El lado humano de la matem¨¢tica
Los congresos internacionales cuatrienales son un jugoso pozo de historias que muestran el componente personal y cultural de la ciencia
Cientos de matem¨¢ticos (exactamente, 4.280) bebiendo vodka y tomando caviar en un sal¨®n del Kremlin. Es el 20 de agosto de 1966 y Mosc¨² alberga el XV Congreso Internacional de Matem¨¢ticos (ICM). ?Qu¨¦ importancia puede tener esta imagen para la ciencia? M¨¢s de la que a primera vista pensamos. La matem¨¢tica sovi¨¦tica -heredera de la gran tradici¨®n cient¨ªfica rusa-, pr¨¢cticamente ausente de los congresos internacionales desde las purgas estalinistas de los a?os treinta, se reincorpora al mundo con todo su poder¨ªo cient¨ªfico. Pero, a su vez, las grandes figuras matem¨¢ticas occidentales deslumbran a generaciones de matem¨¢ticos sovi¨¦ticos formadas en el aislamiento. Impresiona tambi¨¦n ver a los estadounidenses sentados en las escaleras de la Universidad Lomonosov de Mosc¨², charlando y bebiendo cerveza relajadamente. Llevan consigo, m¨¢s all¨¢ del Tel¨®n de Acero, la incipiente revoluci¨®n de las costumbres que se encontraba ya en plena gestaci¨®n en Occidente.
Para el encuentro de 2010 en India hay dos conferenciantes espa?oles invitados
El tremendo poder evocador de estas im¨¢genes es un placer exquisito, pero -como suele ocurrir con los placeres exquisitos- reservado. Cuando visit¨¦ el afamado Instituto Steklov de Matem¨¢ticas de Mosc¨², en busca de material para la exposici¨®n sobre los ICM estrenada con ocasi¨®n del congreso de Madrid en 2006, no logr¨¦ localizarlas. Ni siquiera contactando con alguno de los organizadores -?todav¨ªa vivos!- de aquel congreso de Mosc¨². S¨®lo la ayuda de una colega rusa, que me gui¨® por los laberintos del cir¨ªlico, me permiti¨® localizarlas en el legado fotogr¨¢fico personal de un congresista.
Los ICM son un jugoso pozo de historias que muestran la componente humana y cultural de la ciencia. Desde que se celebr¨® el primero en Z¨²rich en 1897 -y cada cuatro a?os, salvando las excepciones de las guerras mundiales-, los matem¨¢ticos se han empe?ado en reunirse para dar cuenta del estado de su ciencia, de sus logros y sus retos, como en opulentos banquetes de matem¨¢ticas.
Otro ejercicio visual intenso es rastrear entre las escasas fotos de grupo de los distintos congresos, al matem¨¢tico franc¨¦s Gaston Julia. En la I Guerra Mundial, Julia perdi¨® la nariz y parte de la cara, y durante el resto de su vida -muri¨® en 1978- se cubri¨® con una llamativa m¨¢scara negra sujeta a la cabeza con tres hilos. Sobrecoge leer en las actas del congreso de Oslo el relato de Julia -en la cena de gala del evento ante matem¨¢ticos de los pa¨ªses involucrados en la guerra- de la dram¨¢tica noche en que fue operado en un hospital de campa?a, salvando la vida in extremis gracias a una enfermera noruega.
El momento estelar de un ICM, digno de un redoble de tambores si el recato natural de los matem¨¢ticos no lo impidiese, es la entrega de las medallas Fields, el Premio Nobel de las matem¨¢ticas. Otra imagen nos transmite la absoluta singularidad de este premio. El matem¨¢tico sueco Lars H?rmander y el estadounidense John Milnor muestran con insultante soberbia juvenil la medalla que acaban de recibir. Estamos en Estocolmo, en el ICM de 1962. Ambos tienen 30 a?os. Y es que para conseguir la Fields no s¨®lo hay que haber resuelto un problema de extraordinaria relevancia, tambi¨¦n hay que ser menor de 40 a?os. ?Misterios de la matem¨¢tica! Esta foto tambi¨¦n ha tenido que ser desenterrada. Ni los involucrados, ni las universidades suecas, ni siquiera la casa real de Suecia (las medallas las entreg¨® el rey Gustavo Adolfo VI) sab¨ªan de ellas. Fueron una casualidad y una caja sin etiquetar en la Academia Sueca de Ciencias las que permitieron el hallazgo.
?Y Espa?a? ?D¨®nde quedamos en este baile? En los cuatro primeros ICM apenas hubo 10 espa?oles (entre m¨¢s de 1.300 participantes). S¨®lo tras la creaci¨®n de la Junta para la Ampliaci¨®n de Estudios la delegaci¨®n espa?ola en el ICM de 1912 alcanz¨® las 25 personas. Posteriormente, las turbulencias de nuestra historia nos devolvieron a una presencia testimonial.
"La ciencia matem¨¢tica nada nos debe: no es nuestra; no hay en ella nombre alguno que labios castellanos puedan pronunciar sin esfuerzo", sentenci¨® Jos¨¦ Echegaray en 1866. Afortunadamente, estas apocal¨ªpticas palabras ya son historia. En el pr¨®ximo ICM, que se celebra en Hyderabad (India) en 2010, hay dos conferenciantes invitados espa?oles, seleccionados por la Uni¨®n Matem¨¢tica Internacional. Son Isabel Fern¨¢ndez (30 a?os) de la Universidad de Sevilla, y Pablo Mira (32 a?os), de la Universidad Polit¨¦cnica de Cartagena.
Pero la ciencia, como la madre del vino en las botas de jerez, es de generaci¨®n lenta y delicada. Necesita cuidada acumulaci¨®n de saber, formaci¨®n rigurosa, buenos maestros y... recursos bien planificados. En este asunto los ajustes sorpresivos tienen efectos devastadores. En especial sobre el recurso fundamental, que es el humano, y que exige garant¨ªas, perspectivas. Que un joven opte por dedicar su vida a la ciencia requiere entusiasmo, casi arrojo. ?Es la situaci¨®n actual la adecuada para esperar un d¨ªa un medalla Fields espa?ol?
Guillermo Curbera, de la Universidad de Sevilla, es conservador de la Uni¨®n Matem¨¢tica Internacional y autor del libro Mathematicians of the World, Unite!, que se entregar¨¢ a los galardonados con la medalla Fields en el ICM2010.
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