El poder esquivo del mul¨¢ Omar
EE UU ofrece 6,7 millones de euros de recompensa por la captura del jefe de los talibanes - Los expertos creen que s¨®lo es un s¨ªmbolo y no dirige la guerra
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Se busca. Recompensa: 6,7 millones de euros. Ocho a?os despu¨¦s de que los bombardeos estadounidenses desalojaran de Kabul al r¨¦gimen talib¨¢n y obligaran a huir a su l¨ªder, el cl¨¦rigo tuerto Mohamed Omar sigue burlando a las fuerzas internacionales y su milicia ha logrado tomar la ofensiva. La amenaza para las tropas extranjeras desplegadas en Afganist¨¢n, incluidos un millar de soldados espa?oles, no proviene tanto de sus 25.000 hombres armados como de la transformaci¨®n de esa insurgencia en una oposici¨®n m¨¢s amplia de car¨¢cter nacionalista. Pero ?qui¨¦n es el cl¨¦rigo Omar y con qu¨¦ apoyos cuenta?
La figura del dirigente talib¨¢n est¨¢ rodeada de misterio. Se trata de un l¨ªder sin rostro. De las dos o tres fotograf¨ªas suyas que se han publicado, una result¨® ser de otro talib¨¢n y el resto son tan borrosas que har¨ªa falta mucha agudeza para reconocerle en persona. Adem¨¢s, pocos extranjeros le han visto y apenas dos o tres que no sean musulmanes. El catal¨¢n Francesc Vendrell ha sido uno de ellos, en su calidad de representante especial de la ONU para Afganist¨¢n entre los a?os 2000 y 2002. "Lo primero que llama la atenci¨®n en ¨¦l es su ojo vac¨ªo y su poblada barba, que le empieza muy arriba", asegura. Se refiere al ojo que Omar perdi¨® a mediados de los ochenta, durante la guerra contra la invasi¨®n sovi¨¦tica. Incluso ese detalle es motivo de leyenda. Sus admiradores aseguran que al resultar herido en el ojo derecho, ¨¦l mismo se lo arranc¨®, cerr¨® el p¨¢rpado y sigui¨® luchando. Bi¨®grafos m¨¢s imparciales han encontrado informes de que fue operado en un puesto de la Cruz Roja cerca de la frontera con Pakist¨¢n.
La guerrilla trata de convertir su lucha en una insurrecci¨®n contra los extranjeros
La corrupci¨®n y la falta de legitimidad de Karzai provocan el descontento civil
La an¨¦cdota da una idea de la admiraci¨®n que despierta este hombre alto que ronda los 50 a?os. Aunque falto de carisma al estilo occidental, su car¨¢cter visionario y su sentido de la oportunidad han hecho que muchos afganos, y tambi¨¦n algunos otros musulmanes, le reconozcan como pr¨ªncipe de los creyentes, a pesar de su escasa formaci¨®n teol¨®gica o de otro tipo. El apelativo mul¨¢ que suele anteponerse a su nombre, s¨®lo significa hombre de Dios, un t¨¦rmino honor¨ªfico para los cl¨¦rigos de bajo rango.
"Hoy es m¨¢s una figura emblem¨¢tica que alguien que dirige el d¨ªa a d¨ªa. Las decisiones militares las hacen un grupo de comandantes que tienen a?os de experiencia en Afganist¨¢n y Cachemira, y a veces en otros lugares de la regi¨®n", afirma en un correo electr¨®nico Gareth Price, responsable del programa de Asia del think tank brit¨¢nico Chatham House. Aun as¨ª, Washington considera que sigue representando una amenaza. "Bajo su liderazgo, los talibanes afganos han logrado pasar de la derrota casi total en 2001 a amenazar la supervivencia del esfuerzo de la OTAN en Afganist¨¢n, e incluso el futuro de la alianza", ha escrito Bruce Riedel, ex funcionario de la CIA que trabaja como investigador en la Brookings Institution.
Los talibanes pueden constituir una red descentralizada y con motivaciones diversas, pero a todos les une la hostilidad al Gobierno central y a la presencia de las fuerzas extranjeras, y la lealtad al cl¨¦rigo Omar. M¨¢s all¨¢ de su "extraordinario retorno militar" como lo ha calificado Riedel, han sido en buena medida los errores de sus enemigos los que han alentado su popularidad.
"Hay crecientes pruebas de que en Afganist¨¢n la insurgencia est¨¢ evolucionando hacia una insurrecci¨®n m¨¢s general en la que los talibanes y otros se?ores de la guerra asociados a ellos s¨®lo constituyen un componente de una oposici¨®n m¨¢s amplia a las fuerzas extranjeras", defiende Paul Rogers en su columna semanal para openDemocracy. Rogers, autor de Why we're losing the war on terror (Policy, 2007), apunta a dos causas principales: el creciente recelo de los afganos hacia las tropas extranjeras, a las que cada vez m¨¢s ven como ocupantes, y la falta de legitimidad del Gobierno de Hamid Karzai, cuya corrupci¨®n e ineficacia les ha quitado cualquier esperanza.
Los datos sobre el terreno apoyan ese an¨¢lisis. En 2003, cuando EE UU desvi¨® su atenci¨®n hacia Irak, la guerrilla talib¨¢n estaba activa en 30 de los 364 distritos en los que est¨¢ dividido Afganist¨¢n. Hoy, los analistas consideran que es un elemento clave en 160. Adem¨¢s, la insurgencia se ha extendido al norte y el oeste de Afganist¨¢n, lejos de las zonas pastunes del sur y el este de donde emanan los talibanes.
"El autodenominado pr¨ªncipe de los creyentes ha estado arrasando durante demasiado tiempo. Ya es hora de que Washington e Islamabad cooperen para pararle los pies", defiende Riedel. El analista alude a Pakist¨¢n por las persistentes indicaciones de que el cl¨¦rigo tuerto, tras huir con su moto a las monta?as de Oruzgan, termin¨® encontrando refugio al otro lado de la frontera, donde unos le sit¨²an en Quetta y otros en Karachi. De hecho, muchos observa-dores opinan que tanto su libertad como el retorno de los talibanes es fruto del apoyo que los servicios secretos paquistan¨ªes siguen prestando a ese grupo que ayudaron a fundar.
"El hecho de que Omar, junto con Osama Bin Laden, no haya sido capturado ocho a?os despu¨¦s del 11-S da ¨ªmpetu a los talibanes afganos", admite Price. Seg¨²n ¨¦l, la captura de cualquiera de ellos apenas "constituir¨ªa una diferencia simb¨®lica". "Con la red de cl¨¦rigos y jefes militares afines, adem¨¢s de una poblaci¨®n que en su mayor¨ªa se mantiene a la expectativa, es improbable que significara una diferencia a corto plazo", precisa antes de a?adir que "la clave ser¨ªa si alguien les sustituye". "A diferencia de Bin Laden, el carisma del cl¨¦rigo Omar surge de que conozcamos tan poco sobre ¨¦l", concluye Price.
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