Jugador nuevo en el tapete
Si Reagrupament, la asociaci¨®n independentista encabezada por Joan Carretero cuya botadura se produjo el pasado s¨¢bado, es un proyecto con futuro, o bien uno m¨¢s de los experimentos fracasados que jalonan la centenaria historia del nacionalismo catal¨¢n, eso lo dir¨¢ el tiempo en el inexorable plazo de 12 meses. A d¨ªa de hoy, lo ¨²nico que se puede es juzgar las maneras de la nueva agrupaci¨®n, valorar su discurso, calibrar los retos a los que se enfrenta y las bazas de las que dispone.
Una cosa me parece segura: Reagrupament no es el Partit per la Independ¨¨ncia (PI); ni siquiera el PI sin ese estrambote p¨®stumo del dinero del Palau de la M¨²sica ayudando a ?ngel Colom a costearle el entierro. Aquello de 1996 fue una casa comenzada por el tejado, la aventura de unos dirigentes que, cuando la permanencia en el seno de Esquerra Republicana se les hizo humanamente imposible, marcharon llev¨¢ndose consigo cargos y n¨®minas, improvisaron un proyecto pol¨ªtico sin perfil propio, basado s¨®lo en lealtades personales, y creyeron que instal¨¢ndose en un suntuoso piso del paseo de Gr¨¤cia ya adquir¨ªan patente de partido s¨®lido y cargado de porvenir.
Reagrupament deber¨¢ clarificar su liderazgo y encontrar un tono ilusionante sin caer en actitudes apocal¨ªpticas
Es cierto que el n¨²cleo inicial de Reagrupament tambi¨¦n procede de Esquerra; de hecho, naci¨® como una corriente interna de este partido. Pero sus promotores tuvieron buen cuidado, apenas iniciada la disidencia, de abandonar todos los cargos p¨²blicos -de elecci¨®n o de designaci¨®n- que ocupaban en nombre de ERC, y es eso lo que hace cre¨ªbles, ahora, sus apelaciones a la radicalidad democr¨¢tica o sus cr¨ªticas al car¨¢cter olig¨¢rquico del establishment pol¨ªtico. De hecho, el trabajo desde la base, el prurito de austeridad y de transparencia presiden los primeros pasos del grupo: su nueva sede central ser¨¢ un local de 60 metros cuadrados en la calle de la Provid¨¨ncia, y el coste de los bol¨ªgrafos para los asistentes a la asamblea sabatina fue, seg¨²n se inform¨® desde el atril, de 200 euros...
Con todo, la gran diferencia entre el PI y Reagrupament reside en el contexto hist¨®rico de sus respectivos partos. En 1996-99 el sistema catal¨¢n de partidos era a¨²n s¨®lido y estable; Esquerra, con Carod y Puigcerc¨®s, conservaba la virginidad de la oposici¨®n y lo ten¨ªa todo por demostrar; mucha gente confiaba en los efectos salv¨ªficos de la alternancia al frente de la Generalitat, y la eventual reforma del Estatuto aparec¨ªa como una excitante p¨¢gina en blanco. En 2009, esa p¨¢gina se ha llenado de exasperantes frustraciones; nuestro mapa partidario presenta s¨ªntomas claros de fatiga de materiales; el abstencionismo y el desapego pol¨ªtico se disparan y, en concreto, entre Esquerra y Converg¨¨ncia han perdido desde 2003 casi medio mill¨®n de votantes.
?Significa eso que Reagrupament tiene el ¨¦xito asegurado, que le bastar¨¢ con dejarse empujar por un viento favorable? Ni mucho menos. La nueva opci¨®n independentista deber¨¢ clarificar su liderazgo y, cuando llegue la hora, poner sus listas electorales a la altura del discurso regenerador que enarbola. Es tambi¨¦n urgente que module su discurso, que encuentre el tono capaz de volver a ilusionar a cientos de miles de nacionalistas decepcionados, sin necesidad de caer en actitudes apocal¨ªpticas. ?De qu¨¦ sirve desear que el Constitucional "arrase" el Estatuto, si todos sabemos que el Estado no es tan torpe como para caer en semejante error? Sobre todo, los de Carretero tienen que traspasar el c¨ªrculo del independentismo hist¨®rico -la reconfortante complicidad entre iniciados que flotaba en la asamblea del s¨¢bado- para llegar hasta electores que no hayan o¨ªdo hablar nunca del PSAN. S¨®lo as¨ª puede conjurarse el maleficio de Nacionalistes d'Esquerra, aquel movimiento de tres d¨¦cadas atr¨¢s, trufado de intelectuales prestigiosos, que sin embargo, en las urnas, no pas¨® de los 45.000 votos.
En suma, la partida apenas ha empezado y Reagrupament no tiene malas cartas. Pero hay que saber jugarlas.
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