Tres rojos singulares
Teodulfo Lagunero, el comunista adinerado. Marcos Ana, el hombre que pas¨® 22 a?os en prisi¨®n. Y Carrillo, el ex l¨ªder del PCE. Hombres destacados que comparten recuerdos e ideas
Teodulfo Lagunero es un torrente, una manifestaci¨®n permanente, una revoluci¨®n en marcha, una rep¨²blica ut¨®pica y un patriota rojo. Cayeron el muro y el comunismo, el capitalismo hace aguas pero Lagunero sigue forj¨¢ndose, como un joven rebelde armado por un torbellino de palabras, rodeado de esl¨®ganes, poemas de lucha, manifiestos comunistas y utop¨ªas de otros tiempos. Es un hombre con tanta fe en Marx que hasta se abstiene de leerlo. Rico, catedr¨¢tico, constructor y mecenas de la rojer¨ªa espa?ola. Bon vivant izquierdista y orgulloso de ser descendiente de una familia con pedigree de masones, liberales y anticlericales. Vive cara al sol, entre hoces y martillos picasianos, rodeado de campos de golf, cerca de playas adosadas en el coraz¨®n del pelotazo urban¨ªstico del sur. Tan cerca, tan lejos.
Carrillo: "Gracias a generosidades como la suya, los comunistas pudimos dignificar nuestros mensajes"
Carrillo: "Villa Com¨¨te era una perfecta tapadera. Por all¨ª pasaron los m¨¢s importantes personajes del antifranquismo"
Lagunero: "Recuerdo las horas que pasamos con don Juan y c¨®mo nos agradeci¨® nuestra lecci¨®n de patriotismo"
Marcos Ana: "Creo que Almod¨®var puede ser muy sensible a nuestras vidas duras. Tendr¨¢ talento para contar mi historia"
Lagunero: "Santiago, de vez en cuando, se burla de mis 'obras'. No es f¨¢cil hacerle creer que son creaci¨®n de empleo"
Extravagante, estravagario, nerudiano, recitador de Alberti, amigo de Cela y admirador de La Pasionaria. Es Lagunero un comunista adinerado que no abdica de sus ideas, crecido en Calahorra entre ilustrados republicanos, ni?o de la guerra en la Valencia roja y superviviente, en su Valladolid natal, de una posguerra llena de hambrunas, fr¨ªos, citas carcelarias, vidas clandestinas y traiciones. Se supo perdedor de la guerra, pero nunca derrotado. Vivi¨® en paz con los hombres y en guerra con sus entra?as. Plane¨® una peculiar venganza de clase: hacerse rico y solidario. Ahora, que es un joven de ochenta y dos a?os, acaba de publicar sus Memorias en la editorial Tabla Rasa.
Nos citamos en Madrid, en pleno barrio burgu¨¦s, en la casa del poeta Marcos Ana. Nuestro anfitri¨®n es un hombre que conoci¨® la miseria de veintid¨®s a?os de c¨¢rcel. Se disculpa por el barrio, por la casa y por su confort. Habla en voz baja de la generosidad del amigo rico. Marcos es un buen hombre que sobrevivi¨® a una celda donde toda incomodidad ten¨ªa su asiento. En su sal¨®n - dibujos de Picasso, una caja con los Beatles remasterizados, libros po¨¦ticos y pol¨ªticos, una sencilla mesa de trabajo, un sof¨¢ republicano y una bicicleta est¨¢tica- nos espera Teodulfo Lagunero: corbata de seda, tirantes, elegante camisa, chaqueta de cachemir, zapatos italianos, melena canosa y un verbo imparable. A su lado, sentado y fumando, otro amigo, otro s¨ªmbolo de la izquierda espa?ola, Santiago Carrillo. Los tres suman m¨¢s de un cuarto de milenio. No paran de hablar, recuerdan, r¨ªen, preguntan por la familia o comentan las ¨²ltimas corruptelas. Lagunero, expresivo y con tacos, s¨®lo se calla cuando habla Carrillo, que habla como fuma, pausadamente. Es una admiraci¨®n convicta y confesa. Como el cari?o que siente por Marcos Ana, su primera conexi¨®n comunista parisina, un buen hombre que tiene en su curr¨ªculo veintid¨®s a?os de c¨¢rceles franquistas y una historia amorosa que conmovi¨® a Pedro Almod¨®var. Ser¨¢ pel¨ªcula.
Ahora el protagonista es Teodulfo, el rico en la sombra, el amigo que surgi¨® del fr¨ªo del franquismo. El que hizo posible que entre los comunistas espa?oles del exilio comer jam¨®n no fuera un milagro.
"Santiago de vez en cuando se burla de mis obras, de los campos de golf y esas cosas. No es f¨¢cil hacerle creer que tambi¨¦n son creaci¨®n de empleo. Aunque alguna vez consigo convencerle para que pase unos d¨ªas como un se?or burgu¨¦s en mi casa. Este verano me dijo que hab¨ªa so?ado que yo le expulsaba del para¨ªso. Ya estaba con las maletas cerradas y a punto de regresar. Le ofrec¨ª que se quedara unos d¨ªas, lo que quisiera. Me contest¨® que no pod¨ªa, que ¨¦l ten¨ªa que seguir trabajando para ganarse la vida. ?Joder, con noventa y cuatro a?os y currando... mierda del sistema capitalista!"
Carrillo sonr¨ªe. Recuerda otros para¨ªsos a los que Lagunero le ha invitado durante m¨¢s de cuarenta a?os de amistad. "El mejor, sin duda, era la casa de Villa Com¨¨te, al lado de Cannes. Un para¨ªso de primera clase preferente. Una casa sobre el mar, donde hemos pasado muchas horas de descanso, de trabajo y de encuentros. Era una perfecta tapadera. Por all¨ª pasaron los m¨¢s importantes personajes del antifranquismo. All¨ª se concretaron muchos de los pactos de la Espa?a que quer¨ªa ser democr¨¢tica". Ni los vecinos se imaginaban que en una de aquellas villas de ricos, entre conspiraciones y vacaciones, estuvieran La Pasionaria, Neruda, Alberti, Calvo Serer, Joan B¨¢ez o Carlos Vidali. Lujoso nido de la Espa?a no franquista que no se salv¨® de la curiosidad de la polic¨ªa francesa. "Nos detuvieron a m¨ª y a mi mujer. Era el mismo d¨ªa que estaba prevista una entrevista de Areilza con Carrillo. Nos llevaron a la comisar¨ªa del pueblo, Th¨¦oule-sur-Mer. El comisario me interrog¨® en franc¨¦s, se me dan mal los idiomas- "los idiomas extranjeros", bromea Carrillo- y no era capaz de sacarme algo inteligible. Hasta que, casi gritando, me dijo en espa?ol: '?Vale, me cago en la leche, m¨¢rchese, pero deje de destrozar la lengua de Moli¨¨re!". Siempre soy sospechoso por millonario y comunista".
Una uni¨®n que empez¨® unos a?os antes, en Par¨ªs, un primero de mayo de 1967. Lagunero y su hija Paloma pasaban unos d¨ªas parisinos, alojados en el Hilton y con reserva en Maxim's. T¨ªpicos ritos del lujo de la gente adinerada. Teodulfo, hijo de un represaliado profesor comunista, hermano de un ex presidiario pol¨ªtico y ¨¦l mismo conocedor de prisiones, hab¨ªa conseguido una fortuna con unas famosas urbanizaciones en la sierra de Madrid - "Un minuto para comprar, cien meses para pagar" dec¨ªa el eslogan- que le permit¨ªan disfrutar una vida de lujos. Esa ma?ana, algo cambi¨® su futuro. Hab¨ªa una manifestaci¨®n por el primero de mayo; quiz¨¢ intuyendo que ten¨ªa una cita con el destino, le propuso a su hija acudir despu¨¦s de la op¨ªpara comida. Ella era una adolescente entusiasta, su padre, un rico con el coraz¨®n rojo. "Esa tarde cambi¨® mi vida. La mayor¨ªa eran manifestantes espa?oles. El coraz¨®n se me sal¨ªa. Quer¨ªa ponerme toda clase de s¨ªmbolos, la ense?a republicana, el retrato de Lenin, banderas rojas, anarquistas, yo estaba exultante adornando mi lujosa ropa con revolucionarios s¨ªmbolos de mi pasado. Mi hija hac¨ªa fotos; yo daba abrazos. Pregunt¨¦ por un viejo conocido, Fabriciano Roger, un comunista de Valladolid con el que compart¨ª c¨¢rcel, fue el preso con m¨¢s a?os en una prisi¨®n espa?ola, veintitr¨¦s a?os, uno m¨¢s que Marcos Ana. No lo encontraba y me indicaron que preguntara a un amigo suyo, un hombre delgado con una cazadora de cuero llamado Marcos Ana. Yo sab¨ªa de ¨¦l por Radio Espa?a Independiente, conoc¨ªa su vida, sus versos. Le abrac¨¦, casi le estrujo y le expres¨¦ mi deseo de ayudar. Marcos permanec¨ªa at¨®nito y defensivo".
"Todo aquello era un poco raro", dice Marcos Ana. "Un hombre con aspecto de rico y una jovencita haciendo fotos con una Polaroid, no parec¨ªan de nuestro mundo. Para salir de dudas les propuse ir a visitar a su supuesto amigo Fabriciano. Me acompa?aron a su casa y ped¨ª a Lagunero que no se diera a conocer, que..." Interrumpe Lagunero: "Bueno, d¨¦jame seguir a m¨ª, que eres un jesuita rojo, lo que quer¨ªas es verificar mi historia. Yo, aunque hab¨ªan pasado dieciocho a?os, hab¨ªa engordado y transformado mi aspecto, estaba convencido de que me conocer¨ªa. As¨ª fue, me llam¨® Fufo- como los viejos amigos- y nos abrazamos como dos compadres".
Por Marcos Ana llega a Santiago Carrillo. Teodulfo quiere poner su dinero, sus relaciones, su capacidad arrolladora de convicci¨®n y su tiempo al servicio del Partido Comunista. Carrillo se da cuenta de que es un mirlo blanco, una loter¨ªa. Hab¨ªan encontrado al Pimpinela Escarlata del Partido. "Muy pronto el extrovertido e impulsivo Teodulfo fue de los nuestros. Dolores y yo le firmamos un carn¨¦ especial. Y nos servimos de sus relaciones. Era el hombre providencial para acercarnos a la realidad empresarial, al interior del r¨¦gimen y a los incipientes reformistas del franquismo. Sin ¨¦l todo hubiera sido m¨¢s dif¨ªcil. Compr¨® una casa en Par¨ªs, donde se pudo organizar mejor toda la solidaridad con la Espa?a antifranquista. Gracias a generosidades como la suya, como hab¨ªa pasado con otros ricos solidarios, el pintor Leger que hab¨ªa donado su mansi¨®n al Partido Comunista Franc¨¦s- la casa donde se firm¨® a?o despu¨¦s la Paz de Vietnam - los comunistas pudimos dignificar nuestros medios y nuestros mensajes".
Tres espa?oles muy diferentes y muy orgullosos de su condici¨®n. Sin olvidarlas, dejaron sus banderas, rojas o tricolores, para conseguir que la democracia llegara con menos conflicto a su pa¨ªs. "Recuerdo las horas", sigue Lagunero, "que pasamos con don Juan. C¨®mo se sorprendi¨® de la disposici¨®n de los comunistas espa?oles y c¨®mo, m¨¢s de ocho veces, nos agradeci¨® nuestra lecci¨®n de patriotismo. Era el momento de dejar diferencias y banderas. Por aquella casa pasaron casi todos: de Polanco a Roca, de Oriana Fallacci a Regis Debray. Y desde all¨ª se preparaban citas tan peculiares como la reuni¨®n a la que nos convoc¨® Jos¨¦ Mario Armero un verano porque el pr¨ªncipe Juan Carlos quer¨ªa informaci¨®n de primera mano. Carrillo, que esta vez estaba en Italia, ten¨ªa que reunirse con urgencia con un destacado personaje. No nos pod¨ªan decir de qui¨¦n se trataba. Era como si jug¨¢ramos a los esp¨ªas. Result¨® ser un Franco: Nicol¨¢s Franco y Pascual de P¨®bil". Sonr¨ªe Santiago reviviendo lo parad¨®jico de tener que reunirse con un Franco para hablar de democracia. Las cosas estaban cambiando.
"Yo recuerdo mi primera detenci¨®n como algo esperp¨¦ntico. Unos cuantos estudiantes de Valladolid hab¨ªamos organizado una protesta en el principal paseo de la capital. Una protesta antifranquista en el a?o 45, sin duda est¨¢bamos locos pero conseguimos que el paseo se quedara sin paseantes. Despu¨¦s convocamos una manifestaci¨®n por la Rep¨²blica el 14 de abril. Me pillaron in fraganti haciendo una pintada con una tiza. No hab¨ªa espray ni nada de eso. Nueve meses de c¨¢rcel, una tonter¨ªa al lado de lo de Marcos. Todos ¨¦ramos hijos de rojos, de represaliados o fusilados".
"Todav¨ªa", comenta Carrillo, "no hab¨ªan tomado conciencia los hijos de los ganadores. Eso vino en el a?o 56, cuando en vez de una manifestaci¨®n por Gibraltar, aquella convocatoria se convirti¨® en una repulsa contra los falangistas. Hay detenciones de estudiantes y muchos eran ya hijos de franquistas". Por aquellos a?os, Lagunero, que ya hab¨ªa conocido el ¨¦xito con academias privadas en Valladolid y Madrid, ejerc¨ªa de profesor y abogado en C¨¢diz. Muy pronto se convertir¨ªa en un famoso empresario de la construcci¨®n.
"Mi mayor triunfo fue el Encinar del Alberche en Madrid, m¨¢s de setenta millones de metros cuadrados urbanizados, la mayor urbanizaci¨®n del mundo. Por esa obra me dio Fraga, ministro de Turismo, una placa de reconocimiento. Como sab¨ªa que era comunista, me la entreg¨® con fecha del Dieciocho de Julio. No fue el peor. Hubo serios problemas con otros. Algunos gobernadores civiles eran verdaderos caciques. Recuerdo un altercado con el gobernador civil de Guadalajara, Luis Ibarra Landete, hab¨ªa sido alcalde de Vitoria. Me amenaz¨®, me neg¨® la mano en p¨²blico en una inauguraci¨®n. Yo ten¨ªa gentes importantes en los consejos de administraci¨®n, pero con ¨¦ste se asustaron. Me sent¨ª ofendido y les promet¨ª que comer¨ªa de la mano que me hab¨ªa rechazado. Solicit¨¦ verle y por su secretario estuvo expl¨ªcito: 'No le sal¨ªa de los cojones'. Se me ocurri¨® otra t¨¢ctica, contratar un relaciones p¨²blicas. Lo elegimos por ser amigo de falangistas, aunque era buen tipo, y algo familiar de Pilar Primo de Rivera. Enseguida le ped¨ª que consiguiera una cita con el gobernador civil. Como era un cargo nombrado por su amigo Aramburu, consigui¨® que al siguiente d¨ªa fu¨¦ramos recibidos con toda amabilidad. El desprecio desapareci¨®, hasta me felicit¨® por la idea de hacer unos regalos navide?os por los pueblos de la provincia. Ya estaba comiendo de mi mano. Contratamos como madrinas a Concha Velasco y Natalia Figueroa que iban en camiones descapotables repartiendo juguetes. Y encargu¨¦ que llegaran tres reyes magos en un helic¨®ptero hasta la urbanizaci¨®n para repartir m¨¢s juguetes. All¨ª esperaban las autoridades, obispo incluido. El problema fue que uno de los reyes- que eran empleados m¨ªos- lleg¨® mareado y manch¨® a varias personalidades. Pel¨ªculas de Berlanga, realismo de aquella Espa?a esperp¨¦ntica".
Y pasan revista a gentes y luchas, pasan a?os, fracasos, decepciones y renovadas ilusiones entre estos tres amigos. "Creo que mi mayor m¨¦rito", dice Marcos Ana, "fue servir de puente entre el Partido y la generosa solidaridad de Teodulfo Lagunero".
Dicen seguir siendo comunistas. Hablan seriamente de los errores, pero creen que las ideas siguen siendo v¨¢lidas. Hablan de utop¨ªas. De socialismo. De mujeres y de cambio clim¨¢tico. Discuten sobre la pel¨ªcula que Almod¨®var quiere rodar con Marcos. Carrillo es partidario. Lagunero m¨¢s esc¨¦ptico- "a ver si sales de travest¨ª"- y Marcos les tranquiliza sobre la seriedad del manchego. "Creo que Almod¨®var puede ser muy sensible a nuestras vidas duras. Creo que tendr¨¢ el talento necesario para contar mi vida despu¨¦s de la c¨¢rcel".
Volvemos a los tiempos del viaje en peluca. "Era un d¨ªa ventoso, un guardia de fronteras nos hace bajar. Buscaba paquetes de tabaco, mientras el secretario general de los comunistas espa?oles sujetaba su peluca contra el viento. Entonces un enorme cami¨®n pas¨® delante de nosotros: Transportes Carrillo. Se nos escap¨® la risa". Y siguen con sus bromas. Son como ni?os. Muy apasionantes. Muy extraordinarios. Muy espa?oles. Rojos que no usaron sombrero pero que tomaron angulas y jam¨®n en la Costa Azul. Hay rojos muy raros.
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