Crucero en tierra firme

Se sabe, pero en ocasiones se olvida: la cercan¨ªa a Europa no s¨®lo depara ventajas. Nina Hagen estaba en Montpellier, y s¨®lo este hecho la trajo a Barcelona para ofrecer su ¨²nico concierto en Espa?a.

Sin disco nuevo, sin nuevo espect¨¢culo y s¨®lo tirando del recuerdo no es de extra?ar que una artista deca¨ªda como ella s¨®lo convocase media entrada en la sala Razzmatazz. Lo dem¨¢s se pudo suponer: Nina sigue haciendo de la extravagancia, de sus presuntas dotes para la provocaci¨®n y del dislate elevado a la categor¨ªa de sentencia sus mejores argumentos. Lo han sido siempre, no ten¨ªan por qu¨¦ cambiar ya entrada en la cincuentena.

Musicalmente, la artista ofreci¨® un concierto completamente inarticulado que tanto pod¨ªa sonar a rock, como a hip-hop, como a rock duro, ¨®pera o a canci¨®n latinoamericana, version¨® Hasta siempre comandante. M¨¢s que eclecticismo todo aquello son¨® a extrav¨ªo, a despiste categ¨®rico o, peor a¨²n, al desmesurado tama?o de un ego que se cree capaz de lidiar con todo tipo de m¨²sica fi¨¢ndolo todo a la personalidad.

Y si por personalidad se entiende el indiscriminado uso del maquillaje, un vestuario llamativo, la pr¨¦dica de valores religiosos y la gestualidad exagerada, pues s¨ª, habr¨¢ que aceptar que Nina Hagen tiene de eso.