?Qui¨¦n oculta a Lorca?
A punto de abrirse la fosa donde se cree que yace el poeta, los arque¨®logos firman un contrato de silencio. ?Qu¨¦ quieren esconder los que se oponen desde hace 13 a?os a esta exhumaci¨®n?
"Yo lo enterr¨¦".
-?D¨®nde est¨¢ exactamente? ?Lo recuerda?
-?C¨®mo me podr¨ªa olvidar de una cosa as¨ª? Est¨¢ cerca de la fuente, en el camino que lleva a V¨ªznar, a la izquierda. Es un olivar peque?o, al lado de un barranquillo, cerca de un olivo, a tan s¨®lo diez metros de la carretera. All¨ª est¨¢, casi debajo del olivo.
El di¨¢logo tiene lugar en Granada en 1955 entre Manuel Castilla, Manolo el Comunista, el hombre que enterr¨® a Federico Garc¨ªa Lorca la madrugada del 18 de agosto de 1936, y Agust¨ªn Pen¨®n, el hijo de una pareja de exiliados espa?oles que ha llegado desde EE UU para investigar la muerte del poeta espa?ol m¨¢s famoso en el mundo. El primero -el enterrador de Lorca- llev¨® 10 a?os despu¨¦s al hispanista Ian Gibson al mismo lugar. El segundo regres¨® en 1956 a Nueva York sin un c¨¦ntimo y con una maleta con la m¨¢s completa investigaci¨®n sobre la muerte del poeta, incluida una entrevista con el hombre que hab¨ªa ido a detenerle y que 15 a?os despu¨¦s del asesinato conservaba en su estanter¨ªa un volumen de las obras completas de Lorca. Pero Pen¨®n nunca se atrever¨¢ a escribir la historia.
La Junta de Andaluc¨ªa pedir¨¢ silencio "a todo el que trabaje en la fosa". Ian Gibson cree que no se respetar¨¢
Pen¨®n guard¨® durante a?os en una maleta datos del lugar de la fosa y la confesi¨®n del hombre que apres¨® al poeta
Ahora, 73 a?os despu¨¦s del asesinato del poeta, y casi 54 desde aquel di¨¢logo entre enterrador e investigador, un equipo de arque¨®logos se prepara para abrir la tierra en ese mismo lugar y comprobar si a Manolo el Comunista no le fall¨® aquel d¨ªa la memoria y si, como le confes¨® a Pen¨®n, Lorca no hab¨ªa muerto solo. Le acompa?aban "el maestro cojo de Pulianas", Di¨®scoro Galindo, y dos banderilleros, Francisco Galad¨ª y Joaqu¨ªn Arcollas, afiliados a la CNT.
Casi una vida despu¨¦s y tras m¨²ltiples intentonas, por la v¨ªa judicial y administrativa, la Junta de Andaluc¨ªa ha decidido realizar la exhumaci¨®n m¨¢s problem¨¢tica de asesinados durante la Guerra Civil de las m¨¢s de 130 practicadas hasta ahora. Desembolsar¨¢ 60.000 euros y exigir¨¢ confidencialidad por contrato a quienes participen en los trabajos. La fosa se abrir¨¢ a finales del presente mes, tras una larga e intensa lucha entre quienes deseaban conocer la verdad y quienes prefer¨ªan conservar el mito y que ahora, ante la inminencia de la apertura, pugnan por establecer sus condiciones.
Pero cuando la tierra se abra bajo ese olivo, el mundo entero estar¨¢ observando. De todas partes han llegado peticiones de expertos para participar en el proceso sin remuneraci¨®n alguna. La consejera de Justicia del Gobierno andaluz, Bego?a ?lvarez, calla los nombres, porque ha contestado negativamente a c¨¦lebres universidades y centros de investigaci¨®n extranjeros que se han puesto en contacto con ella. Desde el mismo despacho en el que el general Gonzalo Queipo de Llano dio la orden de dar muerte al poeta, la consejera cuenta que el mi¨¦rcoles firmar¨¢ un convenio con la Universidad de Granada, el Ayuntamiento de Alfacar, la Diputaci¨®n de Granada y la Asociaci¨®n para la Recuperaci¨®n de la Memoria Hist¨®rica para perfilar el equipo que se encargar¨¢ de los trabajos. Despu¨¦s, se colocar¨¢ una enorme carpa alrededor de la valla que ya impide el paso a los 300 metros delimitados para que los expertos empiecen a buscar. "Ser¨¢ un equipo peque?o, precisamente para garantizar la confidencialidad, al que le hemos pedido que hagan el mayor sacrificio que puede hacer un cient¨ªfico: el silencio", afirma ?lvarez. "Casi todos ser¨¢n andaluces", a?ade. Hay ya dos nombres seguros: el del arque¨®logo Francisco Carri¨®n y el de Jos¨¦ Antonio Lorente, director del Laboratorio de Identificaci¨®n Gen¨¦tica de la Universidad de Granada, autor, entre otros, de la identificaci¨®n de los restos de Crist¨®bal Col¨®n. Todos ser¨¢n registrados al entrar. "No podr¨¢n llevar m¨®viles o c¨¢maras", puntualiza la consejera. Habr¨¢ guardias d¨ªa y noche vigilando el lugar para evitar, como ha solicitado la familia de Lorca, que los restos sean exhibidos.
La Junta asegura que s¨®lo difundir¨¢ los datos que le permitan hacer p¨²blicos las familias de las v¨ªctimas. Y la de Lorca, que siempre se ha opuesto a la apertura, se asegura ahora "el derecho a identificar los restos" del poeta.
Pero para cuando los arque¨®logos se arrodillen finalmente bajo aquel olivo habr¨¢n pasado 73 a?os de miedo, olvido y fantas¨ªa. Y entre las vallas, bajo la carpa, aunque no est¨¦n presentes, habr¨¢ un hispanista irland¨¦s que se reconoce "obsesionado" con Lorca, que se juega su prestigio profesional y que promete hacer las maletas y marcharse de Espa?a si el contrato de silencio le impide morirse sin saber si ten¨ªa raz¨®n. Tambi¨¦n, el fantasma de un perdedor, que teniendo en una maleta la fama y la fortuna, nunca se atrevi¨® a abrirla y ense?¨¢rsela al mundo. Y una mujer rota, adoptada por el hijo de una de las v¨ªctimas a los tres d¨ªas de nacer, que lleva 13 a?os luchando por recuperar los restos de su abuelo y que ahora, en la recta final, sabe que no podr¨¢ hacer nada para identificarle porque su hermanastra asegura que ella no les representa y no ofrecer¨¢ su ADN.
Y la presi¨®n de una familia que ha luchado contra viento y marea para evitar este momento y a la que se le acaban los derechos de explotaci¨®n de una herencia cultural multimillonaria -no hay d¨ªa que no se represente en alguna parte del mundo una obra de Lorca y la familia suele recibir el 10% de la taquilla- en 2016. Am¨¦n de un juez estrella, Baltasar Garz¨®n, que podr¨ªa ser apartado de la carrera judicial por haber abierto una causa al franquismo y ordenar la apertura de esta fosa. ?Aguantar¨¢ la lona del secreto tanto peso?
Gibson cree que no. "Si conozco bien este pa¨ªs", dice el hispanista, "la exigencia de confidencialidad no triunfar¨¢. Los implicados se lo contar¨¢n a sus familias y terminar¨¢ conoci¨¦ndose lo que ha ocurrido ah¨ª. Tiene que ser as¨ª". ?Y si se equivoca? "Me voy de Espa?a". Asegura que no ir¨ªa a ver la exhumaci¨®n aunque le dejaran hacerlo -"mi coraz¨®n no lo resistir¨ªa y no es una forma de hablar"-. "Casi me volv¨ª loco. Vine a Granada para hacer una tesis y la tesis se convirti¨® en una investigaci¨®n detectivesca. Estaba dispuesto a todo por averiguar cosas, incluso a robar documentaci¨®n. Los Lorca creen que el desaparecido m¨¢s c¨¦lebre de la Guerra Civil, el segundo embajador espa?ol m¨¢s importante despu¨¦s de Cervantes, es de su propiedad. Y no es cierto. Lorca es propiedad del mundo. Todo escritor es un exhibicionista, publicar es hacer p¨²blico. Lorca quer¨ªa ser famoso, llegar a la gente, y estoy convencido de que se rebelar¨ªa ante su familia si pudiera. Todo lo que queremos los que le admiramos es saber c¨®mo muri¨®".
Nieves Garc¨ªa, sin embargo, sabe que ya no puede hacer nada para cambiar los futuros acontecimientos. "Siento una pena terrible porque no le vayan a identificar", dice la nietastra del maestro Di¨®scoro Galindo. "Su hijo me adopt¨® a los tres d¨ªas de nacer porque mi madre, que estaba sola, no pod¨ªa mantenernos a cuatro hermanos. A los 9 a?os me dijeron que era adoptada. Para m¨ª, ¨¦l era mi padre y Di¨®scoro ha sido siempre mi abuelo, aunque ahora mi hermana Nieves diga que no soy de la familia y que mi ADN no sirve para identificarle. Mi padre me cont¨® much¨ªsimas veces que fueron a por mi abuelo por ser maestro nacional y laico, y que lo enterraron con Lorca y dos banderilleros. ?l se muri¨® con la pena de no haber podido recuperar los restos y mi madre tambi¨¦n. Recuerdo cuando Emilio Silva, presidente de la Asociaci¨®n para la Recuperaci¨®n de la Memoria Hist¨®rica, vino a contarnos que hab¨ªa recuperado a su abuelo, ?y eso nos pareci¨® un sue?o! Desde entonces he ido de una puerta a otra intent¨¢ndolo. ?Con Garz¨®n estuve tan cerca...!".
El padrastro de Nieves Garc¨ªa nunca se atrevi¨® a acercarse al lugar donde todos le hab¨ªan dicho que estaba enterrado su padre, el maestro rojo de Pulianas. "Ten¨ªa mucho miedo. Incluso en democracia. Yo le dec¨ªa: 'Pap¨¢, ahora ya no pasa nada'. Y ¨¦l me contestaba: 'Los que estaban, siguen estando y no se sabe por d¨®nde pueden salir".
Algo parecido le ocurre a¨²n a la madre de Francisco Galad¨ª, el nieto del banderillero del mismo nombre, que lleva ocho a?os contemplando con envidia c¨®mo se abr¨ªan y cerraban fosas sin m¨¢s aspavientos que la voluntad de una familia porque la v¨ªctima no hab¨ªa hecho el ¨²ltimo paseo junto al poeta espa?ol m¨¢s famoso de todos los tiempos. "Mi madre es muy mayor y para ella es como si no hubiese terminado la guerra. Cuando me ve hablando de recuperar los restos de mi abuelo, le entra una enfermedad. Piensa que le puede pasar a su hijo lo mismo que al padre de su marido", explica.
Es la dosis de olvido (o ganas de olvidar) y de miedo -de un terror tan arraigado que ha sobrevivido al hombre que lo provoc¨® y muri¨® en la cama-, contenida en esta fosa. La porci¨®n de fantas¨ªa est¨¢ llena de teor¨ªas sobre la muerte de Lorca, incluida la que dice que sobrevivi¨® a su fusilamiento, pero perdi¨® el habla y no pudo decirle a nadie que ¨¦l era el autor del Romancero gitano. Otra que cuenta que la familia rescat¨® su cuerpo de la fosa al d¨ªa siguiente de haber sido fusilado e incluso la que dice que fue denunciado por pederastia. Todo el mundo parece tener una versi¨®n sobre lo ocurrido, y tambi¨¦n sobre quienes quisieron averiguarlo. "Cuando llegu¨¦ a Granada todos me preguntaban por Pen¨®n. Hab¨ªa quien dec¨ªa que era de la CIA y que lo hab¨ªa detenido la polic¨ªa por esp¨ªa", recuerda Gibson.
El hispanista recibi¨® en 1980 la maleta de Pen¨®n de manos de William Layton, un escritor amigo que la hab¨ªa heredado a su muerte, con el encargo de hacer el libro que ¨¦l no hab¨ªa podido escribir. Gibson public¨® en 1990 Diario de una b¨²squeda lorquiana con s¨®lo parte de los hallazgos de Pen¨®n. El libro pas¨® inadvertido y en 1991 Layton recuper¨® el material. Muri¨® cuatro a?os m¨¢s tarde, pero en su testamento hab¨ªa dejado en herencia nuevamente la maleta. Esta vez a una actriz y escritora de cuentos infantiles muy amiga de ambos, Marta Osorio, que, tras 12 a?os analizando la documentaci¨®n, publicar¨ªa en 2009 un volumen de 781 p¨¢ginas, con los hallazgos de Pen¨®n, titulado Miedo, olvido y fantas¨ªa.
"Al regresar a Nueva York, Agust¨ªn Pen¨®n se dio cuenta de que hab¨ªa gastado toda su fortuna en Granada, invitando a unos y otros. Tuvo que ponerse a trabajar en una f¨¢brica de coches y de camarero en un restaurante italiano. Y tuvo muchas dudas. Agust¨ªn tem¨ªa que le pasara algo a las personas que le hab¨ªan ayudado a saber, y tem¨ªa que su libro no estuviera a la altura de lo que hab¨ªa averiguado, que no le gustara a Lorca. Le falt¨® alguien que le apoyara", relata Osorio.
Un malentendido en el d¨ªa y la hora de la cita impidi¨® que Pen¨®n se encontrara con un amigo escritor al que le rogaba, desesperado, en una carta precisamente ese empuj¨®n: "Querido, recordado To?o : hace tres meses que regres¨¦ de Espa?a con una maleta en la mano llena de Federico y su tr¨¢gica historia. (...) Tengo en mis archivos 1.300 p¨¢ginas de notas adquiridas durante dos a?os de investigaci¨®n (...) Todo late en mis archivos como un coraz¨®n gigante y salvaje que a veces me impide dormir con su intensidad. He pasado los ¨²ltimos dos meses busc¨¢ndole un latido comunicable... pero tengo dudas, To?o, dudas que me paralizan".
En esas 1.300 p¨¢ginas figuraba la entrevista con Manuel Castilla, miembro del "pelot¨®n de enterradores" al que despertaban de madrugada antes de que las v¨ªctimas fueran paseadas y que, seg¨²n describi¨® Pen¨®n, "se vest¨ªan siempre con la duda de si iban a enterrar a otros o ser¨ªan ellos mismos los enterrados". Manuel Castilla le explic¨® que "el grupo de Federico" fue llevado al lugar de la fosa en un veh¨ªculo requisado al doctor Alejandro Otero, de siete plazas. "En cuanto el coche con las v¨ªctimas arrancaba, nosotros, los enterradores, los segu¨ªamos en otro coche. Las herramientas para nuestro trabajo, piochas, azadas y palas, iban en el coche de las v¨ªctimas pues se les dec¨ªa que iban a trabajar", relat¨® Castilla a Pen¨®n.
Tambi¨¦n recoge el libro la entrevista con Ram¨®n Ruiz Alonso, el hombre que fue a detener a Lorca a casa de los Rosales, una familia de falangistas entre los que se hab¨ªa escondido, y que le espet¨® a Pen¨®n: "Es usted el primer hombre que ha tenido las agallas de acudir a m¨ª, que soy la principal fuente de informaci¨®n, para preguntarme lo que ocurri¨®", antes de deshacerse en una poco cre¨ªble versi¨®n sobre un error fatal que hab¨ªa terminado en fusilamiento. En su despacho, Ruiz Alonso ten¨ªa las Obras completas de Lorca. "Aunque s¨¦ que es demasiado insensible para sentir remordimientos, aunque s¨¦ que la presencia de este libro en la estanter¨ªa s¨®lo habla de su crueldad y de su cinismo, no puedo evitar sentir un d¨¦bil impulso de piedad hacia un hombre condenado para siempre a ser perseguido por el resplandor de su v¨ªctima", escribi¨® Pen¨®n.
En aquella maleta llena de Federico hab¨ªa sitio tambi¨¦n para "el suspiro rom¨¢ntico de una mujer granadina que le quiso demasiado", la burguesa e inteligente Emilia Llanos Medina, pese a que ¨¦sta nunca ser¨ªa correspondida. "Pen¨®n hizo en a?o y medio la investigaci¨®n m¨¢s completa sobre Lorca. Nadie averigu¨® despu¨¦s de ¨¦l nada nuevo. Fue el primero, por ejemplo, en hablar de su homosexualidad", asegura Osorio.
Fue esa cuesti¨®n la que romper¨ªa a?os m¨¢s tarde la relaci¨®n entre Gibson, el investigador oficial del poeta, y la familia Lorca. "Le escrib¨ª a Isabel Garc¨ªa Lorca coment¨¢ndole mi idea de hacer una biograf¨ªa y me respondi¨®: 'Estupendo, as¨ª me ayudar¨¢s a ordenar el archivo'. La publiqu¨¦, tocando, naturalmente, el tema de la homosexualidad, y entonces la relaci¨®n se torci¨®. El padre de Lorca era hom¨®fobo, pero de la misma manera que no se puede hablar de la obra de Wilde o de Proust sin hablar de su homosexualidad no se puede hablar de Lorca sin mencionarlo. ?El tema de su obra es el amor imposible!", explica Gibson.
?Aguantar¨¢ esa carpa tanto secreto?
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