Especie de abuela
La vida tiene cosas muy extra?as, y las vidas nuevas, m¨¢s. Ginkie es la mujer filipina que trabaja para m¨ª en Beirut. Es m¨¢s que una criada. Me ha acompa?ado al hospital cuando ha sido necesario, nos hemos re¨ªdo juntas -habla un ingl¨¦s mucho mejor que el m¨ªo y tiene una letra preciosa- y me ha comprendido cuando me ha visto llorando porque compa?eros m¨ªos de siempre y en plenas facultades han tenido que prejubilarse. Lleva mi propio envejecimiento con tierna preocupaci¨®n y se alegra cada vez que supero un escollo. Es humana.
Yo, antes -antes de lo que les estoy contando- ten¨ªa la costumbre de despedirla los viernes de esta guisa: "Be happy and don't get pregnant!". A?ad¨ªa que yo tampoco me quedar¨ªa embarazada ese fin de semana. Era una broma, pero ella se lo tomaba en serio. Al menos su parte, como averig¨¹¨¦ hace poco.
"Hab¨ªa esperado a dec¨ªrmelo porque ten¨ªa miedo de que no me gustara la noticia"
?ltimamente la hab¨ªa visto engordar, pero, discreta, no le dec¨ªa nada. Es bajita y de constituci¨®n robusta, pero muy atractiva, con su esplendorosa sonrisa y su melena negra y lisa, espesa, que le llega hasta la cintura. Ten¨ªa que haber adivinado que hab¨ªa un hombre fijo. Pero, como norma, no me meto nunca en los asuntos privados de quien trabaja para m¨ª, salvo que me lo pida. Ginkie no es que me lo pidiera. Lo suyo fue clamoroso. Un cante, vamos.
Hace un par de meses le abr¨ª la puerta -tiene llave, pero esa ma?ana se le atasc¨®-, y lo primero que vi fue una enorme barriga cubierta por una camiseta como la de Ob¨¦lix. "?Co?o, Ginkie! ?Est¨¢s embarazada!". Menos mal que mi primer impulso fue abrazarla y darle la enhorabuena en ¨¢rabe: "Mabruk!", que es una palabra que me encanta porque me recuerda aquella peli antigua, Un taxi para Tobruk, que transcurr¨ªa en el norte de ?frica durante la Segunda Guerra Mundial. Es lo bueno de ser mayor, te entretienes mucho con las asociaciones.
Ginkie me confes¨® que hab¨ªa esperado a dec¨ªrmelo porque ten¨ªa miedo de que no me gustara la noticia. Me ech¨¦ a re¨ªr, mira que eres tonta, etc¨¦tera. Lo m¨¢s desconcertante fue otra parte de su confesi¨®n: que ella misma hab¨ªa comprendido que estaba encinta a los cuatro o cinco meses -de hecho, se hallaba m¨¢s adelantada, como se confirm¨® cuando rompi¨® aguas-, porque hasta ese momento cre¨ªa que ella era est¨¦ril, y "su marido", tambi¨¦n.
Un momento. ?Marido? "S¨ª, es musulm¨¢n, un trabajador egipcio. Hace cinco a?os que vivimos juntos, nos ha casado el sheik [autoridad religiosa], aunque el matrimonio no es v¨¢lido oficialmente". Se me encogi¨® el est¨®mago. ?Es bueno contigo? "Muy bueno, muy bueno. Y para una mujer como yo resulta dif¨ªcil vivir sola". Tiene raz¨®n. Cu¨¢ntas filipinas no son v¨ªctimas de un chulo liban¨¦s que las obliga a prostituirse. En el servicio dom¨¦stico no son las peor paradas -hay un gran reportaje a hacer sobre la pr¨¢ctica esclavitud de las inmigrantes en L¨ªbano; pero como no se trata de atentados ni de escabechinas guerreras, a nadie le importa-, porque son las que llegaron antes y han espabilado, a causa de muchos sufrimientos. Buscan y prefieren europeos para trabajar. Aunque hay excepciones -es incre¨ªble lo f¨¢cilmente que se adaptan muchos a la perversidad local-, en general somos justos con ellas.
Ginkie, fuerte como un toro, trabaj¨® en mi casa, con la ayuda de su sobrina Joy, un suspirillo de chica, hasta que un mediod¨ªa se sent¨® en la cocina y dijo: "Uf, creo que estoy cansada". Pari¨® d¨ªa y medio despu¨¦s.
Es una ni?a y se llama Yara. Le pregunt¨¦ a Ginkie por el significado del nombre y manifest¨® ignorarlo, pero una amiga de Facebook me ha informado de que quiere decir "la se?ora" y es de origen tup¨ª.
Ahora mismo, Yara duerme como una se?ora en mi cama. Su madre la ha colocado en el centro, rodeada de cojines, y entretanto trabaja como siempre aunque a ritmo lento. Est¨¢ muy feliz. A m¨ª, esa diminuta presencia de ojos achinados y rostro sonriente como el de su madre -los dedos de manos y pies, alargados; ser¨¢ alta como su padre, dice ella- me produce una extraordinaria placidez. Parece como si irradiara paz desde su dormitorio. No sabe nada, no conoce nada. Se limita a sentir. Es ajena a la maldad de este mundo, tambi¨¦n a su bondad. Si tengo algo de tiempo por delante y este pa¨ªs no se tuerce demasiado, la ver¨¦ crecer.
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