Otra muerte inevitable
Como Jim¨¦nez y Pantani, Vandenbroucke fue tan grande de talento como autodestructivo
Despu¨¦s de muerto Frank Vandenbroucke, ninguna voz del ciclismo ha sonado disonante. "No ha sido una sorpresa", han dicho todas; "se ve¨ªa venir". La desaparici¨®n de Vandenbroucke (B¨¦lgica, 1974), hallado el lunes muerto en Senegal -a la espera de la autopsia, la prensa belga habla de una embolia pulmonar-, donde estaba de vacaciones, es sobre todo la confirmaci¨®n de un fracaso.
Se ve¨ªa venir como hace unos a?os todos ve¨ªan llegar la muerte inevitable de Chava Jim¨¦nez (2003) y de Marco Pantani (2004), otros dos grandes ciclistas, tan grandes de talento, de rebeld¨ªa, como fr¨¢giles de esp¨ªritu, tan geniales, tan autodestructivos. Cuando, joven prodigio, conquist¨® el ciclismo belga como una cascada de fuegos artificiales en 1994, a Vandenbroucke se le recibi¨® como el nuevo mes¨ªas, Merckx redivivo. Cuando, en 2008, viejo prematuro, hundido y desesperado, escribi¨® su autobiograf¨ªa, la titul¨®, por una vez consciente, No soy Dios.
En 1999 deslumbr¨® y tambi¨¦n comenzaron sus problemas con el alcohol y el dopaje
No era Dios, pero para los aficionados lo fue durante un a?o, un m¨¢gico 1999 en el que enamor¨® su hermosura con el maillot blanco de la Par¨ªs-Niza; en el que gan¨®, como los grandes, como s¨®lo Merckx sab¨ªa hacerlo, atacando all¨ª donde hab¨ªa anunciado que atacar¨ªa, la Lieja-Bastogne-Lieja; el a?o en el que deslumbr¨® en el Tour de Flandes, en la Vuelta, duelos ¨²nicos, irrepetibles, con Chava, en Abantos, en ?vila... El a?o que se comenz¨® a saber de sus problemas con las anfetaminas, con la coca, con los somn¨ªferos, con el alcohol, con el zolpidem y con el dopaje. El a?o, tambi¨¦n, en que acab¨® verdaderamente su carrera ciclista. A partir de entonces, su vida la relataron los peri¨®dicos y las televisiones en las cr¨®nicas de sucesos: noticias de detenciones y condenas por sus problemas con las drogas, noticias de sus huidas de los equipos que le ten¨ªan contratado, noticias tristes, como aquella licencia que se sac¨® para correr en Italia bajo el nombre de Francesco del Ponte (Frank Vandenbroucke, en italiano) y con la foto de Tom Boonen, otro ciclista belga, por aquel entonces, 2006, campe¨®n del mundo, otro que ahora tambi¨¦n sufre por la coca; noticias oscuras, como sus internamientos en cl¨ªnicas de desintoxicaci¨®n para curar sus depresiones, como su intento de suicidio en 2007 despu¨¦s de que su esposa, Sarah, le abandonara definitivamente y contase los malos tratos a que la somet¨ªa, el chantaje emocional que eran su vida y la de su hija, cuando su Frank se dejaba dominar por las drogas.
La ¨²ltima vez que el mundillo ciclista le vio fue el ¨²ltimo domingo de septiembre, en el Mundial de Mendrisio. Las palabras de siempre -"me voy a recuperar, voy a ser el de antes, esta vez va en serio"-; la mirada de los ¨²ltimos a?os, huidiza, nerviosa, apresurada. Habl¨® con Aldo Sassi, el preparador del renacido Basso, del Evans campe¨®n del mundo, su primer preparador en el Mapei, el equipo por el que rompi¨® con su familia, con su t¨ªo Jean Luc, director del Lotto, cuando ten¨ªa 19 a?os. "Pero no s¨¦ si alg¨²n equipo me querr¨¢", confes¨®; "todos pensar¨¢n que sigo con los mismos demonios en la cabeza". Sassi le dijo que no dudara. Se lo dijo con la misma esperanza, quiz¨¢s ingenuidad, con la que antes tantos directores, Lef¨¦v¨¨re, Algeri, Ferretti, Van der Schueren, Masciarelli, le dieron otra oportunidad, convencidos de que con ellos s¨ª que ser¨ªa posible volver a aunar el talento, el genio y la fuerza de esp¨ªritu. Los mismos que ayer volv¨ªan a repetir, constatado el fracaso, "se ve¨ªa venir, como Chava, como Pantani...".
Muri¨®, como Pantani, solo y sin hogar, en el espacio an¨®nimo de un hotel. Y, como a Pantani, la ¨²ltima persona que le vio con vida fue el recepcionista del establecimiento. La Casa Azul se llama el hotel de Saly, en la playa, 70 kil¨®metros al sur de Dakar, al que Vandenbroucke lleg¨® el domingo por la noche, borracho, acompa?ado de una joven senegalesa. Bebi¨® m¨¢s. Se encerr¨® en la habitaci¨®n. A las ocho de la tarde le encontraron muerto.
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