"El paro hiere nuestra dignidad de seres humanos", dice don Felipe
El heredero de la corona convierte su discurso en una llamada de uni¨®n frente a la crisis y el desempleo - El alcalde de Berl¨ªn rememora la infamia del Muro
No es tiempo de frivolidades. M¨¢s vale que los intelectuales desciendan de sus torres de marfil. Y la ciencia s¨®lo servir¨¢ en estos tiempos oscuros si puede dar luz. Las palabras que resonaron anoche en el teatro Campoamor, de Oviedo, durante la ceremonia de entrega de los premios Pr¨ªncipe de Asturias, no fueron ajenas a las malas noticias y los dramas contempor¨¢neos, la omnipresente crisis, la utilidad de la memoria contra el autoritarismo y las urgencias de la salud p¨²blica.
Don Felipe aprovech¨® esta solemne ocasi¨®n de reconocimiento del talento para lanzar un mensaje: "El paro, que es la consecuencia m¨¢s dolorosa de la crisis econ¨®mica que vivimos", advirti¨® el Pr¨ªncipe, "hiere nuestra dignidad como seres humanos y constituye nuestra principal preocupaci¨®n".
Kadar¨¦ apost¨® por la "independencia de la literatura" con un gui?o al Quijote
El recuerdo de la ca¨ªda del Muro marc¨® uno de los momentos m¨¢s vibrantes
La llamada de atenci¨®n lleg¨® acaso no por casualidad precisamente ayer, d¨ªa en que se conoc¨ªa el dato de la Encuesta de Poblaci¨®n Activa (el n¨²mero de desempleados desciende en 14.000 personas, frisa el 18% y a¨²n arroja la dram¨¢tica cifra de 4.123.300 parados). "En Espa?a, adem¨¢s, la crisis nos muestra que necesitamos nuevas bases para crecer y generar empleo, que hagan posible que los ciudadanos puedan desarrollar sus vidas y las de sus familias con dignidad, seguridad, y confianza en el futuro", dijo tras recordar la figura de Sabino Fern¨¢ndez Campo, verdadero impulsor del proyecto de estos premios junto al director de la fundaci¨®n Graciano Garc¨ªa. El discurso fue interrumpido entonces por los aplausos.
Antes, hacia el final de una ceremonia corta, con las mismas escasas concesiones a lo superfluo que la n¨®mina de los premiados, Felipe hab¨ªa glosado el tes¨®n de un grupo de hombres extraordinarios a los que acaso s¨®lo iguale una cosa: el trabajo por un mundo mejor.
Del af¨¢n de pulverizar r¨¦cords sobrehumanos de la pertiguista Isinbayeva -quien se comport¨® a la llegada al teatro como una ilusionada estrella de cine- a la historia de orgullo y superaci¨®n a trav¨¦s de la educaci¨®n de la Universidad Nacional Aut¨®noma de M¨¦xico (UNAM), que tanto hizo por Espa?a cuando el exilio parti¨® en dos la vida de miles de intelectuales. De la capacidad visionaria de Raymond S. Tomlinson y Martin Cooper, inventores del correo electr¨®nico y el m¨®vil, al contagio en la protecci¨®n del patrimonio planetario del gran naturalista de la televisi¨®n, David Attenborough. De la incansable labor de guardi¨¢n de la OMS a la maquinaria de influencia est¨¦tica global que es el arquitecto Norman Foster, pasando por el testimonio vivo de la ciudad de Berl¨ªn o el empleo de las letras contra la sinraz¨®n del escritor alban¨¦s Isma¨ªl Kadar¨¦.
?ste apost¨® por "la independencia de la literatura", con un gui?o a su "eterno" Don Quijote. "Fue el ¨²nico al que no consigui¨® detener" el r¨¦gimen comunista de Albania, dijo. "Estaba loco y no menos loco estaba el Estado". El paralelismo condujo entonces a una conclusi¨®n: "El mundo real posee sus propias armas contra el arte: la censura, las doctrinas, las c¨¢rceles". "No obstante, nosotros los escritores estamos convencidos de que el arte no alzar¨¢ nunca la bandera de la capitulaci¨®n".
No lo hace ahora, ni lo hizo entonces, en los estertores del comunismo. Una era cuyo gr¨¢fico final, la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, acaso el gran acontecimiento hist¨®rico de las postrimer¨ªas del siglo XX, fue tambi¨¦n, 20 a?os despu¨¦s, protagonista de los premios.
Klaus Wowereit, alcalde gobernador de Berl¨ªn, habl¨® por los ciudadanos que se agolparon entonces en torno a aquel monumento a la infamia para empujar el curso de los acontecimientos y los que a¨²n hoy se enfrentan al reto de la reunificaci¨®n de la ciudad. "No s¨®lo est¨¢bamos mirando hacia delante. Berl¨ªn siempre es consciente de su historia y responsabilidad".
El discurso de Wowereit y el recuerdo aquel 9 de noviembre de 1989 marcaron uno de los momentos m¨¢s vibrantes de la ceremonia, en la que, como en las 28 ediciones anteriores, se obr¨® el milagro del buen tiempo.
Dentro del gui¨®n estaban las gaitas de Oviedo y el entusiasmo de sus ciudadanos, menos que otros a?os, que aplaudieron sol¨ªcitamente a los premiados, pese a que en los corrillos se lamentaba la rigurosidad de unos galardones que en esta edici¨®n huyeron de concesiones medi¨¢ticas.
Fuera de lo previsto transcurri¨® el programa, m¨¢s pegado a la actualidad que de costumbre. ?sta se filtr¨® inevitablemente en los discursos de Jos¨¦ Ram¨®n Narro, rector de la UNAM ("los que creen que el humanismo es cosa del pasado, se equivocan", afirm¨®) y de la doctora Margaret Chan, de la OMS, que no evit¨® hablar de la gripe A y alert¨® de que las desigualdades casi siempre resultan mortales en temas de salud: "Cuando el mismo virus llegue a todos los pa¨ªses quedar¨¢n en evidencia las grandes diferencias que existen".
?Y qu¨¦ recetas propuso para la superaci¨®n de las adversidades? Coincidieron con las escuchadas estos d¨ªas: el af¨¢n de superaci¨®n, la concordia y la creencia en que el optimismo en lo mejor de la condici¨®n humana quiz¨¢ no sea cosa de ingenuos, sino de valientes.
Babelia
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