?Qu¨¦ hacemos en Caosist¨¢n?
Librar una guerra, no hay duda alguna. Pero una guerra que no quiere decir su nombre, aunque vaya creciendo el n¨²mero de bajas, tambi¨¦n espa?olas. Espa?a tiene all¨ª sus tropas, en teor¨ªa, para ayudar a la estabilizaci¨®n del pa¨ªs afgano, como las tienen todos los pa¨ªses incluidos en la ISAF, la misi¨®n de Naciones Unidas bajo mando de la OTAN. Pero la labor que tiene encomendada es imposible: no se estabiliza lo que es inestable por definici¨®n. Y Afganist¨¢n, en guerra y sin gobierno que controle el territorio, es la inestabilidad misma. La labor de la ISAF es el tejido de Pen¨¦lope: se construye a la vez que la guerra destruye. Al final, lo ¨²nico que cuenta es protegerse de las adversidades y de los atentados.
En nueve meses, Estados Unidos habr¨¢ cambiado de planes tres veces en Afganist¨¢n
Ocho a?os dura ya esta guerra, en la que las tropas norteamericanas y brit¨¢nicas son las que se encargan de la parte m¨¢s cruenta, aunque la extensi¨®n de las acciones guerrilleras de los talibanes y la creciente inseguridad est¨¦ produciendo una convergencia entre las dos tareas: la b¨¦lica y la de mantenimiento de la paz. Hasta tal punto es as¨ª que hace pocas semanas cambiaron las tornas: una orden de bombardeo a¨¦reo lanzada por el mando alem¨¢n de las tropas de estabilizaci¨®n produjo m¨¢s de 70 muertos civiles.
El gobierno instalado por Washington en Kabul en 2001 est¨¢ corro¨ªdo por la corrupci¨®n y el fraude electoral. Hay se?ores de la guerra integrados en el ej¨¦rcito afgano sospechosos de horribles cr¨ªmenes de guerra, como es la muerte por asfixia de dos mil prisioneros encerrados en contenedores. Una prisi¨®n norteamericana, la de Bagram, es un Guant¨¢namo sin apenas denuncia ni esc¨¢ndalo. Y es creciente la desafecci¨®n de la poblaci¨®n civil en un pa¨ªs donde la presencia de tropas extranjeras no sirve para proteger a los civiles sino para incrementar la inseguridad.
Algunos dirigentes pol¨ªticos todav¨ªa se atreven a decir que las tropas europeas defienden en Afganist¨¢n nuestras libertades y nuestras democracias. Rajoy lo hizo ayer al conocerse la noticia del atentado que cost¨® la vida a un soldado espa?ol. Pueden tener raz¨®n, sobre el papel naturalmente, como todo en esta guerra. Pero la realidad es que las opiniones p¨²blicas europeas y buena parte de la americana no lo ven as¨ª. Los gobiernos europeos van a pedir pronto plazos y fechas para terminar el trabajo y devolver sus tropas a casa o, quiz¨¢s, a otras misiones tanto o m¨¢s importantes, como podr¨ªa ser asegurar sobre el terreno la aplicaci¨®n de un futuro plan de paz en Oriente Pr¨®ximo.
A pesar de todo, el desastre actual no es peor de lo que ser¨ªa un Afganist¨¢n en el que los talibanes amigos de Al Qaeda regresaran al poder y pusieran en peligro la estabilidad en Pakist¨¢n o se propusieran tomar el poder en el pa¨ªs vecino y acceder con ello a su ej¨¦rcito y a su arma nuclear. Conseguir un plan de salida sin abrir las puertas a Bin Laden es el reto que tiene Obama ante s¨ª. Las ideas del nuevo presidente acerca de Afganist¨¢n no son malas, pero por lo que se est¨¢ viendo son todav¨ªa muy insuficientes. Veamos. La seguridad de Afganist¨¢n deben garantizarla los propios afganos. No puede Estados Unidos, y la OTAN detr¨¢s, cargar con la responsabilidad de crear un sistema democr¨¢tico seg¨²n nuestros par¨¢metros y gustos en suelo afgano y probablemente contra la voluntad de los nacionales. Las alianzas y la participaci¨®n de los vecinos m¨¢s influyentes -Rusia, China e Ir¨¢n- son fundamentales para terminar m¨¢s pronto que tarde con Al Qaeda. Hay que tratar al pa¨ªs afgano en un paquete con Pakist¨¢n. Pero todo esto ni vale ni tiene traducci¨®n pr¨¢ctica alguna si no hay mejoras sobre el terreno, que es exactamente lo contrario de lo que est¨¢ pasando.
De ah¨ª que ahora haya llegado la hora de la verdad para Obama. El debate en el que est¨¢n comprometidos la Casa Blanca y los mandos militares sobre la nueva estrategia para Afganist¨¢n ser¨¢ el tercer cambio de planes en apenas nueve meses. Cuando Obama lleg¨® a la presidencia estaba vigente todav¨ªa la estrategia minimalista de Bush. En marzo el nuevo presidente ampli¨® el n¨²mero de tropas en 21.000 soldados m¨¢s y pidi¨® un mayor compromiso europeo (que en el caso de Espa?a acaba de hacerse realidad con el incremento en 200 soldados). Y ahora deber¨¢ zanjar sobre la estrategia definitiva, despu¨¦s de recibir unas presiones del jefe militar sobre el terreno, el general McChrystal, para que de nuevo incremente las tropas ahora en 40.000 hombres, que demuestran una consideraci¨®n muy escasa tanto hacia el presidente como hacia la supremac¨ªa del poder civil sobre el militar.
En una cosa lleva raz¨®n el atrevido general e inventor del neologismo: esto es Caosist¨¢n, denominaci¨®n que vale para Afganist¨¢n y para la heter¨®clita y desordenada alianza que ha intentado, hasta ahora sin ¨¦xito alguno, poner orden y reconstruir el pa¨ªs del Hindukush.
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