Democracias en descomposici¨®n
En todas partes de Europa ascienden, lenta pero inexorablemente, los vapores nauseabundos de la intolerancia, el racismo, la ausencia de solidaridad, el orden moral y la regresi¨®n religiosa. Teniendo en cuenta la evoluci¨®n de las democracias europeas, se tiende a establecer una comparaci¨®n inquietante con el ambiente nocivo de los a?os treinta del siglo XX. Es cierto que no est¨¢n de vuelta ni el fascismo semimilitarizado que Italia se invent¨® alrededor de 1920, ni tampoco el monstruoso nazismo que surge del fondo de la noche alemana. Ahora se trata de algo antiguo y moderno a la vez. Antiguo, porque tanto hoy como ayer se sigue practicando la caza del extranjero (ahora clasificado en la categor¨ªa neoxen¨®foba de "no comunitario"), del diferente, del inmigrante, del que pide asilo o del pobre que mendiga. ?l carga con todos los males, a ¨¦l le cuelgan el sambenito de la inseguridad social, y ¨¦l tambi¨¦n es sospechoso de traer, como las ratas la peste, el debilitamiento de la identidad del pa¨ªs al que inmigra. De ser humano, es reducido a la condici¨®n de intruso, de indeseable y de invasor. Es un chivo expiatorio tanto m¨¢s conveniente en cuanto que es impotente para defenderse. De un lado, sus derechos son recortados d¨ªa a d¨ªa; del otro, es vigilado, la polic¨ªa lo detiene, lo controla por el color de su piel, a veces lo insulta y otras lo mata "por error".
La precariedad es terreno f¨¦rtil para que surjan el odio y la violencia en las relaciones sociales
Dir¨¢n que no hay nada nuevo en todo esto. Es verdad. Pero el estado de ¨¢nimo contempor¨¢neo presenta caracter¨ªsticas tanto m¨¢s insidiosas que vienen recubiertas con frecuencia de una ret¨®rica de los derechos tan hip¨®crita como mentirosa. Ante todo, esta ret¨®rica se reviste de las virtudes del sistema democr¨¢tico, es decir que avanza envuelta en el discurso de la ley. Pondremos un ejemplo. Todos sabemos que la directiva adoptada en junio de 2008 por el Parlamento Europeo, calificada con toda justicia de "directiva de la verg¨¹enza", pretend¨ªa endurecer las condiciones de entrada y de residencia de quienes ped¨ªan asilo, alargar de forma excesiva los plazos de retenci¨®n, y violar los derechos del menor situado en la misma categor¨ªa que el adulto, etc. Pero los gobiernos siguen presentando este texto como si ofreciera "garant¨ªas" adicionales a los extranjeros, nuevos derechos y una protecci¨®n mejor organizada, aunque saben perfectamente que esta forma de operar no resiste el debate democr¨¢tico. ?ste es el motivo por el que los textos de aplicaci¨®n de esta directiva europea son con frecuencia adoptados por la representaci¨®n nacional deprisa y corriendo, en procedimiento de urgencia, y obliga a los diputados de la propia mayor¨ªa que no est¨¢n de acuerdo con someterse o a dimitir.
Aunque sean motivo de preocupaci¨®n, estas manipulaciones jur¨ªdicas no alcanzan afortunadamente las derivas que conocemos en Italia sobre el mismo tema. All¨ª, en la ret¨®rica del gobierno como en la de algunas autoridades municipales, el inmigrante se ha convertido simple y llanamente en sin¨®nimo de delincuente. En Verona, la Liga Norte, partido racista que gestiona la ciudad, acaba de dar car¨¢cter oficial a las milicias civiles que patrullan las calles para "ayudar" a la polic¨ªa en sus "tareas" de prevenci¨®n de la delincuencia, a pesar de que Verona sea una ciudad donde verdaderamente no hay delincuencia, los extranjeros son mantenidos a raya y la inmigraci¨®n clandestina es casi inexistente. Claudio Magris, uno de los pensadores y creadores europeos m¨¢s lucidos de la actualidad subray¨®, al recibir recientemente el premio de los libreros alemanes, que estos comportamientos recordaban dolorosamente el pasado fascista de Italia. Como "patriota" italiano, se declar¨® alarmado ante la ausencia de responsabilidad moral de las elites ilustradas que dejan que se extienda este estado de ¨¢nimo. Hay m¨¢s signos de descomposici¨®n de la democracia que preparan el terreno para la llegada de los conservadurismos autoritarios. Tambi¨¦n en Francia, no pasa un d¨ªa sin que se pongan en evidencia asuntos de nepotismo, de costumbres que ata?en a los responsables en el poder, y de atropello a las reglas democr¨¢ticas. La prensa, que hace su trabajo (mejor o peor, este es otro asunto, y los que se consideran injustamente calumniados pueden defenderse ante la ley), es ahora objeto de ataques populistas extremadamente duros. Se intenta intimidar a los que levantan la voz.
Todo esto tiene lugar en Europa en un contexto de crisis social y econ¨®mica: el desempleo, la precariedad, la ausencia de esperanza de quienes se ven desestabilizados de este modo constituyen un terreno f¨¦rtil para que surja el odio y la violencia en las relaciones sociales. El fascismo de ayer era grosero, brutal, paramilitar; los fermentos actuales de la descomposici¨®n de la democracia, ?no ser¨¢n los signos precursores de un neofascismo moderno, suave y bien pensante?
Traducci¨®n de M. Sampons.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.