La democracia bajo condena
En sus 60 a?os, la Organizaci¨®n de Estados Americanos (OEA) nunca expuls¨® a uno de sus miembros porque en ¨¦l se hubiera dado un golpe de Estado, a pesar de que tales golpes fueron acometidos por personajes como Augusto Pinochet, los generales brasile?os o los genocidas del Cono Sur.
Violando su propia Carta, la OEA acogi¨® en su seno a los peores dictadores del hemisferio, a Somoza, P¨¦rez Jim¨¦nez y Trujillo, el dictador dominicano que protagoniz¨® La fiesta del chivo. La guerra fr¨ªa y el anticomunismo fueron las primeras excusas, pero despu¨¦s vinieron otras hasta que, al fin, las dictaduras fueron dejadas atr¨¢s. De modo que la suspensi¨®n de Honduras el 4 de julio por el Consejo Permanente no tuvo precedentes. Si los equ¨ªvocos y las contradicciones no fueran tantos, podr¨ªa suponerse que, aunque tarde, la OEA comenzaba a redescubrir su propia Carta.
Zelaya fue destituido por decisi¨®n un¨¢nime de los otros poderes del Estado, no por un golpe
Al documento fundacional que imaginaba a la OEA como conjunto de Estados democr¨¢ticos, se le a?adi¨® la Carta Democr¨¢tica Interamericana que algunos Gobiernos, como el de Venezuela, suelen desde?ar con obstinaci¨®n y buena fortuna.
A ra¨ªz de la destituci¨®n de Manuel Zelaya como presidente de Honduras, el 28 de junio, fue aplicada la Carta Democr¨¢tica. Podr¨ªa suponerse que con buenos fundamentos, pero no ocurri¨® as¨ª. La OEA se precipit¨®. Ten¨ªa que investigar las causas de la crisis. O, mejor, debi¨® preverla, invocando la Carta a tiempo, antes, y no despu¨¦s.
Al pretender llevar a cabo un refer¨¦ndum ajeno al orden constitucional hondure?o, el presidente Zelaya viol¨® la Constituci¨®n de su pa¨ªs, y viol¨® asimismo la Carta Democr¨¢tica. Quiso abrirle espacio a la convocatoria de una Asamblea Constituyente de manera unilateral, con el prop¨®sito de hacerse reelegir, siguiendo el manual de los presidentes de la Alianza Bolivariana, Venezuela, Bolivia y Ecuador. ?Por qu¨¦ no reaccion¨® entonces la OEA? Porque hab¨ªa perdido la fe en la Carta, y el mismo secretario general Jos¨¦ Miguel Insulza, requerido en cierta ocasi¨®n, respondi¨® con total desd¨¦n y, como excusa, que "m¨¢s de siete pa¨ªses la violaban".
El presidente Zelaya no fue destituido por un golpe militar, sino por una decisi¨®n un¨¢nime de los otros poderes del Estado. Admitiendo los errores cometidos, en particular su expulsi¨®n del pa¨ªs, la OEA estaba frente a una situaci¨®n que exig¨ªa ponderaci¨®n y cautela.
En lugar de la mediaci¨®n, la organizaci¨®n opt¨® el 4 de julio por la exclusi¨®n de Honduras del sistema, por el ultim¨¢tum, las retaliaciones econ¨®micas, y por ¨²ltimo y absolutamente inaceptable, la declaraci¨®n de ilegitimidad de las elecciones del 29 de noviembre, ya en curso con seis o siete candidatos que representan el espectro pol¨ªtico del peque?o pa¨ªs. Obviamente, la ¨²nica salida constitucional a la crisis, con lo cual se despoja al pueblo hondure?o de su soberan¨ªa.
?Qui¨¦n decide el destino de los hondure?os, ellos o la comunidad internacional, la OEA, Unasur, la Uni¨®n Europea que nunca mir¨® a estas crisis? Todos a una, y ciegamente, como movidos por extra?os compromisos, se unieron contra el Gobierno interino, reclamando la restituci¨®n del presidente Zelaya. Hasta el Consejo de Seguridad tom¨® cartas en el asunto como si el peque?o pa¨ªs amenazara el orden mundial.
Los errores han sido tan grandes que la propia OEA ha querido obviarlos acogi¨¦ndose al Acuerdo de San Jos¨¦. El mi¨¦rcoles 7 de octubre se puso de manifiesto el equ¨ªvoco de suspender del sistema al interlocutor necesario.
Al viajar a Honduras una misi¨®n de cancilleres con el secretario general para dialogar, y ahora, s¨ª, mediar, en lo que ya no es una crisis sino un conflicto, la OEA reconoce que "para bailar tango se necesitan dos".
Concentrar el rompecabezas en la suerte de Manuel Zelaya o de Roberto Micheletti es otro error. El tiempo que les quedar¨ªa no vale la pena para ninguno de los dos. Ambos estorban. Quiz¨¢s el presidente Zelaya, "hospedado" desde el 21 de septiembre de manera tan heterodoxa por Brasil, no renuncie a su proyecto de una Asamblea Constituyente que le abra el camino del regreso. De ah¨ª su intransigencia en descalificar las elecciones. Un proyecto obviamente vinculado a la Alianza Bolivariana.
El duelo de los antagonismos est¨¢ a la vista. A la comunidad internacional, comprometida de manera tan inveros¨ªmil, no le ser¨¢ f¨¢cil encontrar la salida del laberinto. Conviene, en suma, propiciarle a los hondure?os la b¨²squeda de sus propias soluciones, con el cese de las interferencias, abiertas o secretas.
Sim¨®n Alberto Consalvi es editor adjunto de El Nacional, Caracas.
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