos a Millet que ofrecen sus servicios al mejor postor, los tent¨¢culos empresariales de Millet y sus desahogos, el caso del Palau promete munici¨®n de calibre para aumentar el cinismo y la distancia de los ciudadanos respecto a la pol¨ªtica. La lentitud de la justicia, la falta de medidas cautelares y el goteo de informaciones pringosas alimentan de manera inquietante las dudas de si se llegar¨¢ al fondo del caso o se optar¨¢ por la componenda. La sospecha de pacto carcome la confianza democr¨¢tica de unos ciudadanos poco entusiastas en los ¨²ltimos tiempos respecto a la cosa p¨²blica.
Aparte de la abstenci¨®n, en las ¨²ltimas elecciones asistimos a un incremento llamativo del voto en blanco, nulo y el dedicado a partidos al l¨ªmite del sistema o de lo m¨¢s extravagante. A los lamentos por los niveles de abstenci¨®n que siguen a cada elecci¨®n, les sigue el m¨¦todo del "preferir¨ªa no hacerlo" que alimenta la desafecci¨®n y el descr¨¦dito de la pol¨ªtica. El corto plazo, el electoralismo y la actuaci¨®n basada en los sondeos de opini¨®n no pueden hacer m¨¢s que desacreditar la pol¨ªtica y construir una sociedad de ciudadanos desafectos, despolitizados. Una sociedad de espectadores tiende a la poca calidad democr¨¢tica, el totalitarismo o la astracanada.
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